Si tienes al menos un tatuaje, puede que hayas sentido esa “necesidad” de cubrir absolutamente todo tu cuerpo con tinta, una percepción muy habitual que se percibe cuando pasamos por este proceso. Son muy pocas las personas que, en efecto, acaban por cubrirse completamente. Podemos mencionar, entre ellas, a Betty Broadbent, la mujer más tatuada del mundo.
Si no has escuchado hablar de ella, pero sí de la “Venus tatuada”, este apodo refiere a la mismísima Betty Broadbent, una mujer que fue pionera no sólo por tapar absolutamente toda su piel con tinta, sino porque lo hizo en una época en la que esto parecía reservado únicamente a los hombres.
Es por eso que Betty fue considerada un modelo a seguir por el feminismo de los años 30, reflejado tal vez más en su capacidad de elección personal que en la idea de pasar por la aguja infinitas veces.
Betty Broadbent y el amor por los tatuajes
Nacida en Filadelfia el 1 de noviembre de 1909, inició su amor por los tatuajes cuando sólo tenía 14 años, al cruzarse con Jack Red Cloud y su increíble espectáculo callejero.
Hablamos de un reconocido personaje de la época, cuyo cuerpo estaba cubierto de tatuajes, que inmediatamente deslumbraron a la protagonista de este artículo, llevándola a tomar la decisión definitiva de seguir aquel camino en su edad adulta, sin dejar rincón de piel sin teñir de negro.
De hecho, fue el tatuador de Jack Red Cloud el primero que realizó algún tatuaje sobre su cuerpo. Hablamos de Charlie Wagner, conocido como “Chas Wagner”, a quien Betty le pagó gracias a los ahorros conseguidos por sus anteriores trabajos como niñera en Atlantic City.
327 tatuajes de artistas de la época
Al cabo del tiempo, Betty Broadbent acabaría exhibiendo sobre su cuerpo un total de 327 tatuajes, aunque no todos fueron de Wagner, sino que contó con la colaboración de otros grandes artistas, como Joe Van Hart, Tony Rhineager y Roja Gibbons, por mencionar varios de los destacados.
Y sus tatuajes eran de lo más diversos, desde las caras de la Virgen María y del Niño Jesús, hasta otros rostros que poco tenían que ver con lo religioso, como Charles Lindbergh y Pancho Villa, revolucionarios a los que probablemente admiraba por mostrar la misma tenacidad que ella.
Con una carrera entera dedicada al show circense, Betty fue la primera persona en formar parte del Salón de la Fama del Tatuaje en agosto de 1981, y falleció en 1983 mientras dormía, a los 74 años.
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