Por Laurent Richard y Sandrine Rigaud, de Forbidden Stories
Hoy, por primera vez en la historia del espionaje moderno, estamos viendo los rostros de las víctimas de la cibervigilancia dirigida. Este es un escándalo mundial, una red global de vigilancia cuyo alcance no tiene precedentes.
El ataque es invisible. Una vez “infectado”, su teléfono se convierte en su peor enemigo. Desde su bolsillo, traiciona instantáneamente sus secretos y transmite sus conversaciones privadas, sus fotos personales, casi todo sobre usted. Esta vigilancia tiene consecuencias dramáticas y, en algunos casos, incluso mortales para los hombres y mujeres comunes y corrientes que han sido blanco de su trabajo al exponer las fechorías de sus gobernantes o defender los derechos de sus conciudadanos.
Todos estos individuos fueron atacados por Estados que usaban la misma herramienta de software espía: “Pegasus”, vendida por NSO Group.
Nuestra misión en Forbidden Stories es seguir, en colaboración, el trabajo de periodistas amenazados, encarcelados o asesinados. Para el Proyecto Pegasus, investigamos esta nueva amenaza contra la libertad de prensa durante meses, trabajando junto a más de 80 periodistas de 17 organizaciones de medios.
Esta investigación comenzó con una enorme filtración de documentos a los que Forbidden Stories y Amnistía Internacional tuvieron acceso. En esta lista de más de 50 mil seleccionados como objetivos por clientes de NSO Group, incluso encontramos los nombres de algunos de nuestros colegas, periodistas con los que habíamos trabajado en investigaciones anteriores.
Pero la magnitud de este escándalo solo puede ser descubierta por periodistas de todo el mundo que trabajan juntos. Al compartir el acceso a estos datos con las otras organizaciones de medios del consorcio Forbidden Stories, pudimos desarrollar fuentes adicionales, recopilar cientos de documentos y reunir la evidencia desgarradora de un aparato de vigilancia que se ha utilizado ferozmente contra grandes sectores de la sociedad civil, fuera de todas las restricciones legales.
Entre los objetivos: defensores de los derechos humanos, opositores políticos, abogados, diplomáticos y jefes de Estado, sin mencionar a casi 200 periodistas de casi dos docenas de países. Algunos son reporteros locales, otros presentadores de televisión de renombre. Muchos investigan la corrupción y los escándalos políticos que amenazan a los más altos niveles de poder. La mayoría ya se enfrenta a la censura y la intimidación. Pero pocos de ellos podrían haber imaginado haber sido el objetivo de una forma de vigilancia tan invisible e invasiva.
La lista de periodistas atacados por Pegasus es larga: la galardonada periodista azerbaiyana Khadija Ismayilova; el reportero Szabolcs Panyi de Direkt36, un medio de investigación húngaro; el periodista independiente marroquí Hicham Mansouri; el director del sitio de investigación francés Mediapart Edwy Plenel; y los fundadores de los medios independientes indios The Wire, una de las pocas organizaciones de noticias del país que no depende del dinero de entidades comerciales privadas.
Para los clientes gubernamentales de NSO Group, Pegasus es el arma perfecta para “matar la historia”. La vigilancia invasiva de periodistas y activistas no es simplemente un ataque a esas personas, es una forma de privar a millones de ciudadanos de información independiente sobre sus propios gobiernos. Cuando entran al teléfono de un periodista, pueden extraer la información más confidencial que contiene. ¿En qué estaba trabajando ese periodista? ¿Quiénes son sus fuentes? ¿Dónde guardan sus documentos? ¿Quiénes son sus seres queridos? ¿Qué información privada podría utilizarse para chantajearlos y difamarlos?
Los periodistas han pensado durante mucho tiempo que las nuevas tecnologías, la armada de comunicaciones cifradas de la que dependen para su trabajo, eran sus aliados, críticos aliados contra la censura. Con la existencia de herramientas de cibervigilancia tan avanzadas como Pegasus, se les ha despertado brutalmente al hecho de que las mayores amenazas se esconden en los lugares que alguna vez pensaron que eran los más seguros. El Proyecto Pegasus plantea cuestiones importantes sobre la privatización de la industria de la vigilancia y la falta de salvaguardias globales para los ciudadanos comunes.
Cuando surge una amenaza tan grande como esta, que pone en peligro derechos fundamentales como el derecho a la libertad de expresión, los periodistas deben unirse. Si un reportero es amenazado o asesinado, otro puede hacerse cargo y asegurarse de que la historia no sea silenciada. Hace cuarenta y cinco años, se lanzó el primer proyecto de periodismo colaborativo después del asesinato de Don Bolles, un periodista en Phoenix, Arizona. En 2018, Forbidden Stories coordinó el Proyecto Daphne tras el asesinato de Daphne Caruana Galizia en Malta. Hemos continuado con el trabajo de los periodistas que han sido asesinados por su trabajo, ya sea investigando escándalos ambientales o rastreando a los cárteles de la droga mexicanos, junto con decenas de organizaciones de noticias.
La colaboración de periodistas de todo el mundo es sin duda una de las mejores defensas contra estos violentos ataques a la democracia global.
#PegasusProject revela un arma de vigilancia como nunca antes había sido vista: 12 jefes de estado fueron objetivos del espionaje.
Aristegui Noticias participa en esta investigación mundial con The Washington Post, Le Monde, The Guardian, Proceso y máshttps://t.co/07MGAjcztR pic.twitter.com/5Up1fW0Azc
— Aristegui Noticias (@AristeguiOnline) July 18, 2021
El post Project Pegasus: una colaboración mundial para contrarrestar un crimen global aparecio primero en La Neta Neta.