El misil ruso erró el objetivo por 200 metros. El cráter está allí, como la pisada de un gigante, entre los escombros de viviendas colindantes. A 200 metros se encuentra la estación de tren de Chaplino, en el este de Ucrania. El objetivo ruso eran unidades militares estacionadas en las vías, según los vecinos del pueblo. El ataque se produjo el 24 de agosto, día en el que Ucrania conmemora su independencia, una soberanía que Moscú quiere terminar a hierro y fuego. 25 personas fallecieron, según la oficina del presidente, Volodímir Zelenski. Uno de los muertos fue Vlad, un niño de 11 años que vivía a escasos metros del cráter. Dos días después, su padre había perdido la voz, afónico de tanto llorar.
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Vera Yshenko era la abuela de Matvi, de 6 años, otro niño de Chaplino que murió bajo las bombas rusas. La mujer hacía guardia la mañana del viernes, horas antes del funeral de su nieto, frente al jardín de su casa con una corona mortuoria en el regazo y un juguete bajo el brazo, un pequeño robot que quería enterrar junto al féretro de su nieto. Yshenko siente rabia, no solo contra el invasor ruso, también contra el Ejército ucranio: “Para el día de la independencia avisaron de que los rusos podían intensificar los bombardeos, pero en la estación estaban esos trenes militares, y sabían que eran un objetivo. ¿Por qué los dejaron allí?”.
Chaplino es una pedanía humilde, de 3.700 habitantes, de casas de una planta diseminadas entre campos de girasoles, nogales y calles a medio asfaltar. El núcleo del municipio son las vías del tren y la estación. La mayoría de su población está vinculada laboralmente a la compañía ferroviaria ucrania, Ukrzaliznytsia. El pueblo es un eje ferroviario estratégico entre la ciudad de Dnipro y las provincias de Donetsk y Zaporiyia; estas últimas en pleno frente de guerra, con los rusos ocupando buena parte de ambos territorios. Chaplino se localiza a solo 40 kilómetros de las trincheras de Donetsk. Su estación ha sido un nodo de transporte de mercancías, sobre todo mineras, pero actualmente también es un enclave por el que circulan y operan convoyes militares. El viernes a mediodía, durante la visita de este diario, salió de Chaplino en dirección al oeste un tren cargado con piezas de artillería, blindados y camiones militares.
Cráter causado por un misil ruso en el pueblo de Cheplino, este de UcraniaCristian Segura
Las autoridades militares no dieron autorización para acceder a la estación, alegando que es una infraestructura estratégica. La decisión contrasta con el libre paso que el gobierno militar de Donetsk dio el pasado abril a los periodistas en la estación de tren de Kramatorsk, cuando misiles Toshka-U rusos asesinaron a más de 50 civiles, pasajeros que esperaban para ser evacuados lejos de la zona más caliente de la guerra.
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Una responsable de prensa de la administración militar del distrito de Chaplino acompañó en todo momento a este diario durante el recorrido por el municipio. Ni ella ni sus superiores quisieron confirmar o desmentir que en la estación hubiera unidades militares en el momento del ataque. Tampoco han querido precisar si fallecieron o no soldados. Mikola Karnauch, representante de la administración municipal, aseguró que no podía detallar quiénes eran los 25 civiles fallecidos, más allá de los 5 muertos en Chaplino. Karnauch añadió que podía tratarse de pasajeros y personal de la compañía ferroviaria.
El ministerio de Defensa ruso afirmó que un misil Iskander había matado en Chaplino a 200 soldados reservistas que eran transportados al frente de Donetsk, además de destruir 10 armas de gran calibre. Un vídeo difundido por cuentas propagandistas rusas, obtenido de una persona que grabó las tareas de extinción del fuego, mostraba que por lo menos en uno de los trenes calcinados se estarían transportando camiones militares. El primer cohete que cayó en Chaplino impactó en la zona residencial y acabó con la vida del pequeño Vlad. Una hora más tarde, a las 14.45 del miércoles, los rusos corrigieron las coordenadas y una segunda una ronda de misiles impactó en las instalaciones de la estación.
Los servicios de emergencia informaron a la agencia estatal ucrania Ukrinform que ocho proyectiles impactaron en Chaplino, todos de poca precisión: además de los Iskander, la artillería rusa habría utilizado misiles de multilanzandera Smerch y bombas de racimo, una munición que distribuye su impacto en múltiples pequeños explosivos y que están prohibidas por 110 países por el daño indiscriminado que causan en un amplio radio.
Bombas de racimo en el patio
Elena Budnik, vecina de la estación, vio caer las bombas de racimo. El viernes, día siguiente al ataque, Budnik, de 65 años, aún recoge fragmentos de proyectiles que cayeron en su patio, cubierto por la sombra de unos manzanos y de una parra. Esta antigua empleada de la sala de cine del municipio habla en ruso y recuerda que ella estudió ingeniería en San Petersburgo. Budnik recalca esas pinceladas biográficas para añadir entre lágrimas: “Ya no queremos saber nada de Rusia, queremos ser libres”. Por la radio de un coche aparcado frente a la verja de su domicilio suena una emisora local de la provincia de Dnipro. La radio emite un anuncio de las Fuerzas Armadas ucranias, que se repite cada media hora, destinado a los posibles soldados rusos que estuvieran escuchando la frecuencia: “Rendíos, seréis tratados con dignidad, no tenéis que morir por el régimen de Vladímir Putin”.
Budnik admite que se imaginaba que algo grave podía suceder en Chaplino, porque la carga y descarga de equipamiento militar es constante: “Ya hubo otros intentos de destruir la estación, pero las defensas antiaéreas habían funcionado”. Vera Yshenko recuerda que por lo menos el pasado abril las baterías antiaéreas próximas a Chaplino derribaron varios misiles.
Lidia Cherenitshenko, empleada jubilada de la compañía de ferrocarriles de Ucrania, recoge los cristales rotos de las ventanas de su casa, un destrozo causado por la onda expansiva de un misil. Preguntada por los motivos por los que cree que Rusia atacó Chaplino, Cherenitshenko se toma unos largos segundos para secarse las lágrimas y meditar sus palabras. Tiene miedo de que vuelva a producirse un ataque. Observa con desconfianza a la representante de prensa de la administración militar, pero al final habla: “La estación estaba llena de soldados”.
Elena Budnik muestra los restos de un misil ruso que cayeron en su patio, el 24 de agosto en Chaplino, Ucrania.Cristian Segura
Un informe de Amnistía Internacional provocó el pasado julio un gran revuelo en Ucrania al advertir a sus Fuerzas Armadas de que establecer unidades militares en zonas urbanas podía causar muertes civiles. También es habitual que los destacamentos militares no pernocten en los cuarteles, por temor a los bombardeos rusos, y los soldados sean distribuidos en hoteles y edificios de viviendas próximos a la base. Así lo ha podido comprobar este diario en Dnipro, Járkov y también en Donetsk. El Gobierno ucranio esgrime que en la línea cero del frente, donde los dos Ejércitos luchan frente a frente —no es el caso de Chaplino—, es imposible combatir evitando núcleos civiles, por lo que la evacuación ha pasado a ser prácticamente obligatoria. El distrito donde se ubica Chaplino no está dentro de las zonas de evacuación.
“Solo Dios sabe lo que los rusos harán”, dice Olena Maniko, edil de la localidad, mientras reparte paquetes de alimentos, la jornada siguiente al ataque, que entidades cristianas habían donado a las familias de las víctimas. Visiblemente afectada, pide un ansiolítico. En un comunicado que publicó en mayo en el perfil de Facebook de la comunidad de Chaplino, la concejala ya instaba a los residentes que vivían cerca de las vías que durante las alarmas aéreas se alejaran de la infraestructura.
Más de 5.500 civiles muertos
La Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU había confirmado hasta el pasado 22 de agosto que más de 5.500 civiles habían perdido la vida en la guerra de Ucrania, entre ellos 446 menores de edad. Este organismo da por hecho que el número real es “considerablemente superior”.
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