Vamos a descubrir un término bastante utilizado en su concepto, aunque la mayor parte de la gente no sabe que recibe el nombre de pleonasmo. Estamos hablando en realidad de una figura retórica cuyo origen etimológico lo encontramos en el término latín pleonasmus. Antaño, igual que hoy, se usaba para reforzar lo que se ha dicho en una expresión pese a no añadir información de valor, y sin cuyo añadido la frase se podría entender perfectamente y sin problemas.
Es decir, implica añadir conceptos a una expresión que, si bien no son necesarios ni mucho menos imprescindibles, ayudan a apuntalar y enfatizar aquello que se quiere expresar, aún a riesgo de caer en una redundancia excesiva.
Por ejemplo, imagínate diciéndole a tu perro o a otra persona: “¡Sal!” En este caso, el pleonasmo lo encontramos en una enfatización que añadiese “¡Sal fuera!”. O sea, en la expresión sal ya se sobreentiende que saldrá fuera, a la calle o a otra parte diferente de la que se encuentra.
Encontramos otros ejemplos de pleonasmos muy claros como cuando decimos: “Sube arriba”, “baja abajo”, “el mudo que no habla”, “un sordo que no oye”, etc.
El uso del pleonasmo
En realidad, esta figura se usa principalmente como forma expresiva, redundando en un concepto o acción. Sin embargo, a veces también implica defectos en el uso del lenguaje.
Es evidente que, viendo los ejemplos antes vistos, cuando alguien es mudo, ya se sabe que no habla. El verbo salir implica irse a otra parte, no es necesario añadir algo como ‘fuera’ que en realidad no aporta nada porque tampoco termina de clarificar la dirección en la que se ha de salir, así que redunda.
También encontramos que el pleonasmo se ha estandarizado en eso que se conoce como ‘frases hechas’. Un buen ejemplo de ello es la expresión “lo vi con mis propios ojos”. Sin duda, muchos la usamos, pero es una obviedad y redundancia, puesto que hoy en día, a no ser que la ciencia en algún momento diga lo contrario, nadie puede ver por los ojos de otra persona.
Así pues, en este momento se diferencian diversos tipos de pleonasmos, aunque no estén directamente establecidos. Hay que saber distinguir entre aquellos que se usan por una utilización limitada del lenguaje de los que proceden de una elaboración intencionada. De ahí que sea una figura que muchos escritores pueden usar para embellecer su obra.
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