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Rubén Marchán, el Hispano que no tenía equipo hace dos veranos

Rubén Marchán, en una acción del partido de semifinales del Mundial contra Dinamarca.ANNE-CHRISTINE POUJOULAT / AFP

Rubén Marchán no quiso saber nada del mundo al día siguiente de fallar el lanzamiento que hubiera supuesto el empate en las semifinales del Mundial de balonmano ante Dinamarca. En todo el campeonato, apenas había errado dos disparos de 24 intentos, y ese fue el tercero, el que llevará atado al brazo derecho por mucho tiempo, quizás para siempre. “Es un bonachón, un hombre tranquilo que muchas cosas se las guarda para adentro”, apunta Zupo Equisoain, el entrenador que lo dirigió dos temporadas en el Benidorm.

Hasta hace dos años, su carrera apuntaba, pero no remataba. El Cuenca lo había fichado porque buscaba gente joven y barata. El Benidorm le empezó pagando el salario mínimo. Y en 2019 se quedó sin equipo. Sin embargo, a partir de ahí, la vida de este corpachón de 2,04m, 110 kilos y 26 años pegó el gran estirón.

Hace un par de veranos, su nombre se puso sobre la mesa en León. Manolo Cadenas acababa de volver al Ademar tras seis campañas fuera de España por culpa de la crisis, necesitaba un pivote y llamó a su colega Zupo para completar los informes. El trasiego de jugadores e ideas a través del teléfono entre estos dos viejos zorros de los banquillos es habitual, y la respuesta del navarro fue clara. “Se lo recomendé, por supuesto”, afirma.

“Casi nadie cambia su estatus, pero él, sí. Ha pasado de ser un jugador de la Asobal a disputar un Mundial”, valora Cadenas, su técnico en León

Así llegó Marchán al Ademar, lugar decisivo en el gran salto que ha pegado en apenas dos cursos. De no tener equipo y no haber sido llamado nunca por las categorías inferiores de la selección a ser convocado con España para un Mundial y, muy probablemente, a marcharse a la poderosa Liga francesa la próxima temporada. “Lo conocía, había hecho grandes cosas en ataque, pero sabía que no defendía”, afirma Cadenas. “Cuando hablé con él, la idea era cambiar su estatus deportivo. Casi nadie lo consigue, pero él, sí. Ha pasado de ser un jugador de la Liga Asobal a disputar un Mundial. Espectacular”, valora el leonés. “Varió sus hábitos alimenticios y en los periodos de descanso ha trabajado con un preparador de su pueblo, Manzanares [en Ciudad Real]”, explica el técnico de 65 años. “Ahora el reto es que pueda defender”, apuntilla.

Más allá de esa acción fatal ante los daneses, si es que la mente es capaz de ir más allá en las próximas semanas, su aparición en Egipto es una de las buenas noticias que se traerá la selección cuando regrese después de disputar el bronce este domingo contra Francia (14.30, Tdp). En un equipo que exprime el presente mientras cocina el futuro inminente, el que le espera tras la retirada de su vieja guardia a la finalización de los Juegos, la irrupción de Marchán supone otro punto de agarre para lo que viene.

El Cuenca lo fichó porque buscaba alguien barato. El Benidorm le empezó pagando el salario mínimo. Y en el verano de 2019 estaba sin equipo

Este era su primer gran torneo con la selección; de hecho, había debutado hacía solo dos meses. Sin embargo, la lesión de uno de los veteranos de oro, Julen Aginagalde, le abrió la ventana y ahora ha quedado la duda de qué hará Jordi Ribera para Tokio, la última y muy perseguida cita a la que podría acudir el vasco de 38 años del Bidasoa.

“Se hace respetar por las defensas, cosa que antes no ocurría. No se achanta”, advierte Lidio Jiménez, el entrenador del Cuenca que lo dirigió en la 2014/15 y al que también le pidieron una opinión sobre él desde León. “Nosotros lo trajimos desde Manzanares porque habíamos reducido el presupuesto el 50% y necesitábamos gente joven y barata. Fue su padre quien pagó los derechos de formación a su club. Se le veía mucho potencial, pero al año vino el Benidorm, que era un proyecto al alza, y se marchó”.

El equipo alicantino se lo llevó gratis, sin traspaso, y le puso el sueldo mínimo que marcaba el convenio colectivo de entonces, hace seis años. Allí pasó cuatro temporadas, hasta que ese contrató se acabó, Manolo Cadenas lo acunó en León, Jordi Ribera se lo llevó a Egipto y el propio jugador asomó su cuidada barba en el Mundial. Dos años que cambiaron la vida de Marchán.


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