Su palabra favorita siempre ha sido libertá, así, con tilde en la última vocal, pero desde que la pandemia por el coronavirus se ha instalado en las vidas de todos Raffaella Carrà (Bolonia, 1943) utiliza más el vocablo respeto. Así lo asegura en conversación telefónica con EL PAÍS desde su casa de Roma, donde se recluyó al inicio de la cuarentena y desde donde mira con expectación todo lo que sucede en el exterior. “Estoy un poco revuelta y tengo miedo, como es normal. Esta pandemia es muy testaruda”, dice quien ha viajado por casi todos los países del mundo rompiendo moldes a golpe de melena y con un vestuario lleno de lentejuelas y brillo con el ombligo al aire en años de censura.
Ahora apenas sale de casa excepto para lo imprescindible. La fama en estos momentos no es buena compañera porque, dice, no es momento para que te paren por la calle a pedirte una foto. Esa cercanía con el otro es lo que le hizo a Raffaella decidir posponer su regreso a A Raccontare comincia tu, el programa de la televisión pública italiana, la RAI, inspirado en el formato español de Bertín Osborne, Mi casa es la tuya, donde la diva entrevista a personajes del mundo de la cultura, el espectáculo o el deporte. “Si me tengo que sentar a dos metros de mi entrevistado y no puedo tocarlo o abrazarlo, se pierde parte de la esencia. Y hay que cumplir las normas”, asegura concienciada con la situación. El país transalpino, foco inicial de la pandemia, fue el más golpeado en los meses de marzo y abril y, aunque había resistido mejor que sus vecinos los embistes de la segunda ola, esta ya golpea con fuerza de nuevo a los italianos. Para ella cumplir las normas básicas —mascarilla, lavado de manos y distancia de seguridad—, es lo mínimo que los ciudadanos tienen en sus manos. “Ahora están diciendo que hay que tener sexo con distancia, ¿cómo le explicas eso a los jóvenes? ¡Que me lo expliquen a mí!”, ríe quien cantaba que en el sur es donde mejor se hace el amor.
La cantante, actriz y presentadora sigue igual de incombustible que siempre. La película musical Explota explota de Nacho Álvarez la ha traído de vuelta a la actualidad y aunque está encantada con esta especie de homenaje en la gran pantalla, donde hace un cameo, admite que no le ha picado de nuevo el gusanillo de la interpretación. Su sueño era ser bailarina coreógrafa, pero su maestra le chafó esa fantasía al considerar que sus tobillos eran demasiado finos. Debutó en el cine a los nueve años y aunque la televisión fue su mayor escaparate, probó suerte en algunas películas en su Italia natal y dio el salto a Hollywood. Pero ese mundo no era para ella. “Cuando termina el trabajo a las cinco de la tarde todo el mundo sale de fiesta. Y yo ni me drogo ni bebo”, admite quien rompió un contrato con la Fox para regresar a casa junto a su madre. “Allí todo el mundo te dice I love you enseguida. Para querer a alguien primero tienes que conocerlo, ¿no?”, añade sobre esa hipocresía instalada en la meca del cine.
Esta artista polifacética que se convirtió en todo un símbolo de libertad en los años sesenta y setenta cuenta que ser ella misma nunca le ha resultado difícil porque “no es nada impostado, es todo natural”, aunque admite que sí le ha costado alguna batalla en el pasado. “No solo era mostrar mi cuerpo, era hacer entender que el cuerpo de una mujer siempre está unido a su cabeza. La sensualidad no está reñida con la inteligencia, la simpatía, la ironía…”, explica sobre aquellos años en los que hasta el mismo Vaticano censuró su estilo en su histórica coreografía en la RAI del Tuca Tuca. Celebra que el feminismo se haya instalado por fin en la sociedad, aunque cree que todavía queda mucho por hacer: “Se hace bien en descubrir estos velos tupidos. Es importante, y no siempre pasa, que valoren tu talento y que no digan de ti que has hecho algo por acostarte con o ser novia de”.
Asegura que esta nueva película inspirada en sus canciones no es biográfica. “No es mi historia. Yo nunca he dejado a un hombre plantado en el altar porque nunca he tenido intención de casarme”, aclara sobre una de las diferencias con la protagonista de la cinta que interpreta Ingrid García-Johnsson, que abandona a su novio el día de su boda para seguir su sueño de ser bailarina en la televisión a través de las canciones más conocidas de la diva. A Raffaella, que ha contado en varias entrevistas que dio calabazas a Frank Sinatra, ahora no se le conoce pareja y no tiene hijos, pero le encanta la vida familiar y disfrutar de su sobrino.
Alejada de todo y de todos, su gente es su único entretenimiento. A sus 77 años no piensa en la jubilación —”no me gusta esa palabra”—, pero está feliz por todo lo que ha hecho en el pasado. “He tenido tantas satisfacciones que puedo decir que podría no hacer más”, dice en un perfecto castellano. Bromea con que su español no tiene la perfección del de la Real Academia, pero nadie lo habla tan bien como ella. Recibió clases para los programas españoles Hola Raffaela o En casa con Raffaella, con el que conquistó a los españoles en los años noventa y a ella le permitió enamorarse de este país. Aquí espera volver en cuanto todo vuelva a su cauce para disfrutar de la gente y, sobre todo, de la gastronomía. “Es bellissimo”, suelta entusiasmada por recuperar pronto su vida. A la diva de la eterna media melena rubia y los dientes separados todavía le queda mucha mecha.
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