“Mi madre me ha dicho que si vuelvo a casa mi padrastro me va a matar. Él me odia y siempre me pega y esta vez, si vuelvo, me matará. Tengo mucho miedo”. Amin, nombre ficticio de un chico de 14 años, no quiere regresar a Marruecos. Entró en Ceuta durante la crisis fronteriza del pasado mes de mayo y su testimonio, recogido por Save the Children, es uno de los que más ha marcado al equipo que está en la ciudad autónoma para identificar a los niños más vulnerables. Son decenas y se han detectado casos de malos tratos en el seno familiar, mendicidad, abuso y explotación sexual y laboral.
Tras desencadenarse la crisis, con la entrada de más de 10.000 personas en solo tres días, el Área de Menores ceutí, sobrepasada, acordó con Save the Children la realización de entrevistas entre los más de 1.100 niños, entre 12 y 17 años, que se quedaron en la ciudad autónoma. El objetivo es tener un informe detallado de cada uno de ellos y plantear soluciones dependiendo de su situación. En algunos casos tendrán que ser atendidos en un centro especializado, en otros convendrá un acogimiento familiar y en otros se seguirá intentando las repatriaciones, frustradas hasta ahora a pesar de que el rey Mohamed VI dio órdenes de facilitarlas.
En estos casi dos meses, los técnicos y mediadores de Save the Children han completado 260 entrevistas y los testimonios de los niños y niñas revelan que un cuarto de ellos sufrió violencia física, abusos o malos tratos en su país de origen, Marruecos en la inmensa mayoría de los casos. Algunos lo sufrieron en sus casas con sus padres, o por parte de su familia extensa, pero otros son niños que vienen de la calle, expuestos a las agresiones de otros niños y adultos. Además, uno de cada seis menores encuestados sufrió tortura o trato degradante antes de llegar a España. “Todos los niños han escapado de situaciones de pobreza, pero estamos viendo que hay perfiles que muestran unas vulnerabilidades mayores y es urgente tomar medidas”, explica el coordinador del equipo de la organización en Ceuta, Rodrigo Hernández.
Amin contó que perdió a su padre y que su madre se casó con otro hombre que le sacó del colegio a los 10 años. Entonces, pasó a obligarle a mendigar o a limpiar zapatos durante todo el día para traer dinero a casa. Cuando no lo lograba o el dinero no era suficiente, el padrastro respondía con palizas a él y a su madre. Otro de los niños entrevistados, de unos 13 años, fue expulsado de casa porque su familia no podía mantenerlo. Una mujer lo acogía, pero solo le daba comida y cama si pagaba. Pasó tres años pidiendo dinero y trabajando en la calle. Hasta que decidió huir a Ceuta.
El grupo de niñas, aunque no tan numeroso, ha requerido una atención especial. Entre las 85 chicas que hay en los centros de emergencia habilitados por la ciudad se han encontrado casos de violencia sexual y también de explotación sexual, niñas obligadas a prostituirse.
El equipo también está identificando problemas psicológicos y cognitivos entre los menores. Tienen crisis de ansiedad, pesadillas, temblores, les cuesta hablar o evitan relacionarse con el resto. En algunos casos es consecuencia de las experiencias vividas y en otros —Save the Children está estudiando caso a caso— es posible que hayan sido precisamente estos problemas los que les han expuesto aún más a los abusos. “Por las noches tengo pesadillas en las que veo lo que he sufrido en la vida en la calle. Me despierto gritando y mis compañeros de habitación se asustan, creen que estoy loco”, les dijo a los entrevistadores Mohammed, nombre ficticio de un chico marroquí de 13 años.
Las causas por las que los menores salen de Marruecos son conocidas para las autoridades locales. Ceuta lleva años recibiendo en sus centros casos muy delicados e incluso niños muy enfermos que sus padres abandonan a este lado de la frontera con la esperanza de que tengan un tratamiento médico. Pero esta crisis ha traído menores más pequeños de lo habitual y la cantidad de niños y niñas que permanecen en la ciudad y que necesitan atención especial es “insostenible”, insisten fuentes del Gobierno local.
Son 800 menores conviviendo en naves, en un campamento de barracones y un polideportivo y otros 200 fuera del radar, que viven en casas o en la calle. El reparto de 200 niños que ya acogía la ciudad antes de las crisis y que acordaron las comunidades autónomas aún no ha finalizado. Varias autoridades autonómicas, revelan fuentes del Gobierno local, todavía no han respondido a la peticiones del Área de Menores ceutí para concretar los traslados.
Save the Children pide la implicación del Gobierno Central, de otras comunidades e incluso de Europa. “Estos niños tienen unos derechos y nosotros como sociedad nos hemos comprometido a garantizarlos”, defiende Hernández, el coordinador de la organización. “Muchas veces nos perdemos en discursos de competencias y capacidades, y nos olvidamos de que el problema no lo tenemos nosotros sino los niños”.
Mientras tanto, Ceuta busca soluciones por su cuenta. El padre Ángel, fundador de Mensajeros de la Paz, ha estado esta semana en Ceuta para estudiar con la ciudad el traslado de medio centenar de niños a instalaciones de la ONG en la Península. Es un paso para delegar la guarda de los niños en entidades sociales, pero, aun concretándose, es insuficiente. También está en Ceuta un oficial de Unicef Ginebra que va a mapear los centros de acogida y colaborará en la coordinación de actuaciones con el resto de organizaciones que están trabajando en la ciudad. El Gobierno local está especialmente preocupado con la llegada del mes de septiembre, cuando comienza el curso escolar y los niños deberían ser escolarizados. “No hay en la ciudad para atenderlos ni herramientas para su inclusión educativa ni laboral”, mantienen. De momento, la delegada del Gobierno en Ceuta, Salvadora Mateos, ya ha anunciado que no se plantea la escolarización, porque el sistema educativo no tienen capacidad, y sigue apostando por una repatriación que, de momento, sigue sin prosperar.
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