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Realismo esotérico para encontrar el sentido de la vida rural

Tráiler de la película ‘Destello bravío’.

Si el realismo mágico llegó hace tiempo al cine, ¿podemos hablar también del documentalismo mágico? La directora Ainhoa Rodríguez (Madrid, 38 años) explora este concepto en su primer largometraje, Destello bravío. Pasó nueve meses en los rincones rurales de la comarca de Tierra de Barros (Extremadura) construyendo un guion a raíz de los relatos, fábulas y leyendas de sus habitantes. Fue el tiempo que necesitó para ganarse su confianza y que le abrieran las puertas de sus casas y también de sus emociones. El resultado se condensa en un personalísimo juego audiovisual con elementos documentales aderezados de ficción que acaba de proyectarse en el Festival Internacional de Cine de Róterdam (Países Bajos).

Ambientada en una pequeña población suspendida en el tiempo, la cinta representa la decadencia de un tipo de vida tradicional a punto de desaparecer. La despoblación y la abulia del día a día marcan la existencia de sus vecinos, en especial de sus mujeres, que reprimen un profundo deseo de experiencias liberadoras. “La forma de rodar la película comenzó con una intuición como muchas de las cosas que ocurren en este relato. Supe que tenía que crear un vínculo con la gente de un pueblo en el que no conocía absolutamente a nadie”, explica la directora, quien de esta forma explora la parte oculta de sus raíces.

La directora Ainhoa Rodríguez.

“A mí me nacieron en Madrid”, cuenta. Fue así porque su familia materna es madrileña, pero Rodríguez se ha criado entre Cáceres y Almendralejo, de donde es su familia paterna. Así que se puede decir que es una mujer criada en Extremadura y formada en Madrid, el lugar al que regresó para estudiar cine y comunicación audiovisual y donde sigue viviendo.

“Rodar en estos lugares ha sido una vivencia emocionante, porque estas personas podían haber sido los vecinos de mi abuela Concha y mi abuelo Antonio. La idea inicial era mostrar cómo gente trabajadora en algo tan duro como es el campo fabula de un modo u otro, ya sea de una forma religiosa, esotérica e incluso psicodélica, para encontrar un sentido a su existencia”, desvela. La cineasta tenía además muchas ganas de rodar con actrices y actores no profesionales de un pueblo pequeño, “porque son la materia prima más cautivadora y rica que puedes tener”. Pensaba que, explorar juntos a ellos los límites de la realidad y la ficción, podría llevarle “a encontrar nuevas vías en el cine”.

Un plano inicial con dos mujeres en plena borrachera, tan ruidosas como diminutas ante la imponente naturaleza que se impone en pantalla, arranca una trama no siempre lineal y llena de una tensión soterrada propia del género de terror. En un momento dado, un grupo de mujeres de mediana edad entra en trance y comienzan a bailar de forma sensual en el salón de una de sus casas. La referencia al realismo mágico es inevitable. “Cuando visitas ciertos lugares de América Latina y ves esos paisajes tan apabullantes, entiendes que, si alguien te dice que uno del pueblo subió a los cielos, te lo tienes que creer. Y por eso también entiendo que en Tierra de Barros sueñen con subirse a lomos de un animal para volar sobre el campo”, defiende Rodríguez. Destello bravío se apoya en esos parajes extremeños que tanto hipnotizan a su creadora. Los muestra en pantalla desde una visión “más agnóstica que la de los protagonistas” y con una personalísima técnica audiovisual, preocupada en todo momento de incluir intensas texturas lumínicas y sonoras. “Quería retorcer los sonidos del campo”, confiesa. Con esta rotundidad estética también refleja “las dualidades de la película, entre lo documental y lo tradicional y una realidad inventada, emocional y subjetiva”.

Realismo mágico en los paisajes de Tierra de Barros.

Algunas de esas secuencias cargadas de subtexto reflejan “las injustas herencias patriarcales que se van transmitiendo de generación en generación, que es algo universal que compartía con ellas”. Para preparar junto a sus actores, y en especial sus actrices, estas situaciones que jamás hubieran imaginado vivir ni en su vida real ni ante una cámara, la directora trasladó al campo la forma de trabajo propia de los talleres cinematográficos a los que ha asistido o ha impartido. De uno de ellos, celebrado en 2006 en La Casa Encendida de Madrid, se le quedaron impregnadas las palabras del iraní Abbas Kiarostami en su encuentro con el español Víctor Erice. “Dijo algo así como que los cineastas occidentales lo tenemos todo mucho más fácil, así que tenemos que ser muy exigentes con nosotros mismos”. Desde entonces, ella busca nuevos lenguajes audiovisuales, sin obviar a los grandes maestros. Precisamente la poética de Erice sale a relucir a menudo en las críticas que se han publicado sobre la película desde su proyección de esta semana en el Festival Internacional de Cine de Róterdam. “Es un referente, pero yo le añado mi humor negro, mi forma de arañar las esquinas, que no está en sus trabajos”, puntualiza Rodríguez.

Con su estreno en este certamen, Destello bravío sigue la estela de El año del descubrimiento, el documental de Luis López Carrasco que se presentó en enero de 2020 ante los asistentes de este mismo festival y que se ha convertido en estos meses en uno de los títulos más celebrados del cine español. La debutante ha sentido que su trabajo “ha tenido una gran repercusión” en la audiencia, aunque lo ha tenido que comprobar desde el salón de su casa. Por primera vez, el festival se ha celebrado de forma virtual. “La manera de palpar el agua ha sido escuchando lo que nos iban contando los organizadores sobre la demanda de visualizaciones, observando el interés de la crítica y las reacciones en redes sociales”, comenta.

La madrileño-extremeña mantiene la esperanza de que la película pueda verse en pantalla grande, que es para lo que ha sido concebida, en un evento presencial que el certamen neerlandés prepara para el mes de junio, a modo de “justicia poética”.

EL guion de la cinta está basado en las confesiones reales de sus protagonistas.

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