“No hay excusas, ni dolor. Todos tienen que estar y estarán. Los problemas físicos que alguno pueda tener debe olvidarlos”, proclamó Dusko Ivanovic con su verbo seco y escueto antes de medirse este domingo al Valencia (20.00, #Vamos) en la segunda semifinal del torneo excepcional de la ACB. “Está siendo difícil. Pero las grandes cosas tienen que ser difíciles”, prosiguió. Mensajes que apuntalan el lema sobre el que ha construido toda su carrera: “el cansancio no existe”. Avisos para confirmar que su afamado látigo sigue dando réditos. El “no hay dolor” del cinematográfico sargento Hartman. “Yo estoy genial. Tenía molestias en la espalda, el tobillo y la mano, pero ya pasaron. La fuerza está en la cabeza. Hay que ponerse las pilas e ir al 100% porque si no ganas, es como si todo el trabajo no existiera”, añadió Toko Shengelia, demostrando tener bien interiorizado el espíritu marcial que ha vuelto a sacar lustre al carácter Baskonia. “La llegada de Dusko afiló nuestra ambición. Sabemos su historia en este club y creo que podemos escribir nuevas páginas. Sentimos que es nuestro momento”, completó Luca Vildoza en vísperas de la cita ante el anfitrión.
Hace seis meses, justo en el día de Navidad, el Baskonia anunciaba con honores el regreso de Dusko Ivanovic, de 62 años, el entrenador más laureado en la historia del club vitoriano: ganador de dos de las tres Ligas y cuatro de las seis Copas del palmarés baskonista. “Dusko vuelve a casa”, rezaba un eslogan que, en aquellos días, tenía más componente nostálgico que perspectiva de futuro. Firmaba solo hasta final de curso (la renovación ya está en marcha). Se trataba de salvar dignamente una temporada torcida. Otra más. Con el Baskonia séptimo en la Liga (sin margen de error para sacar billete a la Copa) y decimotercero en la Euroliga, Ivanovic emprendía su tercera etapa en el Buesa Arena con la idea de revitalizar una fórmula que caducó con su conquista liguera en 2010 (aquel 0-3 ante el Barça campeón de Europa culminado por el célebre dos más uno de San Emeterio, esta vez enfrente con el Valencia). Desde entonces, una década de travesía en el desierto: ni un solo título y tan solo tres finales (dos de la Supercopa en 2011 y 2018 y la de la Liga de la temporada 2017-2018). “El parón le ha venido bien a Dusko para implantar su sello en el equipo. Ya son el equipo físico, con la defensa agresiva y jugando siempre al límite, que él busca. Ya tienen su sello”, analizó el propio San Emeterio.
Pandemia mediante y en un formato inédito, El Sargento ha devuelto al Baskonia a las grandes batallas. La Escuela Yugoslava se resiste a pasar de moda. Entre 1985 y 1997, 11 de las 13 ediciones de la Copa de Europa las alzaron entrenadores yugoslavos. Novosel, Maljkovic, Pavlicevic, Ivkovic y Obradovic lo coparon casi todo, rindiendo homenaje a los maestros de la santísima trinidad formada por Aza Nikolic, Ranko Zeravica y el propio Mirko Novosel. Con todos ellos creció el Dusko Ivanovic jugador, implacable tirador que defendió las camisetas del Buducnost, Jugoplastika, Valvi Girona y Friburgo. Unos tiempos que marcaron la ambición presidente del Baskonia, Josean Querejeta, con una marcada fijación para su banquillo por la Escuela Yugoslava de segunda generación.
A principios de 1990, tras el cese de Manu Moreno, el croata Zeljko Pavlivevic fue el primer entrenador extranjero en aterrizar en Vitoria, ya con Querejeta en la presidencia, a la que había llegado en 1988. Ahí comenzó una rueda de 20 entrenadores en 31 años de presidencia que en este siglo ha tenido tres grandes protagonistas recurrentes: Pedro Martínez, el croata Velimir Perasovic y el montenegrino Ivanovic. De Dusko (2000-2005) a Dusko (2008-2012), la santísima trinidad de Querejeta se fue dando relevo mientras coleccionaba títulos. Solo las apariciones temporales de Natxo Lezkano y Boza Maljkovic, para completar el curso 2006-07, y la breve pero productiva etapa del también croata Neven Spahija (una Liga y una Supercopa en la 2007-2008) interrumpieron la secuencia. En tiempos de crisis, la rueda volvió a Dusko Ivanovic. No le había ido bien fuera de casa, con una progresiva pérdida de caché resultado de un infructuoso viaje por Bosnia, Grecia, Montenegro, Rusia y Turquía. Pero el mando del Sargento ha vuelto a funcionar en el Baskonia.
“No era cansancio, era dolor. La exigencia física y mental con Dusko era brutal. Cuando me levantaba por las mañanas no podía ni andar. Entrenábamos por la mañana, luego salíamos a la montaña, luego a la pista, después al gimnasio, luego otra sesión…”, explicó su discípulo Sergi Vidal (baskonista entre 2000 y 2009), en una entrevista con EL PAÍS en 2016. “Dusko marcó mi mentalidad, sin duda. Como he sobrevivido hablo bien de él. Pau Ribas comparó trabajar con él con subir el Tourmalet, yo lo compararía con el ejército”, repasaba el propio Vidal antes del tercer advenimiento de Dusko al banquillo de Vitoria. En Valencia, el ejército del Baskonia ya ha entonado el prietas las filas para emprender la subida a su particular Tourmalet en plena desescalada. En la cima está la Liga. “Somos un grupo de luchadores y esta es la misión que queremos conseguir”, cierra Shengelia.
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