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“Queremos invertir en México, pero nos tienen que dar garantías”


Aunque son apenas unos cientos de los 12 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos, son los primeros que les están hablando al Gobierno de México a la cara. Lo están haciendo con crudeza. Por primera vez se están haciendo en el exterior reuniones ciudadanas (foros consultivos) cuyas propuestas se incluirán en el plan maestro del Gobierno. Es decir, por primera vez la voz de los migrantes al menos va a quedar por escrito. Este fin de semana se celebran los dos últimos foros, el viernes 12 de abril, en Chicago, y el sábado 13 de abril en Nueva York. Antes, se han celebrado otras 11 reuniones de migrantes en los consulados de las principales ciudades de California, Arizona y Texas.

A la espera de ver lo que queda por escrito, ya se pueden sacar algunas conclusiones. En Los Ángeles, por ejemplo, donde está la comunidad mexicoamericana más grande de Estados Unidos, unas 500 personas se juntaron en el Consulado General el pasado día 3. Cantaron el himno nacional y hablaron de corrupción, de los engorrosos trámites para votar, de su ganas de volver o de sus ganas de invertir.

“Aquí hay muchos mexicanos interesados en regresar y hacer una diferencia en el país”, aseguraba José Antonio Ángeles, que lleva 38 años en Estados Unidos. Vino “en los setenta, cuando la vida de los jóvenes era muy difícil”. Tiene inversiones inmobiliarias y se levantó para decir que quería invertir en México, pero necesitaba primero varias cosas. “Un banco que no se quede con las comisiones”, dijo. Seguros del Estado que garanticen las inversiones. “Queremos invertir, pero nos tienen que dar garantías”. Ángeles contaba la historia de un amigo suyo que invirtió en tierras en México y cuando fue a repatriar su dinero “no pudo hacerlo”.

Juan M. Limón se levantó a decir que había tenido “malas experiencias” cuando había invertido en México. “Estamos desprotegidos y necesitamos certeza jurídica. Muchos nos vamos a retirar y quisiéramos regresar a México”, dijo, recogiendo una preocupación que se repitió varias veces: el deseo de volver a su tierra a pasar la vejez, pero el miedo a perder el dinero ganado trabajando en Estados Unidos, por burocracia o por algo peor. Limón contó a EL PAÍS que el episodio concreto al que se refería era que había perdido unos terrenos en los que invirtió hace décadas por culpa de un político local. “Desde lejos no puedes hacer nada”.

Limón tiene 61 años y lo que él quería decirle al Gobierno de México era que tenga en cuenta que la generación del baby boom, que emigró en los 70, se va a jubilar. Tienen pensiones de la Seguridad Social de Estados Unidos con las que vivirían bien en México y crearían riqueza. Pero justamente por haber vivido décadas en EE UU ya no están dispuestos a aguantar corrupción o cosas peores. “Quiero regresar, pero necesito la seguridad de que no voy a estar batallando”.

Hasta un indocumentado siente mayor seguridad jurídica en EE UU que en México. Javier Reinoso, de Guerrero, es propietario de dos talleres de coches en Long Beach sin tener papeles. “Doy empleo en Estados Unidos y no puedo hacerlo en México. con la delincuencia nadie quiere invertir allá”, decía durante el foro de Los Ángeles.

El impulsor de estos foros es Roberto Valdovinos, nuevo presidente del Instituto de Mexicanos en el Exterior. Valdovinos ha sido testigo durante estas jornadas de la desconfianza profunda de los emigrantes hacia las instituciones mexicanas. “Creen que van a dar su dinero y no van a volver a verlo nunca”, admite. Una desconfianza que se mezcla con las ganas de contribuir en México y, en muchos casos, de volver.

“He notado que de verdad muchas personas nunca habían sido escuchadas”, decía Valdovinos esta semana en una conversación con EL PAÍS sobre sus impresiones de los foros. “Llega gente que te abraza y te dice que se sienten mexicanos y que jamás les habían escuchado. En Sacramento vi gente llorando. No me lo esperaba, no creí que el gesto sería tan profundo para alguna gente”.

Valdovinos se declara sorprendido también por las muchas críticas que ha escuchado sobre los consulados. México tiene 50 consulados en Estados Unidos, es la mayor red diplomática de un país en otro en el mundo. “Los consulados estaban bastante alejados de la comunidad”, dice el nuevo presidente del IME. “Hay una desconfianza. Muchas de las participaciones eran quejas sobre cómo los tratan, sobre el elitismo. A partir de ahí veo los foros como una forma de sanar esa relación” entre la diplomacia mexicana y la comunidad migrante.

Entre las quejas y propuestas que ha escuchado, destaca varias. Por ejemplo, que “la gente odia Mexitel”, el sistema de citas de los consulados. O quejas sobre los documentos de identidad. “La gente pide unificar la matrícula consular con la credencial de elector. Son dos trámites distintos para los cuales te piden los mismos documentos”. Son esas cosas que si no se dicen abiertamente y a la cara del Gobierno, no hay motivación para cambiarlas, opina Valdovinos. En la parte electoral, “todo el mundo está en contra del sistema de votación. Lo consideran una farsa. Piden voto en consulado o electrónico. Eso es constante, en cada foro”.

Valdovinos ha visto que la gente no hace propuestas generales, sino sorprendentemente concretas. Por ejemplo, en el tema de las inversiones hubo quien propuso crear un banco para emigrantes mexicanos “como hacen los coreanos”, o quien dijo que se crearan emisiones de bonos específicas para emigrantes para que puedan invertir en los proyectos de infraestructuras.

En los foros se escuchan también propuestas de cultura, como la necesidad de reivindicar la cultura mexicana para las segundas y terceras generaciones, que no la tienen tan clara. Crear institutos para enseñar la lengua. En la atención a los indocumentados, la gente pide más vinculación con las organizaciones no gubernamentales que están ayudando a los sin papeles y más sensibilidad para tratar a personas vulnerables o que no hablan español.

“Esto es un buen inicio”, decía el empresario Ángeles sobre los foros en general. Pero los mexicanos que llevan mucho tiempo fuera de su país tienen una desconfianza profunda hacia las instituciones. “Hasta no ver, no creer”.




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