Regreso al ‘striptease’ de feria de Susan Meiselas


A lo largo de cuatro años, en la década de los setenta, Susan Meiselas (Baltimore, 1948) se adentró en la vida de un grupo de mujeres strippers que, de localidad en localidad, recorrían la costa oeste de Estados Unidos. Por aquel entonces la artista se encontraba en la mitad de su veintena. Aunque impartía clases de fotografía en una escuela de enseñanza primaria en el Bronx, su compromiso con el medio estaba aún por decidir, pero aquella inmersión en un submundo moldeado por la famélica mirada masculina acabaría por sellar su destino. Carnival Strippers, la serie fotográfica que emprendió en aquellos días, abriría las puertas de la agencia Magnum a la fotógrafa, marcando los parámetros que aún definen su fotografía. En 1976 sus imágenes quedarían reunidas en un libro al que muchos se refieren como uno de los proyectos fotográficos más determinantes de la segunda mitad del siglo XX. Tras un reedición en 2003, la editorial Steidl lanza una nueva y expandida versión que acompañará a Mediations, la retrospectiva dedicada a la artista que se inaugura el 30 de abril en el C/O Berlin.

Tunbridge, Vermont. 1974.Susan Meiselas / Magnum Photos / Cortesía Steidl Lena durante un descanso. Vermont. Essex Junction. Septiembre 1973.usan Meiselas / Magnum Photos / Cortesía SteidlLos Managers. Essex Junction, Vermont, 1974.Susan Meiselas / Magnum Photos / Cortesía Steidl Antes del espectáculo. Tunbridge, Vermont, 1974.Susan Meiselas / Magnum Photos / Cortesía SteidlCarretera de Aguilares. El Salvador, 1983.Susan Meiselas / Magnum Photos (©Susan Meiselas / Magnum)Sandinista en los muros del cuartel de la Guardia Nacional de Estelí, Nicaragua, 16 de julio de 1979.Susan Meiselas / Magnum PhotosAutorretrato. 44 Irving Street. Cambridge. Massachussetts, 1971.Susan Meiselas / Magnum PhotosPebbles con Enzo y Tina en la piscina de Carmine Street. Little Italy, Nueva York. 1978.Susan Meiselas / Magnum Photos

Las edades de las strippers rondaban entre los 17 y los 35 años. Ganaban de 15 a 50 dólares al día por trabajar en un camión que cada noche se transformaba en dos escenarios, uno abierto al público en general y el otro camuflado bajo una lona. Acicaladas con unos abigarrados conjuntos de ropa interior, contoneaban sus cuerpos atrayendo la atención de una multitud de espectadores; adolescentes ensimismados, algunas parejas y, sobre todo, hombres. Eran estos últimos los únicos que tenían acceso a un espectáculo más reservado que se anunciaba como rojo, picante y especiado. “Hágase a sí misma un favor”, vociferaba el presentador a las mujeres se mezclaban entre el público. “Hágale a su marido un favor, Cómprele a su marido, a su novio, o al marido de otra, una entrada. Dele dos dólares y déjele entrar a ver el show. Le garantizamos que cuando salga no querrá ir de pesca el fin de semana”.

Poco a poco la fotógrafa consiguió acercarse y ganar la confianza de las bailarinas, quienes le facilitaron la entrada a sus desinhibidas exhibiciones y al antes y después de la función. Las acompañó en su ir y venir por moteles, en su charlas, en sus partidas de cartas y en sus ratos de desesperación, de descanso y de reflexión. “Mi acercamiento era muy cinematográfico”, destaca la autora en una conversación que mantuvo con Felix Hoffmann, comisario de la exposición y editor de la nueva publicación. Quería “capturar la sensación de un camino abierto, de la vida impredecible a la que se veían abocadas” estas mujeres. Así, a través de un acercamiento tan empático como objetivo, Meiselas ofrece un crudo documento que indaga en la contradictoria realidad de unas jóvenes cuyo trabajo les garantizaba no solo un ingreso económico sino un camino hacía la libertad y la emancipación de los tradicionales roles que rodeaban a la mujer en aquellos días, al tiempo que las sometía a la cosificación y a la explotación. De ahí que la autora nos presenta una doble realidad donde conviven momentos tiernos con aquellos en los que se roza la pornografía. Instantes donde queda manifiesta la temprana destreza de la autora, la búsqueda de unos rasgos poco perceptibles que determinen un instante, así como su insistencia en planteamientos acerca del juego de poderes y el desequilibrio que se establece entre el fotógrafo y su modelo. Las imágenes se complementan y enriquecen con el testimonio escrito de los distintos actores que componen la escena; las bailarinas, sus novios, los dueños del negocio y el público.

La cantidad de material de archivo acumulado durante aquel proceso da una idea de la profundidad y el rigor que la fotógrafa antepone a su mirada de artista. Un acercamiento que podría ser entendido como un estudio etnológico. A las 150 horas de conversaciones grabadas se sumaron otras tantas anotadas en múltiples libretas. Testimonios que junto a las cientos de hojas de contactos, mapas, correspondencia y otro tipo de documentos han sido revisados para dar forma a Making Off, una nueva publicación complementaria que incluye también las imágenes inéditas realizadas a color por la autora, que se presenta junto al monográfico dentro de un estuche.

Lena durante un descanso. Vermont. Essex Junction. Septiembre 1973. © Susan Meiselas / Magnum Photos/ Cortesía Steidlusan Meiselas / Magnum Photos / Cortesía Steidl

“Conviene destacar que cuando Meiselas accede a Magnum, la agencia estaba totalmente controlada por hombres”, destaca Hoffmann durante una conversación telefónica. “Fue una de las pocas mujeres que llegó a trabajar con hombres tan poderosos como Cartier-Bresson o René Burri, entre otros. Les presentó un proyecto realizado a lo largo de años que mostraba a la mujer desnuda ante la mirada del hombre. Un tema que entonces resultaba muy inusual para ser desarrollado por una mujer en una feria. Tan poco común como el hecho de que entrevistara a sus modelos. Planteaba un tipo de intercambió al que hoy nos referimos como colaboración. La densidad y profundidad de este trabajo resulta muy ilustrativo para las nueva generaciones, ya que apunta a la necesidad de adentrarse en el dialogo y aprender sobre la vida de los sujetos. No basta solo con sacar fotografías durante unos días y marcharse. Para Meiselas es muy importante la forma en la que la fotografía captura la historia. Su obra no es el resultado de algo repentino sino que sitúa al espectador dentro de un contexto histórico y social”.

Aquella primera publicación tenía una mala impresión. “El libro se hizo con un fin sobre todo educativo”, añade el comisario. “Trataba un tema en cierto modo oculto. Algo que pocos estaban dispuestos a ver en Estados Unidos”. La monografía fue lo suficientemente bien recibida dentro de la comunidad fotográfica como para que en Francia se publicara otra edición. “Por aquel entonces temas tales como la desnudez, la intimidad , la sexualidad y la violencia, así como aquellos que trataban sobre la vida de grupos sociales fuera de los márgenes, apenas habían sido reconocidos en la fotografía, o en los debates sociológicos sobre el paisaje social, salvo excepciones como de The Bikeriders (1968), de Danny Lyon y Tulsa (1971), de Larry Clark”, destaca Hoffmann.

“No somos sensuales cuando estamos en el escenario”, se queja Lena, una de las strippers con las que la fotógrafa logró mantener más cercanía. “Quizás seamos sexys, pero no sensuales. Sensual es una palabra hermosa. Sexy suena a plástico. Es una palabra falsa y fea. Cuando no trabajo me siento sensual. Cuando trabajo, me siento sexy”. Meiselas alude al tema de la mirada masculina desde distintas perspectivas. Entre otras cosas la serie trata de “cómo se perciben a sí mismas las mujeres. Yo las observaba y ellas observaban cómo eran observadas”, apunta Meiselas, “pero al tiempo ellas se estaban expresando tal y como eran, y eso era lo que más me intrigaba”. Así, Carnival Strippers indaga en cómo el proceso de representación de uno mismo y de los demás refracta a través de distintas capas. “Para ser sinceros, los hombres son los actores. Las mujeres son la audiencia”, señalaba una de las entrevistadas. “Es el show de los hombres el que voy a ver, no el mío”.

“Por una parte, resultó difícil para Meiselas ser reconocida como una mujer fotógrafa, pero por otra tenía mucha libertad, ya que al ser pocas la mujeres que ejercían la profesión, realmente nadie se preocupaba de ella”, destaca Hoffmann. La mirada masculina adquiere mucha importancia en este trabajo. La interacción que se establecía a través de esta mirada formaba parte de un sistema de valores. Los hombres que acudían a estas ferias realmente utilizaban a las mujeres como objetos. Esto es algo y se aprecia muy claramente en los contactos. Ellos estaban vestidos y rodeados de puestos de feria donde se disparaba con rifles, y allí en medio estaban estas jóvenes desnudándose.

Autorretrato. 44 Irving Street. Cambridge. Massachussetts, 1971.
USA. Cambridge, MA. 1971. 44 Irving St. © Susan Meiselas / Magnum PhotosSusan Meiselas / Magnum Photos

Carnival Strippers servirá a la artista para consolidar su consideración de la fotografía como un diálogo. Un camino de dos vías que obliga a establecer vínculos de larga duración con sus sujetos y a no observarlos nunca como objeto. Planteamientos que tendrán una continuidad en sus trabajos posteriores, como los realizados en Nicaragua y en Kurdistán o en Prince Street Girls (1975-1992), donde documenta la vida de unas adolescentes en Nueva York, así como en Archives of Abuse (1991- 1992) y A Room of Their Own (2015-2017), donde se adentra en la violencia domestica. Todos ellos forman parte de Mediations, la mayor retrospectiva celebrada sobre la artista en Europa. Una muestra que toma su título de uno de los proyectos realizados por la autora en Nicaragua y El Salvador durante los ochenta. En ella, Sandinista en los muros del cuartel de la Guardia Nacional de Estelí (1979), una de las imágenes más icónicas de la artista, símbolo de la revolución y la resistencia, y reproducida hasta la saciedad en pósteres, camisetas y todo tipo de objetos, es utilizada para mostrar cómo la circulación de las imágenes dentro de la sociedad altera su significado inicial. “Un fotógrafo nunca puede calcular la dirección que tomaran sus imágenes y esta es una de las cuestiones a las que se enfrenta el fotógrafo documental”, destaca el comisario. “¿Cómo trabajar cómo fotógrafo”, se plantea Meiselas. “Siempre está ahí el incómodo desequilibrio del poder. ¿Cómo derribarlo? ¿Cómo convertirlo en un diálogo?”.

Carnival Strippers’, Susan Meiselas. Steidl. 305 páginas. 85 euros.

Susan Meiselas, Mediations’. C/O Berlin. Berlín. Hasta el 9 de septiembre.

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