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Recuperación robusta


España ha logrado cerrar la herida abierta por la pandemia en el mercado laboral. El año 2021 se ha despedido con récord de cotizantes, muy cerca ya de los 20 millones, gracias a la creación de empleo más intensa desde 2005, de cerca de 800.000 puestos de trabajo. Si lo que se considera es el empleo efectivo, incluyendo los trabajadores que han retomado la actividad desde expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), la generación de puestos es aún mayor y ronda los 1,5 millones. A su vez, el número de parados registrados es el más bajo desde 2007, aunque para el desempleo la encuesta de población activa (EPA) suele resultar una fuente más fiable.

Las cifras del mercado laboral están ya claramente por encima de las previas a la crisis del coronavirus, que provocó una contracción de la actividad sin precedentes por el confinamiento y las restricciones. En menos de dos años se ha recuperado el empleo perdido por la pandemia, lo que contrasta con los 12 años que costó recuperar los niveles de afiliación de 2007, los previos al estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera.

Pese a algunos errores de política económica y claros fallos en las previsiones, el Gobierno acertó con dos medidas decisivas para mantener el tejido empresarial y el empleo, los avales del ICO y los ERTE, que primero amortiguaron la pérdida de puestos de trabajo y después han permitido su recuperación progresiva. A eso se ha unido un éxito considerable en la campaña de vacunación y una progresiva recuperación de la actividad, aunque más lenta que la del empleo.

Habrá que esperar a conocer las cifras de contabilidad nacional del cuarto trimestre, pero entre las razones que explican hasta ahora —al menos, en parte— la disparidad entre el ritmo de recuperación del empleo y del producto interior bruto está que aún quedan más de 230.000 trabajadores con actividad limitada, entre asalariados cubiertos por ERTE y autónomos con prestación. Ese desfase también tiene que ver con sectores rezagados como el del automóvil o el turismo, que se han dejado con la crisis mucha más actividad que puestos de trabajo, o con el hecho de que sea el empleo público el que en términos efectivos ha recuperado los niveles previos a la crisis, mientras aún no lo ha hecho el privado. Con todo, las cifras laborales de 2021 muestran una recuperación sólida y que llega a los ciudadanos.

La precariedad y la temporalidad continúan siendo la cara B de la fuerte creación de puestos de trabajo, con un abuso de los contratos por meses, semanas, días u horas y unos sueldos que pierden poder adquisitivo ante la subida de los precios. Mejorar la calidad del empleo es uno de los objetivos declarados del acuerdo para retocar algunos aspectos de la reforma laboral de 2012, y habrá que ver en este año que empieza si resulta eficaz para ello.

La subida de los precios, sobre todo de los energéticos, algunos problemas de oferta y la continuidad del desafío sanitario —por los contagios masivos de la variante ómicron— marcan el arranque del nuevo año y pueden suponer un lastre para que continúe la fuerte creación de empleo. En cambio, el Gobierno puede tener en la ejecución de los fondos europeos un gran aliado para impulsar la actividad económica y mejorar el modelo productivo.

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