Las aceitunas forman parte de nuestra gastronomía, y no concebimos la hora del aperitivo sin ellas. Son el fruto del que se extrae el aceite de oliva, y su origen data de hace varios miles de años. Algo muy interesante a saber sobre las aceitunas es que el color depende del grado de maduración: son verdes cuando se recogen en el momento óptimo de maduración y negras cuando han madurado completamente en el árbol. A veces, cuando vamos a comer aceitunas nos damos cuenta de que están cubiertas por una capa de moho, y sabemos si debemos tirarlas.
Cuando las aceitunas tienen una capa de moho, la causa está más que clara: la alcalinidad de la salmuera aumenta, lo que provoca un aumento de gérmenes, haciendo que el alimento se pudra a toda velocidad. Pero, ¿se pueden comer? Aunque hay opiniones encontradas, lo más seguro es tirar las aceitunas. Son un tipo de alimento blando y con un alto contenido en humedad, así que lo mejor por el bien de nuestro salud es deshacernos de ellas.
De lo contrario, podemos sufrir problemas gastrointestinales, con vómitos, dolor de estómago, diarrea y náuseas. Es importante no comprometer nunca la salud.
¿Cómo saber si las aceitunas están malas?
Las aceitunas se venden en salmuera, una solución de sal que las mantiene a salvo de la proliferación de bacterias y la formación de moho. Es fundamental comprobar la fecha de consumo preferente o de caducidad para saber cuál es su vida útil.
Cuando las aceitunas están malas, el óxido es visible. Las aceitunas tienen protuberancias y tienen un color apagado. En cuanto a su sabor, es mohoso y demasiado salado. Cuando percibamos cualquiera de estas cosas, mejor tirarlas.
Las aceitunas que están en mal estado tienen un olor y un sabor distintos, así que es fácil darse cuenta de que no se pueden comer. Además, con frecuencia hay moho flotando en la salmuera.
Consejos para almacenar las aceitunas
Para conservar las aceitunas en perfecto estado, lo mejor es guardarlas en un lugar fresco y seco, como la despensa. No es una buena idea meterlas en la nevera desde el primer momento.
Una vez abierto el tarro, sí que debemos guardarlas en la nevera durante un máximo de siete días. Lo mejor es ponerlas en un frasco hermético con la salmuera para que no se estropeen.
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