Vladímir Putin, junto con desde la izquierda, el primer ministro armenio, Nikol Pashinyan,; el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko; el presidente de Kirguizistán, Sadyr Japarov, el presidente de Kazajistán, Kassym-Jomart Tokayev, y el de Tayikistán, Emomali Rakhmon, el pasado día 16 en el Kremlin.Alexander Nemenov (AP)
El siglo XXI ha sido hasta ahora una época regresiva para la democracia en el mundo. Tras el florecimiento posterior a la caída del Muro de Berlín, las últimas dos décadas han registrado dinámicas de deterioro de muchas democracias y una considerable consolidación de tantos regímenes autoritarios. El pasado día 24 de febrero, día de inicio de la invasión de Ucrania por parte de las fuerzas rusas, la organización Freedom House publicó su informe anual bajo el título de “La expansión global del gobierno autoritario”, en el que se alertaba de que este tipo de sistemas ya desafían a la democracia como modelo dominante. Desde entonces, sin embargo, graves reveses se acumulan en el campo autoritario.
La ofensiva contra Ucrania está causando gravísimas pérdidas a Rusia en términos militares y económicos; China se halla muy afectada por rebrotes pandémicos; Turquía alcanzó en abril una tasa de inflación del 70%; Cuba se desangra en un elocuente éxodo migratorio, con 115.000 ciudadanos que entraron de forma irregular en EE UU en siete meses; y aunque no hay mucha información clara disponible, todo apunta a que Corea del Norte afronta una situación catastrófica por la covid.
Por supuesto se pueden encontrar desarrollos positivos en estos meses en otros de los muchos regímenes autoritarios o de las democracias amputadas que gobiernan en el mundo. Pero es significativo que serias tribulaciones afecten a varios de los países más representativos del amplio panorama de los Estados no plenamente democráticos.
Por supuesto, también, cada uno sufre circunstancias de distinta naturaleza, como diferentes son el vigor y los modelos de gobierno de estos países. Pero en todos esos casos hay cuando menos indicios de un común denominador: los problemas vinculados a los procesos decisionales en sistemas desprovistos de libertad plena.
Muchas democracias sufren disfunciones que las convierten en sistemas litigiosos, polarizados, casi paralizados. En los últimos años los regímenes autoritarios han subrayado esas disfunciones, y esgrimido su presunta eficacia para afianzar su legitimidad. China y Rusia han verbalizado la idea de que la esencia democrática reside más en el servicio prestado a la ciudadanía que no en las instituciones liberales y ciertos mecanismos de representación.
Al margen del juicio de valor sobre esa interpretación materialista del concepto de democracia, los acontecimientos de los últimos meses cuestionan el mantra de la eficacia. No borran las disfunciones de las democracias liberales, ni tampoco representan de por sí una inversión de la tendencia histórica que destaca el informe de Freedom House, pero como mínimo ponen bajo los focos las debilidades propias de las gestiones autoritarias. Sustancialmente, unos mecanismos de toma de decisión lastrados por falta de pluralismo, miedo a hablar incluso dentro del sistema, endogamia, dogmatismo, eternización de liderazgos.
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“En lo que va de siglo, las democracias han sufrido, primero en términos geopolíticos con lo relacionado a la invasión de Irak, después con la crisis económica de 2008, la incapacidad de controlar las finanzas”, comenta Vanni Pettinà, profesor de Historia Internacional en El Colegio de México. “Ahora asistimos a un momento en el que parecen recolocarse las cosas, reemerger el valor de ciertos aspectos de las democracias y evidenciarse los problemas de los regímenes. Una suerte de revancha en la que se nota que, en los sistemas autoritarios, con todos los matices ligados a sus diferentes naturalezas, hay procesos decisionales distorsionados, en el que a veces no prima el interés colectivo, y en los que casi siempre es muy difícil revertir los errores. Las democracias son más lentas, pero en esa lentitud hay una dialéctica que permite contemplar mejor la complejidad. Y son más flexibles para corregir”, considera Pettinà.
A continuación, una mirada sobre algunas de las tribulaciones actuales que afectan a varios tótems del mundo autoritario o no plenamente democrático.
Rusia
La invasión de Ucrania lanzada por el Kremlin en febrero es un episodio bélico todavía en desarrollo. El tiempo dirá cuál será su resultado. Sin embargo, de momento, es evidente que está acarreando para Rusia un enorme coste en términos militares, económicos, y geopolíticos.
Las perdidas en el campo de batalla son difíciles de cuantificar objetivamente, pero resultan sin duda ingentes. En el frente económico, las sanciones de Occidente no han provocado un colapso total, pero el daño es grave. Las autoridades rusas prevén una contracción del PIB de casi ocho puntos este año y una inflación del 17%. La fuga de cerebros pasará factura —entre 50.000 y 70.000 informáticos se marcharon tan solo en las primeras 4 semanas según un reporte de una asociación del sector—. Los ingresos energéticos son altos, pero es probable que acaben viéndose afectados por la paulatina, aunque dificultosa, desconexión occidental. El nivel de importaciones ha colapsado, no solo desde países que imponen sanciones, sino incluso de otros, lo que evidencia una muy problemática senda de aislamiento que impedirá a la economía rusa funcionar con normalidad.
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Todo esto es el resultado de decisiones alumbradas en una lógica de poder con graves distorsiones. “Una lógica presente en la cultura soviética y en la de la Rusia actual, por la que el dirigente debe ser a la vez un hombre fuerte y temido y que obviamente representa una gran debilidad para el sistema”, dice Carmen Claudín, investigadora sénior asociada de CIDOB y experta en Rusia.
“El entorno del gran jefe no se atreve a hablar libremente delante de su superior ni transmite de forma fidedigna toda la información que tiene, que a su vez ha sido filtrada por sus subalternos de acuerdo al criterio de lo que presuntamente más le puede agradar oír al superior”, prosigue la analista, que menciona la tremenda escena del Consejo de Seguridad de Rusia en vísperas de la guerra, en la que Putin humilló ante las cámaras a Serguéi Naryshkin, el jefe del servicio de inteligencia exterior.
“Eso lo explica todo. Si pasa eso con una figura de tanto relieve, si esa persona no puede contener el miedo delante de las cámaras, ¿cómo los demás por debajo van a atreverse a decir algo que no guste? Es evidente que lo ocurrido en Ucrania es la consecuencia nefasta de cierta lógica en la toma de decisiones. En estas circunstancias, las decisiones tomadas, la estrategia diseñada, están debilitadas, invalidad de raíz, porque se apoyan en una serie de datos e informaciones que poco a nada tienen a que ver con la realidad”, concluye Claudín.
China
El gigante asiático se halla afrontando un claro momento de dificultad. El régimen de Pekín ha seguido manteniéndose pegado a su política de covid cero ante la insurgencia de nuevos brotes pandémicos con características de mucha mayor contagiosidad que las primeras variantes, que logró contener exitosamente limitando los daños mucho mejor que las democracias occidentales. Pero la misma política aplicada a las nuevas circunstancias es muy cuestionada por muchos expertos —incluida la OMS, que la ha calificado de “insostenible”—.
Un puente cerrado en Shanghái a causa de los confinamientos por covid, el pasado día 18. ALY SONG (REUTERS)
La consecuencia son durísimos encierros que están afectando a decenas de millones de ciudadanos y provocando un considerable frenazo de la economía. Las ventas al por menor, importante indicador del consumo, fueron el pasado abril un 11% inferiores a las del mismo mes del año anterior. Los datos de compraventa inmobiliaria son pésimos, una caída del 40% con respecto al año anterior —un retroceso superior al que se produjo en el estallido inicial de la pandemia— lo que ha inducido a un considerable reajuste de los tipos de referencia de las hipotecas.
Esta coyuntura permite interesantes reflexiones sobre el modelo de gobierno de China bajo el liderazgo de Xi Jinping. Sarah Cook, directora de investigación para China de Freedom House, señala dos elementos de análisis. Por un lado, la experta destaca que “la incapacidad del Partido Comunista Chino para admitir un error tiene claramente un papel en esta situación. Ellos han vinculado tanto de su legitimidad —y de la reputación del proprio Xi Jinping— a la política de covid cero que con el cambio de condiciones sienten que no pueden cambiar de políticas. Este tipo de rígida dinámica de ‘no se puede dar marcha atrás’ es evidente en otras políticas y posiciones que, si cambiadas, pudieran de hecho mejorar la legitimidad del régimen ante mucha o parte de la opinión. Pero ellos han dedicado tanto de su esfuerzo a justificar la política o la posición, que sienten que simplemente no pueden dar marcha atrás sin propinar un gran golpe a su control del poder”.
Por el otro, Cook señala el factor de “la concentración de poder en la figura de Xi y el tipo de ‘culto de la personalidad’ que ha creado. Tiene en sus manos muchas más áreas políticas que líderes anteriores y es menos colectivo en el proceso decisional. Además, ha tomado una línea mucho más dura en la supresión del disenso dentro del PCCh. El resultado es que, para expertos y para aquellos que quizás apoyan el régimen pero quieren ayudarle a gobernar mejor, es más difícil hacerse escuchar”.
En este contexto, resulta relevante señalar la menor eficacia de las vacunas chinas, la reluctancia de Pekín a aceptar las versiones ARN occidentales y el amplio número de mayores de 60 años sin pauta completa. Estos problemas y las circunstancias actuales no equiparan a China al nivel de impacto sanitario y económico sufrido por la mayoría de países occidentales, pero pone en evidencia deficiencias muy alejadas de la trompeteada eficiencia.
Turquía
Turquía sufre graves turbulencias vinculadas a una inflación que roza el 70% en base interanual. En el caso de alimentos, se sitúa en un 90%. La historia enseña la peligrosidad de espirales inflacionistas descontroladas.
En este caso también, la coyuntura de crisis va estrechamente vinculada a cuestionables aspectos del modelo de Gobierno del país, en concreto indicios de nepotismo y extralimitación del presidente, Recep Tayyip Erdogan. Problemas vinculados a la divisa y a la inflación no son nuevos en Turquía, y Erdogan ha tomado decisiones y posicionamientos polémicos. Nombró ministro de Finanzas a su yerno —que luego dimitió en noviembre de 2020— y presionó de forma clarísima al Banco Central —entre otras cosas destituyendo a un gobernador que se le resistía— para que mantuviera tipo bajos en medio de una inflación inquietante.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, el pasado 18 de mayo en el Parlamento.TURKISH PRESIDENT PRESS OFFICE H (EFE)
Francisco Veiga, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y especialista en Europa Sudoriental y Turquía, señala algunos interesantes rasgos definitorios del sistema erdoganista. “Con Erdogan, toma el poder la clase media musulmana de Anatolia Central y se produce una marginación de los kemalistas laicos. Las nuevas clases llegadas al poder han ido afianzándose en la estructura social, y en gran medida se han apoyado en procesos de selección nepotistas, endogámicos. Esto vale tanto para las altas esferas como a nivel de pequeños alcaldes. La base del poder de Erdogan reside en una distorsión de ciertos elementos sociopolíticos que son propios de la cuenca mediterránea y que aquí conocemos como caciquismo. Por supuesto esto lleva a tomas de decisiones abusivas”
Cuba
Cuba se ve afectada por la enésima hemorragia demográfica, con 115.000 ciudadanos que entraron de forma irregular en EE UU en siete meses, casi un 1% del total de la población (equivalente a que se marcharan de España unas 400.000 personas) y en gran medida jóvenes.
Solicitantes de asilo cubanos en Yuma, Arizona, EEUU. Anadolu Agency (Anadolu Agency via Getty Images)
El éxodo es “obviamente el fruto de toda una serie de decisiones económicas equivocadas”, comenta Pettinà, que es especialista en el área latinoamericana. “Lo interesante es reflexionar sobre el porqué de esas decisiones. Y probablemente el motivo es que se han considerado optímas para el sistema político. El régimen teme que abrir mucho la economía cree núcleos de sociedad más autónomos con respecto al Estado y que eso a medio plazo pueda representar un desafío. Perciben una disyuntiva entre eficiencia económica y supervivencia del modelo político”.
Esta semana Cuba ha recibido una buena noticia con el alivio de algunas de las medidas sancionatorias de EE UU. Sin embargo, ni el camino de la relación bilateral —el viernes Washington volvió a colocar a Cuba en la lista de países que no cooperan completamente contra el terrorismo— ni esa es la solución definitiva a males que tienen en enorme medida raíces internas. Mientras, el sufrimiento, y el éxodo, siguen.
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