Sin llegar a alcanzar la trascendencia de los goles de Iniesta, Marcelino, Torres o los cuatro de la final de la Eurocopa de 2012 contra Italia, su tanto contra Yugoslavia forma parte de la leyenda de la selección, en su caso a la altura del de Fernando Hierro contra Dinamarca en 1993. Ambos sirvieron para que España se clasificara para sendos campeonatos del mundo. El suyo, el de Rubén Andrés Cano Martínez (San Rafael, Argentina; 70 años), para el Mundial de 1978 que se celebró en su país natal. El del exmadridista, más cercano, abrió a la selección las puertas del de Estados Unidos en 1994.
Por más que el próximo día 30 se vayan a cumplir 44 años de aquel empalme de Rubén Cano al maravilloso centro de Cardeñosa, la foto del gol y los recuerdos de aquel partido, denominado como la batalla de Belgrado, no son ajenos al aficionado por la profusión de ocasiones en las que se han repetido las imágenes en cuestión, aderezadas con el botellazo a Juanito cuando abandonaba el campo.
El protagonista del tanto recupera su momento de gloria cada vez que se vive una situación límite como la actual: un último partido clasificatorio para el Mundial con tintes decisivos. Desde su país de nacimiento, el exjugador del Elche, Atlético, Tenerife y Rayo, 12 veces internacional, cuatro goles, está al tanto de que a España le vale este domingo en La Cartuja de Sevilla (20.45, La1) el empate ante Suecia para estar en el Mundial de Qatar 2022.
Pregunta. ¿A qué se dedica ahora el autor de aquel importante gol en el Pequeño Maracaná de Belgrado?
Respuesta. A nada relacionado con el fútbol. Menos mal que mi suegro me compró unos departamentos mientras yo jugaba allá y pude hacer una pequeña inmobiliaria propia y de eso vivo. Voy vendiendo cada cierto tiempo y salimos adelante. Como existen unos convenios internacionales que me lo permitían, hace unos años solicité la jubilación en España y me la rechazaron. Resulta que los clubes de allá no habían cotizado por mí. Estuve más de veinte años, del 74 al 94, trece temporadas de jugador y luego ocho como secretario técnico del Atlético. Como futbolista solo aportó dos años el Atlético y dos el Rayo. Tenía que tener cotizados 15 para conseguirla. Debía iniciar juicio contra todos si quería recuperar mis derechos y decidí parar. La realidad es que me jodieron la jubilación. Ahora la estoy solicitando en Argentina, pero aquí es mínima: al cambio, poco más de 100 euros al mes.
P. No ha tenido ni una oportunidad de seguir en el fútbol…
R. Después de la etapa en el Atlético como secretario técnico acabé muy saturado. No quise saber nada más. Me llamó aquí Atlante, pero esos ocho años con Jesús Gil fueron muy duros, estaba cansado. Todo me caía a mí. Yo era el paredón donde daban todos los golpes. Tenía la culpa de todo. No he vuelto a ir a una cancha. Veo fútbol, sobre todo europeo, español y alguno importante de acá, pero de la Liga argentina poco. Es un nivel muy bajo…
P. Si por cada vez que ha explicado desde entonces su gol con la espinilla a Yugoslavia en Belgrado le hubieran dado 100 euros, habría hecho una buena caja…
R. Eso seguro. Un montón de veces. Ese gol me cambió la vida y marcó mi historia. Significaba clasificarse para el Mundial de Argentina y yo había renunciado a jugar con ellos por jugar con España. Me la jugué y gané. Fue una alegría tremenda. Lo que quiero aclarar es que no fue con la espinilla por mucho que toda España piense que fue así. Es una sensación óptica. Yo sé con qué la pegué. Leí y escuché que el balón era difícil de cazar y no era así. La ocasión era muy clara. Lo que no quería era pegarle muy de lleno y que se me fuera arriba o fuera. La pegué con el empeine hacia abajo. Fue al arco directo y descolocó al arquero, que había tapado el primer palo. Parece que le pego con la espinilla, pero la piqué para no desperdiciarla. No era difícil. Bueno… Todo eso que cuento ahora en dos segundos no se piensa, se hace.
P. ¿Pasó miedo aquel día de noviembre de 1977 en Belgrado?
R. Sí, ¿por qué decir lo contrario? Al principio y al final. Cuando salimos a calentar la gente saltaba al campo. La mayoría estaban borrachos. Les habían dado el día de fiesta. La policía les tiraba los perros que corrían detrás de ellos por todo el campo. Después, cuando la agresión a Juanito también pasamos miedo. Fue brutal. Mirabas a las gradas y veías unas caras agresivas. Sus jugadores también nos hacían pasar miedo con sus entradas. A Pirri casi lo matan. Lo sacaron del campo a los 15 minutos. Y después, lo que no se veía por televisión. Venían a por nosotros cuando la pelota estaba en el otro lado y no les enfocaban. Te tiraban del pelo, te daban una piña con la mano o una patada. Menos mal que al final la policía nos custodió bien. Nos valía hasta perder 1-0, pero nos dábamos cuenta de que si ellos marcaban uno no íbamos a poder frenarles. Hubiera sido peor de lo que fue.
P. El Mundial de Argentina 78 después fue un auténtico fracaso.
R. Lástima el papel que hicimos. Teníamos muchísimo más equipo para haber hecho mejor papel. Tuvimos las desgracias de que Camacho se lesionó, Juanito estaba suspendido el primer partido. Eran claves para nosotros. Pensamos que íbamos a ganar bien a Austria. Nos confiamos y ahí acabó el campeonato. Luego llegó la desgracia del gol de Cardeñosa, que falló precisamente por no fallar, por acomodarla, por pararla… El pasto estaba horrible. De los peores en los que jugué en mi vida y era un Mundial. Nos fuimos empatando con Brasil y ganándole a Suecia. La cagamos el primer día.
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