La mente del ser humano ha sido siempre y será un terreno desconocido, un rincón inaccesible que guarda importantes secretos sobre nuestra propia identidad. En términos más técnicos, el subconsciente hace referencia a aquello que se encuentra por debajo del umbral de la conciencia, esa parte racional, lógica y analítica del intelecto. Ese estado de consciencia recibe constantemente todo tipo de información a través de los cinco sentidos, para después analizarla y actuar en consecuencia.
Por el contrario, el subconsciente se encarga de todas aquellas acciones que no somos capaces de percibir en primera instancia. Es decir, es el responsable de acumular datos en nuestra memoria, de ejecutar esos hábitos automáticos ya interiorizados o de cumplir con las funciones del cuerpo que se escapan de nuestro control, como la respiración, la digestión o la circulación. La mente subconsciente actúa como un equipo que no se deja influenciar por agentes externos, simplemente cumple con su cometido.
¿Cómo podemos acceder a él?
Según algunos expertos en la materia, la mejor manera de entrar en contacto con el subconsciente es a través de un estado de relajación absoluto. Un proceso complicado y, a veces, imposible. Afortunadamente, existe otro camino que conduce hasta esa parte desconocida de nuestra memoria. Hablamos de la autosugestión. La repetición reiterada de ciertos pensamientos u órdenes mentales desemboca en una respuesta similar al mensaje transmitido.
Por ejemplo, si te muestras convencido de que jamás alcanzarás tu peso ideal, el subconsciente se encargará de que así sea. Tras seguir al pie de la letra esos comandos que la mente consciente insiste en creer, provocando un auto-sabotaje que demuestre tu teoría.
¿En qué se diferencian el subconsciente y la inconsciencia?
La principal diferencia radica en el ámbito de la psicología que determine su definición, pues, en general, ambos términos son casi idénticos. La psicología clásica defiende la concepción expuesta al comienzo del artículo, esa que utiliza el subconsciente para designar el nivel inferior de la conciencia. No obstante, los maestros del psicoanálisis, como es el caso del gran Sigmund Freud, prefieren utilizar el concepto de inconsciencia, en relación al contenido mental reprimido que se encuentra fuera de nuestro conocimiento.
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