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Reseña de No nos moverán: El thriller de venganza mexicano de disparo nítido detalla el efecto dominó de la violencia sancionada por el Estado


Socorro (Luisa Huertas), con una mata de canas agotadas, fuma sin parar y bebe hasta el olvido. Ella es una abogada de derechos civiles envejecida que está perdiendo rápidamente la audición y con un problema que empeora: de repente, sin ceremonias, se desmaya. Su apartamento, repleto de una cantidad increíblemente alta de libros, papeles y ceniceros repletos, es el hogar de ella, su hijo periodista descarriado y desempleado, Jorge (Pedro Hernández) y su esposa argentina, Lucía (Agustina Quinci). Su tonto asistente, Sidarta (José Alberto Patiño), le hace recados mientras usa una gorra de camionero con una plaga en la corona que deletrea su nombre. En este pequeño y estrecho rincón de México, esta familia fragmentada es absorbida por el vórtice de la obsesión de Socorro: encontrar y matar al soldado que asesinó a su hermano hace cincuenta años.

No seremos conmovidos – que toma su nombre del popular himno de solidaridad laboral popularizado en los Estados Unidos en la década de 1950 por activistas negros de derechos civiles – es una película silenciosamente devastadora sobre el efecto dominó del trauma político no resuelto. A través de Socorro, el director debutante Pierre Saint Martin Castellanos traza un feroz paralelo entre las víctimas de la violencia sancionada por el Estado y aquellos que sobreviven a ella, cuestionando en todo momento qué significa la supervivencia incluso cuando les arrebatan la vida.

En 1968, las Fuerzas Armadas mexicanas masacraron a manifestantes estudiantiles pacíficos de la UNAM y de varias otras universidades de Tlatelolco (las cifras exactas de víctimas son discutibles, pero los sobrevivientes sugieren entre 300 y 400). Una de esas víctimas era el hermano de Socorro, y durante décadas ella ha buscado justicia, o la justicia que está disponible para ella. “La justicia en este país es para los ricos o los que tienen poder”, argumenta, y por eso aboga por el ojo por ojo.

Cuando conocemos a la agresiva y mordaz abogada, ella aparentemente ha abandonado la lucha para encontrar al asesino. Hasta que un día, el hijo de un antiguo colega del gobierno fallecido se presenta en su apartamento con una caja. En el interior encuentra una fotografía suya, una fotografía de un grupo de soldados y una lista de posibles perpetradores. Uno de esos nombres está encerrado en un círculo: Juan Agúndez. Socorro inmediatamente entra en acción y recluta a Sidarta para encontrar a Agúndez y matarlo. “Ya no hago eso”, dice. No importa. Él se lo debe.

Lo que sigue es un extraño thriller del gato y el ratón diferente a todo lo que hayas visto antes, porque la persecución no es tanto entre Socorro y el objeto de su venganza sino entre ella y los fugaces placeres de la venganza. La película de Castellanos es un retrato de la desesperación por encontrar al culpable en un sistema inherentemente injusto cuando el verdadero objetivo de la ira probablemente debería ser el sistema mismo.

Mientras tanto, el hijo de Jorge lucha por encontrar trabajo, pero también se niega a aceptar una entrevista de trabajo que su esposa le ha conseguido. Demasiado devoto de su madre enferma, no ve ningún problema en regalar su dinero al mismo tiempo que la reprende por perseguir las cosas que él permite. Candiani (Juan Carlos Colombo) llama de vez en cuando a Socorro, fumando como una chimenea mientras todavía está conectado a un ventilador. el quiere su hijo que le dejara morir en paz. Por un tiempo, a Castellanos le resulta difícil equilibrar estas diversas historias y dejarlas interactuar orgánicamente, pero cuando sucede, el tapiz completo cobra su lugar en una totalidad desgarradora.

Con la ayuda de las escenas milagrosamente fotografiadas de César Gutiérrez Miranda, Castellanos ilumina claramente cómo el poder daña a las víctimas tanto directas como indirectas. Mientras el hijo de Socorro encuentra dificultades para congraciarse con los sistemas a los que su madre se oponía tan firmemente, tampoco puede evitar envalentonar la peligrosa obsesión de su madre. Candiani parece destinado a la muerte física en parte debido a lo poco saludable que se ha apegado a su causa.

A través de estos personajes imperfectos, vemos cómo la solidaridad puede ser a la vez un sano árbitro del progreso y un detractor del aquí y el ahora. ¿Vale la pena luchar por la venganza si hace que quienes la ejecutan pierdan la vida? ¿Qué pasa si la persona que estás persiguiendo no recuerda lo que ha hecho? ¿Cómo sería la justicia si no se realiza ante el público y se lleva a cabo en lugares fuera de los canales tradicionales?

En un momento, Socorro convence a Lucía para que la ayude a conseguir algunos documentos mostrando su escote. “Las cosas que debemos hacer por un poco de justicia”, dice Lu. Castellanos nos hace preguntarnos si la justicia es real cuando también puede degradar a quienes la buscan. Y si el gobierno no puede ayudar, ofreciendo tan sólo 200.000 pesos como reparación, entonces, tal vez, no debería sorprendernos que la gente lo busque en rincones oscuros. Esquinas tomadas en hermoso blanco y negro. Lástima que el bien y el mal no sean tan binarios como la combinación de colores de la película.

No seremos conmovidos se estrena el viernes 28 de noviembre en Cinema Village en la ciudad de Nueva York, con proyecciones adicionales en ciudades seleccionadas por venir.

Fecha de lanzamiento

11 de diciembre de 2024

Tiempo de ejecución

97 minutos

Escritores

Iker Compeán Leroux

productores

Víctor Léycegui

Elenco

  • Rebeca Manríquez

    Esperanza



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