“Nunca”, proclamó con toda la energía Pedro Sánchez. “Jamás”, enfatizó de inmediato. “No habrá referéndum de autodeterminación”, concluyó. El presidente del Gobierno ha comprometido este miércoles su palabra ante el Congreso de los Diputados de que el diálogo abierto con el independentismo catalán no conducirá a ningún acuerdo que sobrepase la Constitución. Para ello, según el presidente, se necesitaría un cambio en el marco legal con el apoyo de tres quintos del Congreso de los Diputados, 210 de sus 350 escaños. “Y el PSOE no lo apoyará”, remachó. “Nunca, jamás”.
Sánchez había envuelto el esperado debate parlamentario sobre los indultos en una comparecencia genérica para hablar de los últimos acuerdos de los consejos europeos y de la “situación política y económica”. Aunque en la oposición temían que fuese una manera de intentar diluir el asunto más incómodo y candente, el propio jefe del Ejecutivo se metió de lleno, desde el primer minuto, en la defensa de las medidas de gracia a los líderes del procés. Con muy escasas excepciones, el resto de los portavoces hizo lo propio hasta convertir el pleno en un debate casi monográfico. Durante siete horas y media, novedades argumentales hubo muy pocas. El tremendismo verbal, en cambio, mostró una creatividad ilimitada. El líder del PP, Pablo Casado, descolló de nuevo en ese aspecto: en su afán por describir lo ocurrido los últimos días en los términos más graves, acabó por hacer comparaciones hasta con la Guerra Civil. Del lado independentista, el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, llegó a tachar de prevaricadores a los jueces del Tribunal Supremo.
El presidente introdujo la cuestión con el recurso de evocar las Cortes Constituyentes para argumentar que precisamente el “espíritu de concordia” que hizo posible la Transición es el mismo que, según él, inspira el perdón a los líderes independentistas y la apertura de un proceso de diálogo con sus formaciones políticas. El líder socialista reiteró que el Gobierno nunca ha cuestionado las condenas del Tribunal Supremo a los promotores de la declaración de independencia en octubre de 2017, pero señaló que ahora “ha llegado el momento de la política” para dejar atrás “estos años estériles y dolorosos”. “Lo que no podemos es descargar en los tribunales nuestra propia responsabilidad política”, comentó. El presidente prodigó los guiños a los colectivos sociales que han apoyado los indultos, en especial a los empresarios catalanes. A estos últimos iba destinado el mensaje de que la llegada de los multimillonarios fondos europeos requiere de “una convivencia reforzada contando con todas las energías de una comunidad como Cataluña”.
Al tiempo que defendía los indultos, quiso marcar muy claramente sus diferencias con los independentistas, que “quebrantaron la ley” y “no fueron perseguidos por sus ideas”. Y si alguno siente la tentación de reproducir ese tipo de comportamientos, advirtió, el Gobierno “seguirá actuando con la máxima firmeza”. Fue el momento que aprovechó para declarar solemnemente que el PSOE nunca se prestará a celebrar un referéndum de independencia. Y a defender que una Cataluña separada de España “no sería ni próspera ni europea”.
El compromiso de Sánchez de que su partido nunca permitirá la autodeterminación de Cataluña no impresionó mucho al resto de la Cámara. No solo la derecha, también los independentistas le recordaron que en este tema ya ha cambiado varias veces de opinión. Y Rufián exhibió su tono burlón y desafiante para contradecir al presidente: “Dice que no habrá referéndum, pero también dijo que no habría indultos. Denos tiempo”. Casado celebró la frase: “Ni sus socios le creen. Es patético”.
Antes de acabar, el presidente cursó una invitación envenenada al líder de la oposición. Dada la extrema beligerancia de Casado con el Gobierno, alegó Sánchez, “la única actitud lógica y cabal es presentar una moción de censura”. Lo que le gustaría al jefe del Ejecutivo sería contar con una “oposición europea, de Estado”, que aceptase su “mano tendida” para renovar los órganos constitucionales. Pero eso solo depende del PP, alegó, porque “el Gobierno no puede hacer más”.
“Me duele España”
Como en los peores días de la pandemia, en la primavera de 2020, Casado subió a la tribuna luciendo una corbata negra. Y sus primeras palabras fueron: “Me duele España”, una frase Miguel de Unamuno que se convirtió en un emblema de la generación del 98, aquella que entonó el lamento por la decadencia del país tras la pérdida de los últimos vestigios del imperio colonial. No era fácil para el líder del PP mantener la estrepitosa escalada de descalificaciones en que se ha embarcado tras la aprobación de los indultos, pero se esforzó en ello. Su galería de imágenes para ilustrar la supuesta entrega de Sánchez a los independentistas fue prolija: caballo de Troya, copiloto, hombre de paja, matrioska…. En un momento dado, señaló a Rufián como el “jefe” de Sánchez. La ocurrencia hizo fortuna, porque, poco después, el portavoz de Unidas Podemos, Jaume Asens, se refirió al líder de Vox, Santiago Abascal, como el “jefe” de Casado. Y aún llegaría Rufián para corregir: la verdadera jefa del dirigente del PP es, según él, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso.
En su imparable bombardeo inicial de 20 minutos, Casado se remontó a la Guerra Civil para trazar un paralelismo con lo ocurrido en Cataluña. Aquella contienda, según el líder del PP, “enfrentó a los que querían democracia sin ley con los que querían ley sin democracia”. La frase le valió un sinfín de reproches. El primero, ovacionado por toda la izquierda, del líder de Más País, Íñigo Errejón, quien le recordó que en 1936 fueron los franquistas quienes dieron un golpe de Estado contra un Gobierno legal. Más tarde, le secundó la portavoz socialista, Adriana Lastra: “O sea, que miles de españoles acabaron en las cunetas por defender una democracia sin ley. ¡Qué vergüenza, señor Casado!”. Sánchez también le pidió sin éxito que se retractase de esas palabras y le espetó con tono profesoral: “La única ley legítima es la ley democrática”.
No se acabaron ahí los paralelismos del líder del PP. También se remontó a las negociaciones del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para el final de ETA. “El independentismo estaba derrotado, pero Sánchez lo ha revivido, como Zapatero revivió a los batasunos”, sostuvo, para acabar citando incluso a los “asesinos del Bataclán”. “España es magnánima, pero no cobarde”, sentenció. Y acabó reiterando su petición de nuevas elecciones. Antes había anunciado que su partido ya ha recurrido los indultos ante el Supremo. En ese recurso el líder del PP se declarará parte perjudicada por las medidas de gracia alegando que la Guardia Civil encontró búsquedas sobre él en el teléfono móvil de un activista de los llamados Comités de Defensa de la República (CDR). Casado acusó al Gobierno de no haberle informado de ese descubrimiento y de nuevo se dejó llevar por las equiparaciones con los tiempos previos a la Guerra Civil: “Hace 90 años nos amenazaban en este hemiciclo y ahora nos ocultan las amenazas”.
Tampoco es que Sánchez se quedase corto en su réplica al líder del PP. Casado ya llevaba un mes atacando en la sesiones de control con la cuestión de los indultos, pero el presidente se limitaba a esquivar los golpes sin entrar al intercambio. Esta vez le zurró con todo. Hizo un minucioso repaso a cómo la escalada independentista fue avanzando durante los gobiernos de Mariano Rajoy. Se extendió en los casos de corrupción del PP y en sus “maquinaciones” desde el Ministerio del Interior para “espiar” y “fabricar escándalos” contra sus rivales políticos. Y tampoco olvidó las polémicas declaraciones de Díaz Ayuso, cuando cuestionó que el Rey debiera firmar los indultos: “Ustedes ya ni respetan al Rey de España”.
Si Casado no presentó ningún plan alternativo para Cataluña, Abascal lo detalló en toda su contundencia: ilegalización de los partidos independentistas, cierre de TV3, “fin del apartheid lingüístico” y “suspensión de la autonomía el tiempo que haga falta para restablecer el orden constitucional”. El presidente ironizó que su solución se parece a la célebre frase de Baldomero Espartero, el militar que gobernó a mediados del siglo XIX, de que sería necesario “bombardear Barcelona cada 50 años”
En el discurso de Abascal no faltó, por supuesto, la reiteración de su tesis de que el Gobierno es “ilegítimo”, a lo que añadió esta vez que el propio Congreso “no representa ya el sentir de los españoles”. En medio de su atronadora acometida, el líder de Vox coincidió en una cosa con Sánchez: también él invitó a Casado a presentar una moción de censura. Más tarde se le sumaría la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. Ambos le comprometieron su voto favorable. Pero Casado se fue del Congreso sin dar una respuesta. Si hiciese caso de los que le tientan, la derrota sería segura: necesitaría 176 votos favorables y sus apoyos garantizados en la Cámara no llegan ni a 150.
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