Justo después de su primera investidura como presidente de Rusia, Vladímir Putin definió en el año 2000 durante las conmemoraciones del Día de la Victoria “el secreto militar” de la nación. “Queridos veteranos, ustedes nos han acostumbrado a ganar. Este hábito está en nuestra sangre y se ha convertido en la clave de victorias no solo militares. Ayudará a nuestra generación a construir un país fuerte y próspero, y alzará la bandera rusa de la democracia y la libertad”, afirmó entonces. Más de dos décadas después, hoy los rusos combaten en Ucrania, —en lo que Moscú llama “operación especial”—, y el Kremlin busca sacar pecho con la celebración del 77 aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi en la II Guerra Mundial.
Pero tras más de dos meses de ofensiva, el ejército de Putin no ha logrado tomar Kiev e intenta avanzar en el sur y en el este, donde ha recrudecido los ataques. La hipótesis de una “operación especial” rápida se ha desvanecido. Pese a ello, y con la sombra de la amenaza nuclear latente, el Kremlin ha desmentido que tenga intención de decretar una movilización general para apoyar el frente ucranio. En el acto para conmemorar la victoria en la Gran Guerra Patria no habrá invitados extranjeros que acompañen a Putin este 9 de mayo.
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Abuelos rusos y ucranios lucharon contra el nazismo bajo la bandera de la Unión Soviética hace más de 80 años. Hoy, sus nietos se enfrentan en el campo de batalla. Y pese a ello, unos y otros celebran aún aquel 9 de mayo en el que capituló Berlín. La República Socialista Soviética de Ucrania declaró festiva esa jornada en 1962, tres años antes de que lo hiciera en Moscú el Presidium del Soviet Supremo.
Hoy, la ofensiva en Ucrania, que supera ya los dos meses, genera sentimientos encontrados en torno a este 9 de mayo entre los rusos. Para muchos será un día de reivindicación patriótica y de unidad; para otros, una celebración extraña, porque no terminan de asumir la lucha contra un país que consideran hermano. Hay familias partidas entre los dos frentes de la guerra y conocen de primera mano muchos dramas. Cada vez quedan menos personas mayores que sufrieron la invasión nazi y el significado del Día de la Victoria ha cambiado con el tiempo. “Lo recuerdo como un encuentro familiar. Los nietos y los hijos pasábamos todo el día con los abuelos”, cuenta Daría, moscovita de 25 años.
En su opinión y la de otros muchos, este homenaje familiar se ha politizado en la última década. En algunas ciudades como San Petersburgo está previsto que la marcha del Regimiento Inmortal, donde los civiles portan los retratos de sus familiares muertos en la II Guerra Mundial, incluya este año a militares heridos o muertos en Ucrania. En esa misma urbe se vetaron las manifestaciones del 1 de mayo, “por restricciones epidemiológicas”.
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SuscríbeteUn desfile más reducido
La marcha militar de la Plaza Roja será este lunes más discreta que el pasado año, salvo en el número de aeronaves (77, una más). En total desfilarán 129 vehículos de combate y alrededor de 10.000 militares, frente a los 191 y 12.000, respectivamente, del año pasado. Entre ellos habrá soldados, cosacos y las juventudes de Yunarmiya, un movimiento creado por el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, a imagen y semejanza de los Pioneros soviéticos para inculcar sus valores patrióticos y militares en los adolescentes.
Las tropas rusas en la plaza Roja de Moscú el sábado 7 de mayo, durante el ensayo del desfile militar del Día de la Victoria. MAXIM SHEMETOV (REUTERS)
El día del ensayo general, este sábado, por el cielo de Moscú cruzó una escuadrilla de Mig 29 dibujando la Z, el logo de la propaganda rusa que se hizo viral en los carros blindados desplegados en Ucrania. Por tierra marcharon los clásicos misiles balísticos RS-24 Yars, inmensas moles de 20 metros de largo, y un grupo de vehículos blindados que arrancaron el aplauso del público cuando el locutor anunció que habían regresado de Ucrania. A pocos kilómetros de la Plaza Roja, en el hospital militar central Vishnevski, una delegación del Ministerio de Defensa y el gobernador de Kostromá entregaron galardones a esa misma hora a varios heridos y mutilados en Ucrania. “Muchas gracias por vuestro trabajo”, dijo el político a un soldado convaleciente.
“El desfile de los vehículos ha estado bien, hay menos de los que hay habitualmente, pero entendemos lo que pasa…”, comentó sin completar la frase uno de los espectadores, Maxim Korovin, tras presenciar el ensayo general con sus hijos. “Es un año especial, hay que apoyar a los chavales que están allí”, hacía hincapié este padre antes de pronosticar que el conflicto “se estabilizará”. “A nadie le sirve que se prolongue en el tiempo. Hace falta tomar una zona que separe un poco a las dos partes”, añadió. El ala más dura del Kremlin, encabezada por el secretario general del Consejo de Seguridad, Nikolái Patrúshev, reclama a Putin que se declare una economía de guerra permanente para afrontar la amenaza que considera que es la OTAN, y también aboga por la fragmentación de Ucrania.
Cerca de Korovin y sus hijos se encontraban dos amigas ataviadas con una camiseta y banderas con la Z. “Nuestras sensaciones son muy buenas; nuestros chicos son los más guapos y mejores”, dijo una de ellas, IIrina, a lo que Liubov apostilló: “¡Orgullo!”. Ellas perdieron a varios abuelos en la II Guerra Mundial. El gorro militar que viste Irina data de entonces y pasó de generación en generación en su familia. “Vamos a vencer, no puede volver el fascismo”, recalcó. Al preguntar quién es nazi en Ucrania, matiza: “Solo el Gobierno, los dirigentes. Siempre fuimos un único país, hermanos, nunca tuvimos nada en contra los unos de los otros”.
Símbolos imperiales, comunistas y una Z metida con calzador
Las calles de Moscú llevan días engalanadas con los retratos de los veteranos de la Gran Guerra Patria con la palabra pobeda (victoria) escrita. En calles, tiendas y colegios también hay estrellas de cinco puntas de la Unión Soviética, sin la hoz y el martillo, y las banderas con las franjas naranjas y negras de la orden imperial de San Jorge, una distinción de los zares que suprimió Lenin, pero que ahora el Kremlin ha recuperado para reforzar el sentido patriótico del Día de la Victoria. De la Z apenas hay rastro.
Pese a la situación en la que está inmersa el país y los llamamientos a la unidad y a formar un frente común con el Gobierno, en Moscú se ven de momento pocas cintas de San Jorge en las solapas en comparación con otros años, y la Z no ha terminado de calar en la sociedad, salvo en algunos coches y perfiles de redes sociales. También es cierto que la capital no es representativa de la opinión de las provincias. Probablemente, este 9 de mayo haya una demostración de apoyo masivo como el que se pudo ver en el estadio de Luzhnikí el 18 de marzo, con motivo del aniversario de la anexión de Crimea de 2014.
Instalación de las decoraciones para el desfile de la Victoria en Moscú. YURI KOCHETKOV (EFE)
La mezcla de símbolos no termina de maridar a ojos de muchos rusos que defienden la ofensiva en Ucrania. Para los ultranacionalistas, la Z es una aberración, porque, denuncian, a Rusia ya la representan sus símbolos imperiales como el águila bicéfala. Los comunistas, por su parte, acusan al Kremlin de borrar el legado soviético.
Estos días el líder del Partido Comunista, Guennadi Ziugánov, denunció: “Las cortinas puestas sobre el mausoleo de Lenin en un momento fatídico para el país son una completa desgracia. En lugar de unir al pueblo en torno a nuestra victoriosa historia, la quinta columna instalada en los altos cargos se dedica al sabotaje”. Desde que se celebró el primero en 1965 y hasta 2005, los líderes presidían el desfile militar sobre el tejado del monumento a Lenin, y no había cortinas que lo ocultaran. El comunista Ziugánov, cuyo partido es el segundo mayor en Rusia y respalda al Kremlin en la Duma, añadía: “Me gustaría recordar que fue al pie de ese mausoleo donde los soldados soviéticos arrojaron los estandartes del Reich nazi derrotado en el histórico desfile de 1945″.
La paradoja aumenta si se tiene en cuenta que uno de los pretextos esgrimidos por Putin para lanzar su ataque contra Ucrania, además de la pretensión de “desnazificar el país”, ha sido que Kiev borraba su historia. Como prueba se señala la ley que Kiev aprobó para desembarazarse de reminiscencias comunistas en 2014, tras la anexión rusa de Crimea y el arranque de la guerra en Donbás.
Evolución en el discurso y la imagen de Putin
El Día de la Victoria y su celebración en las dos últimas décadas sirven como termómetro para medir la evolución en el discurso e imagen de Putin. En 2000 no estuvo acompañado por otros mandatarios, pero después hubo años de auge internacional. En 2005 fueron invitados el entonces presidente estadounidense George Bush, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, y los líderes de Francia y Alemania, Jacques Chirac y Gerhard Schröder, este último hoy lobbista de la gasista rusa Gazprom.
Este año el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, afirmaba al explicar la ausencia de líderes internacionales: “Esta es nuestra fiesta, es una fiesta sagrada para toda Rusia, para todos los rusos. No invitamos a líderes extranjeros”. El año pasado tampoco acudió nadie, “por no ser un año redondo”, pero esta excusa falla si se tiene en cuenta que en 2018 lo presenciaron el primer ministro israelí y el presidente serbio, y en 2017 fue el mandatario moldavo. En 2020, en el 75º aniversario, estuvieron presentes los líderes de Serbia, Moldavia, Bielorrusia, Kazajistán y Uzbekistán, entre otros países, y de territorios no reconocidos como Osetia del Sur y Abjasia.
Incluso sus aliados de la Comunidad de Estados Independientes han tenido choques diplomáticos con Moscú estos últimos dos meses por su ofensiva en Ucrania. El Gobierno kazajo —salvado de las protestas por el Kremlin en enero— ha advertido a Moscú de que su territorio no servirá como paraíso para eludir las sanciones de Occidente y ha cancelado la celebración del Día de la Victoria. En Serbia cayó como un jarro de agua fría que Putin comparase la protección de las zonas separatistas de Donbás con Kosovo. Y en Moldavia, la nueva presidenta, Maia Sandu, ha dado un giro hacia la Unión Europea.
Hasta 2014, el discurso de Putin el Día de la Victoria enfatizaba más el plano doloroso de la guerra que la victoria. “En verdad, el 9 de mayo es una fiesta con lágrimas. La grandeza y la tristeza se han fundido en ella para siempre”, afirmaba en 2001. Su discurso integraba también a los países aliados. “No se puede construir un mundo seguro solo para uno mismo, y más aún, en detrimento de los demás”, afirmó el mismo 2001.
20 años después, el mensaje era otro. “Esta fiesta es nuestra por derecho de parentesco con los que derrotaron, quebraron y aplastaron al nazismo”, afirmó Putin el año pasado, excluyendo indirectamente de la victoria a sus antiguos aliados y a algunas antiguas repúblicas soviéticas, incluida Ucrania, a las que acusó de permitir que germine en ellas hoy el fascismo. Tras afirmar que “las consignas de superioridad racial, el antisemitismo y la rusofobia” llevaron a la II Guerra Mundial, Putin recalcó que aquellas lecciones no han sido aprendidas.
Con estos antecedentes, millones de rusos estarán pendientes del televisor este lunes. Aficionado a la historia y los discursos eternos, Putin podría dar pistas sobre sus intenciones respecto de la “operación especial” en Ucrania. Y si decide ir adelante con todo, los rusos temen un estado de guerra que comenzaría con la llamada a filas de 900.000 reservistas y muchas restricciones a los civiles.
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