Cuando nos preguntamos qué es lo más rápido, la respuesta siempre suele ser la velocidad de la luz. Desde hace varios años, han surgido distintas investigaciones que han tratado de demostrar que se puede viajar más rápido. Albert Einstein, uno de los científicos más famosos sino el que más, fue quien descubrió su velocidad, casi 300.000 kilómetros por segundo. Además, en honor a su velocidad, se representa con la letra c, tomada de celéritās, palabra que en latín significa celeridad o rapidez.
La velocidad exacta de la luz es de 299.792.458 metros por segundo en el vacío. El 21 de octubre de 1983 fue añadida de manera oficial al Sistema Internacional de Unidades. Esto hizo que el metro pasase a ser una unidad derivada de esta constante.
A lo largo de la historia, la luz ha sido un misterio para la humanidad. El griego Empédocles creía que la luz era algo en movimiento, y por tanto tenía pasar algo de tiempo durante su viaje. Algunas teorías, sin embargo, apuntaban a que la luz era proyectada a través de los ojos. A través de esta teoría se planteó también que la velocidad de la luz tenía que ser infinita, pues se podían ver las estrellas del firmamento.
Utilidades de la velocidad de la luz
La velocidad de la luz, además de no guardar tantos misterios como hace siglos, se ha convertido en una herramienta para los astrónomos. Gracias a ella son capaces de calcular la distancia a la que se encuentras otros lugares del espacio. Por ejemplo, el sol se encuentra a 8,32 minutos de distancia a la velocidad de la luz. Además, también se utiliza en física para conocer la longitud de onda y la frecuencia.
Según el medio en el que nos encontremos, la velocidad de la luz disminuye. En el vacío es sitio en el que viaja a su velocidad máxima. Sin embargo, cuando entra en contacto con el aire, su velocidad baja a 299.910 km/s. Como dato curioso, este número se reduce todavía más con el diamante, llegando a “tan solo” 123.957 km/s.
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