En 2009, Felipe Calderón intentó extinguir al sindicato más incómodo para la ruta de privatización de la industria eléctrica del país.
Texto José Ignacio De Alba / Pie de Página
Hace 10 años los agremiados al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) eran perseguidos políticos del gobierno mexicano, en su momento el presidente Felipe Calderón intentó extinguir al sindicato más incómodo para la ruta de privatización de la industria eléctrica del país. Una década después el gobierno federal es el mayor cliente del SME, sólo el año pasado los agremiados recibieron más de 400 millones de pesos por la venta del electricidad.
El SME tiene el 49 por ciento de las acciones de la empresa Fénix Generadora, el otro 51 por ciento lo tiene la compañía portuguesa Mota Engil; ambos generan energía hidroeléctrica en los estados de Michoacán, Estado de México y Puebla. La más importante de todas es la Presa Necaxa, donde trabajan varias cuadrillas del SME.
-¿No se están volviendo Neoliberales?-Se le pregunta a José Humberto Montes de Oca, secretario del exterior y uno de los voceros del SME.
En la lógica de este sistema el trabajador no puede ser más que un trabajador, la economía es para los empresarios, como la política es sólo para los políticos. “Usted dedíquese a trabajar, le vamos a dar su salario”. Ése es el rol social que le dan al obrero y nosotros nos revelamos contra esa idea, de que los trabajadores vamos a ser asalariados y de que toda la vida vamos ser sujetos a la dominación de la clase política gobernante, de los partidos políticos y del capital. Diez años después, “nos adueñamos de los medios de producción”.
Humberto da la entrevista en su oficina en el edificio del sindicato, ubicado en Insurgentes Norte, en la Ciudad de México. El sitio es sobrio, pocas mujeres, muchos hombres y una lealtad –casi fascinación- por el pasado o por sus líderes. Puños en alto, bandera rojo y negro y dentro de la construcción, casi como un misterio, un mural de Alfaro Siqueiros llamado “Retrato de la Burguesía”.
En el librero de Humberto hay un pequeño busto del líder comunista Vladimir Lenin; el pasado es reiterativo en este sitio, pero el SME como ningún otro sindicato evolucionó, “a punta de madrazos”, como dice alguien en el pasillo.
-¿A ustedes en qué esquema prefieren trabajar, por su cuenta o en el sector público?
Yo te diría mil veces en el público, es lo nuestro. Nosotros siempre concebimos que la energía no es una mercancía, que la energía es un derecho humano y necesitamos garantizar la accesibilidad para todos. Todos tenemos derecho a la energía y quien puede garantizar mejor se derecho es la empresa pública.
Humberto explica que las empresas privadas poco se preocupan en algo que él llama la gestión social de la energía, ósea ver la electricidad como un bien común, donde los usuarios, los ambientalistas, obreros, etcétera, sean los verdaderos beneficiados de la empresa.
-¿En el gobierno de López Obrador ves una gestión social de la energía?
No, definitivamente que no. Incluso hay pasos atrás. Es regresar un poco al Estado que gestiona y administra desde un aparato burocrático que está contaminado por la corrupción, por los intereses políticos y que difícilmente puede cumplir así sus metas.
-¿Quién ganó con la extinción de Luz y Fuerza del Centro?
Ganaron las tendencias privatizadoras.
El hombre asegura que es muy difícil que el gobierno vuelva a nacionalizar la industria eléctrica, dice que los tratados internacionales de comercio imposibilitan al gobierno federal a nacionalizar de nuevo, como lo hizo el presidente Adolfo López Mateos en 1960. Humberto explica que lo único que promete el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador es sólo parar la privatización del sector.
-¿Qué autocrítica le harías al SME?
Yo creo que 28 mil agremiados se fueron, en parte, por falta de formación político-sindical, el sindicato dejó de hacer muchas cosas, se abandonó la formación política. En mucho sentido la base social del electricista de ese periodo se fue haciendo cada vez más economicista.
Entre otras cosas Humberto dice que el sindicato no resguardó su unidad interna antes del golpe, no se prepararon para “enfrentar el neoliberalismo” a pesar de que ya tenían una oposición a las privatizaciones. Pero el hombre asegura: “logramos subsistir y pelear todo este proceso inspirados en nuestra historia, en la reivindicación de nuestra memoria”.
El sindicato tiene concesiones (por 30 años) para producir energía de 14 presas, pero sólo hace una década la historia del SME era muy diferente. La noche del 11 de octubre del 2009 el gobierno de Felipe Calderón decretó la extinción de la empresa pública Luz y Fuerza del Centro y, también, de su sindicato.
Ese día más de 40 mil elementos de la Policía Federal y del Ejército tomaron las sede de la compañía eléctrica y la de sus agremiados. De la noche a la mañana el gobierno calderonísta dejó sin empleo a más de 44 mil electricistas.
A partir de ahí el SME, uno de los sindicatos más antiguos del país, inició una serie de protestas para que les fueran restituidos sus puestos de trabajos. El gobierno convenció a 28 mil trabajadores a aceptar su liquidación; 16 mil 599 se negaron.
El caso de los trabajadores del SME no sólo hizo huelgas de hambre y caravanas que recorrieron en país en la búsqueda por justicia, la carrera se amplió varios circuitos judiciales, desde la Suprema Corte de Justicia, hasta la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, además de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En 2013 el gobierno de Peña Nieto se vio obligado a negociar con los agremiados, que lograron como pago los pasivos laborales de los 16 mil 599 trabajadores, la concesión para utilizar 14 presas, además de administrar más de 50 inmuebles que pertenecían a Luz y Fuerza del Centro.