“Templo Mayor”, en Reforma:
“Luego de los desplantes que ha tenido el presidente por el escándalo de su hijo José Ramón, surgen varias preguntas sobre qué diablos está pasando dentro de Palacio Nacional. ¿Acaso nadie de su equipo le dice la verdad a Andrés Manuel López Orador? ¿No hay alguien que le haga ver que está cayendo en excesos todavía mayores? ¿O en que a nadie le hace caso? Sería bueno saber quién le asesora sobre sus acciones y discursos que violan la Constitución”.
“Bajo Reserva”, en El Universal:
“La impopularidad del responsable de la estrategia para frenar la pandemia de Covid-19, el subsecretario Hugo López Gatell, sigue creciendo, y nos dicen que cada día que pasa pierde simpatizantes, no solo dentro del gobierno federal, sino también con los legisladores de Morena, quienes otrora lo defendían a capa y espada. Rebasados los 312 mil muertos oficialmente, y ante el reclamo, ya son pocos los que sacan la cara por él”.
“Trascendió”, en Milenio:
“En plena sesión del Senado, morenistas reclamaron a su compañera de bancada y presidenta de la Mesa Directiva, Olga Sánchez Cordero, por haber dado más tiempo a la oposición para exponer sus puntos durante las discusiones y de hecho el coordinador de la mayoría, Ricardo Monreal, le dijo que fue “demasiado tolerante”, mientras que Antares Vázquez consideró que la ex titular de Gobernación fue ‘parcial hacia la derecha’. Se llevan duro”.
“Estrictamente Personal”, en El Financiero:
“El paso adicional que dio esta semana el presidente Andrés Manuel López Obrador en contra de periodistas y medios al llamarlos ‘golpistas’ que buscan impedir que ‘se lleve a cabo un verdadero cambio en el país’, no fue solamente una frase que salió de su hígado, sino del convencimiento de que hay en marcha un esfuerzo de un sector del gobierno de Estados Unidos que busca derrocarlo. López Obrador lleva semanas con la idea fija, compartida por varios de sus colaboradores más cercanos, de que un ‘golpe blando’ está en construcción. Esto lo han repetido sus propagandistas desde hace más de dos años, sin explicar por qué, si eso fuera cierto, no ha tenido éxito. No hay ningún ‘golpe’ cocinándose en Langley o Foggy Bottom, pero es una recurrente justificación de López Obrador para esconder ineficiencias, conflictos de intereses y actos de corrupción en su familia y gobierno, así como también un control de daños preventivo”.
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