Incluso en este año pandémico hay algo que no cambia: septiembre pone en el calendario el otoño, la apertura de colegios y la vuelta a las oficinas. Y aunque el coronavirus siga siendo el protagonista indiscutible del día a día, se abre un escenario propicio para la llegada de otro virus, el de la gripe, que amenaza con compartir créditos como secundario. Es la situación ideal para sacar de sus casillas a todo hipocondriaco que se precie, además de un buen cóctel para llenar salas de urgencias y empezar a colapsar centros sanitarios… salvo que podamos distinguir qué síntomas son compatibles con el coronavirus de los que no.
Teniendo en cuenta las señales de la covid-19 que ya conocemos, al principio se antoja una misión imposible. Pero no lo es del todo. Es cierto que la tarea es suficientemente complicada como para que el más mínimo atisbo de autodiagnóstico sea especialmente desaconsejable este año —la última palabra siempre la tendrán los tests PCR—, pero hay dos factores que deberían ponernos alerta o, por el contrario, darnos algo de tranquilidad. Uno de ellos es el contexto. “Para interpretar tus síntomas es fundamental ese contexto epidemiológico: dónde vives y si en ese entorno hay mucha incidencia o, por el contrario, no ha habido contagios”, dice Julián Olalla, especialista en medicina interna del Hospital Costa del Sol de Marbella y presidente del comité científico del I Congreso Nacional COVID19, celebrado la semana pasada.
Eso, sumado a si hemos cumplido escrupulosamente las normas para prevenir contagios o las hemos pasado por alto, puede darnos una primera pista. “Si has respetado las distancias, te has lavado bien las manos y sabes que has usado la mascarilla correctamente, no tienes por qué pensar que te has contagiado”, tranquiliza María Eulalia de Lucio-Villegas Menéndez, médico de familia y miembro del Grupo de Trabajo de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SemFYC).
El otro factor de la ecuación son los propios síntomas, y en este capítulo hay más matices. Sobre todo porque en esta época del año comienzan a parecer virus que producen señales externas semejantes a las del SARS-CoV-2. El de la gripe es el más importante, hasta el punto de que la covid-19 y la gripe comparten manifestaciones que complican el diagnóstico hasta a los profesionales sanitarios. De hecho, en el primer encuentro interdisciplinar sobre covid-19, la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) destacó que el principal reto al que se enfrentarán en unas semanas es el riesgo de que coincidan en el tiempo epidemias estacionales de virus respiratorios como la gripe con la pandemia.
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La fiebre que caracteriza a la gripe también es bastante común en la infección por SARS-CoV-2 —apareció en el 68,7% de los primeros 18.609 casos de covid-19 notificados en España, según el documento ‘Información Científica-Técnica. Enfermedad por coronavirus, COVID-19’ del Ministerio de Sanidad—. ¿Qué hacer entonces si el termómetro sube de 38 grados? Depende de cómo se presente la fiebre, dicen los expertos. Cuando aparece con los otros dos síntomas cardinales de la covid-19, la tos seca y la disnea o sensación de ahogo, hay pocas dudas —de nuevo, siempre es la PCR la que debe confirmar el diagnóstico—. Y los médicos advierten de que debemos prestar especial atención al último síntoma, la disnea, que es el más preocupante. “Es la que refleja la presencia o no de neumonía, y la neumonía es el indicador inicial de gravedad de la enfermedad”, señala Germán Peces Barba, neumólogo y vicepresidente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR).
Un problema añadido es que, en los tiempos que corren, la propia situación de estrés que estamos viviendo puede crear tal ansiedad que algunas personas confundan ese estado con disnea, al parecerles que les falta el aire. ¿Cómo diferenciar una cosa de otra? “Hay una prueba muy básica que pueden hacer para descartar causa pulmonar: coger aire hasta llenar el pulmón y vaciarlo”, aconseja el neumólogo. “Quienes tienen el pulmón sano lo podrán hacer, y sentirán alivio. Los que tienen el pulmón enfermo, no”, explica.
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Pero incluso cuando no hay disnea existen varios escenarios posibles. Que tengamos tos o no, que la fiebre sea alta o el termómetro indique unas simples décimas, que experimentemos otros síntomas como un cansancio que no recordamos haber sentido jamás, que nos encontremos perfectamente aunque tengamos fiebre… ¿Cómo saber si debemos ponernos en contacto con el sistema de salud de nuestra comunidad? “Al final estamos hablando de un virus, y por eso, aunque la fiebre no se da en todos los casos de covid, sí se da en un alto porcentaje”, apunta Julián Olalla. Y aclara que la fiebre “es una temperatura por encima de 38 grados, y tanto de un día de duración como de siete. En cualquier caso, es una de las cosas que nos deben poner en alerta, aunque te encuentres como una rosa. Sobre todo porque puedes ser portador del virus”, añade.
De hecho, como recuerda José Ramón Martínez-Riera, presidente de la Asociación de Enfermería Comunitaria y miembro del comité organizador del I Congreso Nacional COVID-19, “actualmente, ante cualquier persona con fiebre sin foco ya se actúa como si fuera covid. El problema está en los pacientes asintomáticos que dificultan el control de la propagación del virus”.
Un gran problema para los médicos que sí tiene vacuna
Cuenta el presidente del comité científico del Congreso COVID-19, Julián Olalla, que a medida que han ido conociendo más el virus no les ha cabido duda de que el adjetivo que mejor lo describe es traidor. Creen que el calificativo es acertado porque con el tiempo han aparecido nuevos estudios identificando nuevos síntomas. Y es que parece que todo, o casi todo, puede potencialmente ser un síntoma de una infección del coronavirus SARS-CoV-2. “Tenía un profesor de patología general que decía: ‘En la medicina y en el amor no se puede decir ni nunca ni siempre’. Y con el coronavirus estamos viendo que esto se aplica al pie de la letra. Tiene un rosario de síntomas de lo más variado, pero en unos pacientes se dan unos, en otros, otros…”, señala Olalla. E indica que entre esas manifestaciones tan diferentes se han descrito desde conjuntivitis a manifestaciones cutáneas, pasando por otras a nivel del sistema nervioso central, además de astenia y diarrea.
La buena noticia es que algunos de esos síntomas son característicos del coronavirus casi exclusivamente. Por ejemplo, la anosmia o pérdida del sentido del olfato, salvo que no sea súbita o se tenga un resfriado muy fuerte, casos en los que puede deberse a una congestión nasal aguda. “Las alteraciones en el sentido del olfato y/o del gusto se han observado hasta en el 50% de los pacientes, llegando al 90% en algunos estudios. Además, hasta en uno de cada cinco constituye el primer síntoma”, apunta Fernando López, miembro del comité COVID-19 de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello. López añade que la presencia de estas alteraciones de forma aislada no es frecuente, y que en más del 90% de los casos se acompaña de otros síntomas. Por el contrario, hay un síntoma que, aunque no descarta el SARS-CoV-2, no parece propio de la enfermedad. “Con el coronavirus no se puede decir que no a nada, pero la rinorrea o el moco acuoso está poco descrita en este virus”, añade Julián Olalla.
Ante esta lista de síntomas variados, muchos de ellos comunes a enfermedades que suelen aparecer por estas fechas, ¿cuál es la moraleja de los profesionales sanitarios? En primer lugar, que vacunarse contra la gripe será este año más importante que nunca. “Si quieres evitar que en un mismo individuo concurran las dos infecciones, que puede ser fatal, y también que los médicos se partan el cráneo para ver si lo que tiene ese paciente es una gripe o coronavirus, la vacunación es vital”, dice Olalla con rotundidad.
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En segundo lugar, que las medidas de prevención de contagios son la única forma de esquivar virus como el de la covid. “Hoy por hoy, la única vacuna efectiva y segura que existe es higiene de manos, mascarilla y distanciamiento. Pero además, ante cualquier sospecha, hay que respetar el aislamiento”, afirma María Eulalia de Lucio-Villegas Menéndez, quien recuerda que cuando una persona es contacto de un caso pendiente de confirmar, debe mantenerse en autoaislamiento y, si el caso da positivo, guardar ese aislamiento durante 14 días independientemente de que se tengan síntomas o no. “Es fundamental asumir una responsabilidad individual y colectiva. Seguir pensando que la población tan solo puede y debe jugar un papel pasivo y receptor de las decisiones que tomen tanto profesionales como expertos o políticos es un error”, concluye José Ramón Martínez-Riera.
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