Rumbo populista en Costa Rica


A Costa Rica ha llegado también la ola del populismo de aires trumpistas, pese a ser una de las democracias más estables de América Latina. En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas el pasado domingo, el país ha optado por un economista de verbo encendido como próximo presidente. La victoria de Rodrigo Chaves confirmó las expectativas abiertas en la primera vuelta sobre el exmandatario José María Figueres, con la promesa de erradicar la política tradicional que encarna el mismo Figueres y combatir la corrupción, sin concretar muy bien qué implica eso. El resultado augura un cambio de rumbo en el país centroamericano tras haber obtenido el 52,81% de los apoyos, frente al 47,2% del expresidente José María Figueres, que ofreció un mensaje conciliador y contra los antagonismos al aceptar su derrota. La desmotivación social ante los dos candidatos se expresó con una abstención del 43,15%, superior a la de la primera vuelta, que había sido ya la más alta desde mediados del siglo XX.

En Rodrigo Chaves se encarna el discurso de rasgos populistas y trumpistas (su lema fue “hacer que Costa Rica vuelva a ser el país más feliz del mundo”), creyente católico y contrario al aborto y la eutanasia, además de exhibir rasgos machistas en su conducta pública, pese a contar en su candidatura con el decisivo apoyo de la popular experiodista televisiva Pilar Cisneros. Un millón de costarricenses, una quinta parte de la población, optó por un candidato desconocido apenas tres años atrás y que había sido sancionado en 2019 por el Banco Mundial por hacer “insinuaciones sexuales” y llevar “un patrón de comportamiento inapropiado”, tras más de tres décadas empleado en el organismo internacional. Según él, fueron nada más que “chistes”. Poco después, accedió por primera vez a la vida política como ministro de Hacienda del actual presidente Carlos Alvarado, que lo despidió seis meses después sin mayores explicaciones y lo ha criticado durante la campaña electoral.

El resultado electoral deja varios mensajes preocupantes para el país centroamericano que son perfectamente extrapolables a otros lugares de la región. Chaves ha ganado con la promesa de ser un amplio conocedor de la economía en un país que ha gozado de buenos indicadores en una región destrozada, pero que acumula cada vez más desigualdad. Tras su victoria del domingo, ha tratado de rebajar su tono agresivo y esa imagen rupturista con el pasado que le ha dado el triunfo. Es un primer gesto positivo que debe ir acompañado de hechos concretos y aclaraciones inmediatas sobre las acusaciones de corrupción en la financiación de la campaña que pesan contra él. Costa Rica no puede perder la senda de la estabilidad que le ha caracterizado en detrimento del personalismo que tanto daño ha hecho en la región.


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