La nueva etapa del Gobierno de Pedro Sánchez, tras la profunda remodelación de julio, empieza accidentada en lo relacionado con la agenda internacional, un asunto en el que el presidente siempre ha mostrado mucho más interés que sus predecesores. Sánchez ya canceló en agosto un viaje a Egipto y Kenia por la crisis de Afganistán, y ha tenido que reducir al mínimo su agenda en Nueva York por la catástrofe del volcán en La Palma.
El presidente tenía previsto pasar cuatro días completos en la capital financiera del mundo y sede de la ONU, que celebra como cada año su Asamblea General en esta semana de septiembre, y había organizado una agenda con tres entrevistas en los principales medios de EE UU y varias reuniones con inversores y think tanks relevantes de este país, para tratar de reforzar la imagen internacional de España y poner en valor el plan de recuperación de la economía española, su gran proyecto para los próximos meses. Sin embargo, la crisis del volcán, que estalló cuando quedaba muy poco para la hora prevista del despegue camino de Nueva York el domingo, ha forzado a Sánchez a cambiar por completo de planes y reducir su presencia al mínimo, un día, el de su intervención ante la cumbre de la ONU.
El presidente tratará de aprovechar esta visita para lanzar un mensaje a favor de una “visión global” y una mirada internacional en un momento especialmente delicado de la agenda internacional, que ha arrancado la asamblea con tres discursos el del secretario general, Antonio Guterres; el del presidente de Estados Unidos, Joe Biden; y el de Brasil, Jair Bolsonaro. Sus intervenciones resumen bien la situación de alto riesgo que vive la comunidad internacional después de la retirada de Afganistán y con la tensión entre Estados Unidos y China cada vez más alta y como gran protagonista de la cumbre en Nueva York. A esto se suma una ruptura muy dura entre Francia, y con ella la UE, con EE UU por los contratos de submarinos nucleares que la Administración de Biden ha encomendado a Australia frente al país que preside Emmanuel Macron, que ha decidido nada menos que llamar a consultas a su embajador en Washington. Esta crisis ha provocado una gran tensión dentro la propia OTAN, y se espera que se reconduza earos días con una conversación entre Biden y Macron.
Sánchez, que el año que viene será el anfitrión de la cumbre de esta alianza, arranca su agenda en Nueva York con una reunión con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. Frente a las dudas planteadas por Bolsonaro con respecto a las vacunas y la exigencia que hay, por ejemplo, en los restaurantes de Nueva York de presentar la cartilla de vacunación para poder ingresar, Sánchez hará una defensa cerrada del multilateralismo y de las vacunas, y reivindicará que España ha entregado ya 7,5 millones a América Latina.
En cuanto termine su intervención, este miércoles por la tarde en EE UU ― jueves de madrugada en Madrid― Sánchez se volverá rápidamente a España para acompañar al rey Felipe VI en su visita a La Palma. Será José Manuel Albares, el ministro de Asuntos Exteriores, quien supla al presidente en la agenda que siempre se suele organizar alrededor de la cumbre de la ONU. Albares ha aprovechado la cita para promover una conversación con sus homólogos de varios países, entre ellos Marruecos y Argelia, claves en este momento por la crisis entre ellos y que puede complicar el suministro de gas a España, y por la necesidad de resolver definitivamente la tensión con Rabat. Esta última crisis parece finalmente aplacada a falta de que un viaje del propio Albares o de Sánchez a Marruecos para rematar el giro iniciado desde el cambio de ministro de Exteriores en julio.
Lo que no se acaba de concretar es el ansiado viaje de Sánchez a la Casa Blanca. Ni siquiera cuando iba a estar cuatro días, Sánchez tenía previsto encontrarse con el presidente estadounidense. Ahora, con su visita relámpago, mucho menos. La llamada entre ambos en plena crisis de Afganistán, en agosto, hizo pensar que la relación se había reconducido y estaba muy próximo ese encuentro en Washington. Pero, de momento, ese asunto no avanza. Aún así, fuentes del equipo de Sánchez insisten en que la relación con la administración Biden es muy buena, y el contacto entre Albares y su homólogo, Anthony Blinken, es constante, por lo que esa cita en Washington llegará en cualquier momento.
Sánchez ya hizo un viaje en julio a Estados Unidos en el que tampoco se vio con representantes de la Administración Biden, pero la crisis de Afganistán cambió la situación y EE UU ha agradecido especialmente la ayuda de España en la evacuación de los colaboradores de este país. España está evitando en todo momento cargar las tintas contra Biden por la crisis con Francia, al contrario de lo que están haciendo otros países europeos.
Sánchez está especialmente interesado en el éxito de la cumbre la OTAN en Madrid en 2022 y ahora queda mucho trabajo por delante para suavizar la tensión entre Estados Unidos y Francia, dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y aliados estratégicos en la OTAN. El papel que ha elegido Sánchez en esto es pues el de mediación. La situación es compleja y el arranque de la asamblea con el discurso de Guterres, en el que llegó a decir que “el mundo nunca ha estado tan amenazado ni tan dividido”.
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