El debate presidencial más esperado de la campaña electoral para las elecciones en Brasil de este domingo terminó después de cuatro horas sin el esperado duelo mortal entre Lula y Bolsonaro y con un desfile de momentos listos para viralizar internet, que en los estudios de la cadena Globo se siguieron con risas al principio y con bostezos al final. Tras sortear dos estrictas medidas de seguridad en los gigantescos estudios en las afueras de Río de Janeiro, en la sala de prensa contigua al plató donde se celebró el debate, más de un centenar de periodistas acreditados, muchos de ellos extranjeros, siguieron a través de pantallas lo que ocurría a pocos metros de distancia.
Muchos no dieron crédito al asistir por primera vez al show de personajes como el candidato Kelmon Luis da Silva, conocido como Padre Kelmon, un autoproclamado sacerdote convertido en ayudante de Bolsonaro con sus bravatas ultraconservadoras. Su enfrentamiento con la aspirante Soraya Thronicke, otra presidenciable sin apenas opciones, hizo las delicias de los velocísimos creadores de memes en internet. “¿No tiene miedo de ir al infierno?”, le decía la candidata. Poco después, Lula acusó a Kelmon de estar disfrazado. Risas y alguna carcajada.
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Después de un debate repetitivo y encorsetado, los cuchicheos fueron bajando de tono y predominaron las caras de cansancio. Al acabar el debate, los candidatos con menos opciones respondieron a algunas preguntas de la prensa. Caras de decepción ante la ausencia de Lula y Bolsonaro. La milimétrica planificación de los tiempos para garantizar que todos los candidatos hablaran por igual también en esta declaración ante los periodistas molestó a la senadora Simone Tebet y a Ciro Gomes, candidato de centro-izquierda. Ambos confían aún, al menos públicamente, en un milagro y poder colocarse en la segunda vuelta.
Horas antes de que arrancara el debate, un puñado de militantes de Lula y Bolsonaro se arremolinaron a las puertas de los gigantescos estudios de Globo. Separados por pocos metros de distancia, el verde y amarillo de los bolsonaristas y el rojo de los militantes del Movimiento de los Sin Tierra, habituales en los actos de la izquierda, convivían en una calma tensa mientras la lluvia daba una tregua. En el lado lulista, una incondicional, Susy Kate, que acude a todos los actos del presidente enfundada en una enorme estrella de espuma roja, el logo del Partido de los Trabajadores (PT), daba saltitos en medio de la carretera. “Estoy aquí para lo que haga falta, ¡Lula te amo!”, exclamaba.
En un país donde los candidatos en campaña salen de debajo de las piedras (tan sólo para la Cámara de Diputados lo intentarán más de 10.000 aspirantes), en los prolegómenos del debate, una mujer buscó su particular minuto de gloria. La candidata a diputada federal Stella Gaio pululaba entre los seguidores de Lula algo desubicada, alrededor de una pancarta en defensa de Globo, la misma cadena que en los últimos años han atacado tanto los simpatizantes del PT, con frases como “globo golpista”, o los simpatizantes de Bolsonaro con expresiones como “globo basura”.
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Gaio encarna a la perfección el Brasil de las contradicciones y la fluidez. Fue elegida concejala de Río de Janeiro con el partido de Bolsonaro, ahora está afiliada al de Ciro Gomes, de centro-izquierda, y no descarta sumarse a la ola del “voto útil” y votar a Lula el próximo domingo.
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