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Roman Protasevich: el periodista que se convirtió en diana de Lukashenko

El periodista Roman Protasevich, perseguido por el régimen de Aleksandr Lukashenko, en Minsk en abril de 2017, antes de una visita judicial.
El periodista Roman Protasevich, perseguido por el régimen de Aleksandr Lukashenko, en Minsk en abril de 2017, antes de una visita judicial.STRINGER / Reuters

La fotografía de un jovencísimo Roman Protasevich, con media melena rubia, camisa lila y la mirada tranquila y desafiante mientras dos agentes del KGB le arrestaban en una “protesta silenciosa” contra el presidente Aleksandr Lukashenko, le convirtieron en un rostro conocido en Bielorrusia hace dos lustros. Tenía 16 años y un apetito voraz por cambiar el mundo.

Una década después de aquella imagen viral, ese adolescente espigado es un destacado periodista opositor que se encuentra en el centro de una disputa global entre Bielorrusia y Occidente, después de que el líder autoritario moviese su puño de hierro hasta el cielo para apresarlo. Tanto, que forzó el aterrizaje en Minsk del avión en el que Protasevich viajaba de Atenas a Vilna, alegando una supuesta amenaza de bomba. Otro intento más de acallar la voz del influyente bloguero, de 26 años, y otra muestra de que Lukashenko, que se ha atrincherado en el poder, teme los nuevos medios y la información libre.

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Protasevich, dice su amiga Ekaterina Erusalimskaya, es “un patriota”. “Su alma siempre ha estado enferma por Bielorrusia”, cuenta por teléfono la joven, novia hasta el año pasado del periodista y directora de Malanka Media, otro de esos nuevos medios que se han hecho fuertes en las redes sociales y que desafían a Lukashenko y la narrativa oficial del régimen proporcionando fogonazos de realidad en un país que reprime y castiga a los medios de comunicación independientes. Se conocieron trabajando juntos en Nexta, un célebre canal de Telegram con información sobre la oposición y las protestas y que se hace mayoritariamente desde Polonia, que explotó el año pasado durante la oleada de manifestaciones por la democracia y contra el fraude electoral y que actuó como un pequeño faro para los manifestantes.

Protasevich, que editaba el influyente canal de Telegram, se convirtió entonces en enemigo prioritario de Lukashenko. En noviembre las autoridades declararon Nexta y Nexta Live (con más de dos millones de suscriptores) “organización extremista” y Protasevich y otros compañeros fueron incluidos por los servicios secretos bielorrusos (que mantienen su nombre soviético: KGB) en la lista de personas buscadas, acusados de “organizar desórdenes masivos, alterar el orden público e incitar al odio social”.

El joven, que vive en Vilna, está preso desde el domingo en el centro de detención número 1 de Minsk. Su abogada, Inna Olenskaya, explica que no ha podido verle ni obtener información sobre sus cargos concretos y el proceso que enfrenta. Su padre, Dmitri Protasevich, está aterrorizado por lo que le pueda suceder. “No hemos podido hablar con él. No sé nada de mi hijo”, se lamenta por teléfono desde Polonia, donde vive exiliado desde hace unos meses. Cree que el joven ha podido sufrir torturas por parte de las fuerzas de seguridad de Lukashenko.

El breve vídeo difundido el lunes por la noche por un canal de Telegram pro-gubernamental en el que el periodista enuncia una confesión visiblemente preparada, al estilo de los vídeos orquestados tradicionalmente por el KGB, inquieta aún más a la familia. También su novia, Sofia Sapega, una joven rusa de 23 años, estudiante en Vilna y detenida el domingo junto a Protasevich, ha protagonizado su propio vídeo de confesión en el que, recitando un texto memorizado y al borde de las lágrimas, afirma que es la “directora” de un canal de Telegram que ha difundido “datos personales” de personal de seguridad: un delito grave en Bielorrusia. Sus abogados han firmado un compromiso de no hablar con la prensa sobre la joven.

Protasevich, el bloguero que ha sacudido el tablero geopolítico global, se exilió en 2019 tras la detención de uno de sus amigos más cercanos. Acumulaba ya entonces una larga lista de arrestos y amenazas. Se inició en el activismo y en el periodismo casi al mismo tiempo, con 16 años. “Soñaba con ser fotoperiodista”, cuenta Erusalimskaya. Militó en el disidente Frente Juvenil, administraba un grupo de Vkontakte (una gran red social rusa) llamado “Estamos hartos de este Lukashenko” y colaboró en varias publicaciones independientes, entre ellas Radio Libertad. Filmó protestas y flashmobs (acción coordinada y sorpresiva realizada por grupos de personas en un lugar público) y participó en una investigación sobre las maniobras del KGB para reclutar periodistas. Su activismo le costó caro: la Universidad Estatal de Bielorrusia por sus actividades políticas.

También tuvo problemas en casa. Su padre era teniente coronel hasta hace dos años, cuando se retiró tras 29 años de servicio, y la familia no entendió la militancia del joven ni su oposición al hombre que gobierna Bielorrusia desde 1994. El año pasado, cuando Lukashenko se atribuyó la victoria en las elecciones presidenciales con un 80% de los votos y las fuerzas de seguridad reprimieron con dureza las manifestaciones contra el fraude y por la democracia, la familia de Protasevich también se indignó. Salieron a la calle por primera vez y Protasevich lloró emocionado en el exilio. La visibilidad del disidente y las amenazas también han llevado a sus padres al extranjero y su padre, Dmitri, fue privado hace poco de su rango.

Pero pese a todos los golpes, Protasevich nunca se amedrentó, cuenta desde Polonia Stepan Putsila, administrador y cofundador del canal Nexta y otro de los disidentes buscados por las autoridades bielorrusas. El joven periodista ahora detenido salió del país porque pensaba que podía ser más útil libre y activo que preso en casa, pero siempre habló de que volvería a Bielorrusia, cuenta su amigo. “La maniobra contra Roman [Protasevich] es una venganza personal del régimen de Lukashenko”, asegura Putsila. “No me sorprendería si el propio dictador entra en su celda y le dice ‘ ¿Pensaste que no te encontraríamos?”.


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