El arma del frío ha entrado en escena en la guerra de Ucrania. La peor semana de bombardeos rusos desde los primeros compases de la invasión, en febrero y marzo, han tenido como principal objetivo la red de generación y distribución de energía. Un 40% de la capacidad de producción de las infraestructuras energéticas ucranias ha sido dañado cuando las bajas temperaturas ya imperan en el país. El Gobierno ucranio tilda de crimen de guerra una estrategia que tiene como principal consecuencia el sufrimiento de la población civil.
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Desde la mañana del pasado lunes, cada día se han producido ataques con misiles de largo alcance y drones suicidas contra instalaciones energéticas de las principales ciudades ucranias. La intensidad de esta ofensiva ha ido a menos con el paso de los días, aunque continúa activa. El Ejército ruso disparó en el primer día más de 80 misiles —cerca de la mitad fueron interceptados por las defensas aéreas ucranias, según su Estado Mayor—. La segunda jornada, el martes, el número de cohetes ya se redujo a 28, además de 13 vehículos suicidas no tripulados.
El presidente ruso, Vladímir Putin, aseguró el viernes que los ataques a gran escala de esta semana ya habían finalizado, con 20 objetivos militares y energéticos destruidos. Pero lo cierto es que entre la noche del viernes y el sábado se repitieron impactos de misiles en infraestructuras estratégicas, en las dos mayores ciudades del país, Kiev y Járkov, y también en Zaporiyia. Esta última, a 25 kilómetros del frente, está siendo bombardeada diariamente desde hace tres semanas.
El ministro de Energía de Ucrania, Herman Halushchenko, estimaba el pasado martes que un 30% de la red de generación de energía había sido objeto de ataques rusos. El porcentaje ya había subido el jueves hasta el 40% de la capacidad de producción energética, según un análisis del centro de referencia de estudios energéticos ucranio DiXi. Ucrania suspendió esta semana la exportación de electricidad hacia la Unión Europea por los cortes en el suministro que se produjeron en ciudades como Lviv e Ivano-Frankvisk, en el Oeste, y Járkov y Dnipro, en el Este. Ukrenergo, la empresa estatal que opera la red eléctrica, asegura que desde el miércoles han conseguido que no haya interrupciones en el suministro, y no tiene previsto que sea así, aunque reclama a la población que reduzca su consumo.
En un comunicado publicado el viernes, Ukrenergo pedía a la ciudadanía un mayor esfuerzo para reducir el consumo. El 12 de octubre, tras las dos mayores oleadas de misiles, el consumo tan solo se había reducido un 4%, según la empresa; el jueves, la disminución fue incluso menor, del 2,2%. “Les recordamos que un consumo de electricidad responsable y económico es una oportunidad para la reparación completa de redes, ayudar a equilibrar el sistema energético y nuestra contribución al enfrentamiento con el enemigo”, afirmaba Ukrenergo.
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El director de análisis de DiXi, Roman Nitsovich, especificaba que además del 40% de la capacidad de generación de energía, sobre todo eléctrica, habían sido dañados “cientos de kilómetros de red eléctrica y gasística”. Nitsovich confirmó que la totalidad de las refinerías de petróleo habían quedado destruidas. Desde el verano, en las fronteras de Ucrania con Polonia se forman cada día colas de camiones cisterna que importan combustible. Importantes almacenes de combustible de las principales petroleras ucranias han sido inutilizados de forma sistemática desde el principio de la invasión.
20 provincias de Ucrania han estado bajo fuego ruso esta semana. Incluso, Lviv, la principal ciudad del Oeste del país, a 700 kilómetros de la línea de frente más cercana, ha sido severamente castigada. La mayoría de la población no tuvo electricidad durante dos días por los bombardeos contra subestaciones eléctricas. La planta de almacenamiento de combustible más importante anulada por Rusia el pasado marzo mediante misiles de precisión kalibr, se localizaba en el mismo núcleo urbano de la ciudad.
Ucrania depende actualmente de la generación eléctrica en centrales térmicas que funcionan con carbón, un mineral del que Ucrania cuenta con importantes reservas. Este sector ha sido el más castigado en los últimos dos meses porque ya en septiembre, tras el inicio de la ofensiva ucrania en el Este y en el Sur, el invasor lanzó misiles contra centrales en grandes ciudades como Járkov. Las dos mayores minas de carbón bajo control ucranio, próximas a la ciudad de Krivi Rih, fueron atacadas esta semana, destrozando los sistemas eléctricos y de suministro de agua necesarios para su operativa. Tres centrales de cogeneración térmica de Kiev fueron dañadas también en los últimos días, así como una central térmica de Vinnitsa, en el centro del país, y otra planta en Ivano-Frankivsk, en el Oeste.
Las interrupciones del suministro de energía no han sido generalizadas porque, exceptuando algunas subestaciones eléctricas, la destrucción en las instalaciones no ha sido total y empresas como Ukrenergo han trabajado contra reloj para subsanar los desperfectos. Donde sí hay una falta permanente de recursos básicos como agua, electricidad y gas es en la mayor parte de los pueblos situados en los frentes de guerra, sobre todo en el Donbás.
Nitsovich afirmaba en su informe que Ucrania ha acumulado 14.000 millones de metros cúbicos de gas natural y dos millones de toneladas de carbón para afrontar el invierno. Sin embargo, en la opinión del director de análisis de DiXit, si persisten las ofensivas contra la red energética ucrania será fundamental contar con la ayuda internacional para recibir material de emergencia como calderas móviles, generadores o sistemas de purificación de agua.
Recado en Kiev
Moscú dejó también esta semana un recado en Kiev para Rinat Ajmétov, el hombre más rico de Ucrania y propietario de importantes empresas, una de ellas, DTEK, el mayor fondo de inversión en energía del país. Su sede, uno de los rascacielos más conocidos de la capital, recibió el lunes el impacto de las bombas rusas. Ajmétov, originario de Donetsk, ciudad anexionada ilegalmente por Rusia, se ha significado por su apoyo a la guerra de liberación contra el Kremlin pese a sus antiguos estrechos vínculos políticos y económicos con el país vecino. Ajmétov presentó una denuncia el pasado junio ante la Corte Europea de Derechos Humanos por la destrucción y las muertes causadas en los combates en la acería Azovstal, compañía suya en Mariupol, ahora en manos rusas. El diario Pravda estimó en una investigación publicada el 3 de octubre que desde 2014, cuando se inició la guerra de separación del Donbás, Ajmétov ha perdido la mitad de su fortuna en activos que han sido expropiados por las fuerzas prorrusas.
Putin ha justificado los bombardeos masivos de esta semana como una respuesta al sabotaje el 8 de octubre del puente del Estrecho de Kerch, el único que conecta la anexionada península de Crimea con Rusia, una infraestructura de importante valor logístico y simbólico para el nacionalismo expansionista ruso. Sin embargo, en un artículo difundido esta semana por el centro de estudios Atlantic Council, la organización ucranio-estadounidense Razom asegura que la reciente ofensiva estaba planificada de antemano: “Las dimensiones de estos ataques indican semanas o meses de preparación. Docenas de objetivos en pueblos y ciudades por toda Ucrania tenían que ser identificados y confirmados; misiles, bombarderos, buques de guerra y drones tenían que ser movilizados y preparados. Esto no son acciones que materialmente puedan prepararse en tan solo dos días”.
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