Las instituciones internacionales dibujaban en 2020 un horizonte terrorífico para España. El FMI, la OCDE o la Comisión Europea advertían de oleadas de quiebras masivas y otra escalada de la tasa de paro de hasta el 20,8% para una economía que todavía digería la brutal recesión de 2008. Y lo peor: un año después, el FMI mantenía que esos puestos de trabajo perdidos no iban a recuperarse al menos hasta 2027. Esas proyecciones quedaron en papel mojado: el rebote no ha sido tan intenso como se esperaba, pero España ya ha recuperado el nivel de empleo anterior a la pandemia y por ahora ha logrado conservar su tejido empresarial. Comparar dos crisis no es fácil. Máxime cuando el batacazo es tan extraordinario, repentino e inusual como el derivado del coronavirus. Sin embargo, las diferencias entre la salida de una recesión y la otra son notorias. Bruselas no duda en reivindicar esa victoria. “Miren lo que hemos conseguido con nuestros programas de vacunación, con el programa SURE [para financiar ERTE], con el Next Generation EU”, destacó el presidente del Eurogrupo, Paschal Donohoe, en una vista reciente a Madrid. “Nuestras políticas funcionaron y están funcionando”, remachó.
Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, España requirió una travesía de más de un lustro para levantar cabeza, quedándose muy rezagada de la media de la zona euro. Tras un batacazo del 10,8% en 2020, el año pasado España creció un 5% y Bruselas cree que lo hará al mismo ritmo este año y el que viene. El Ministerio de Asuntos Económicos espera que este año el despegue llegue por tres factores: la inercia del segundo semestre de 2021; la demanda exterior, en especial el turismo, y la inversión, que fuentes del Ministerio sostienen que será “muy potente”. “Tenemos un aliado fundamental: los fondos europeos”, recuerda Rafael Doménech, jefe de Análisis Económico de BBVA Research. Tras hablar con varios economistas, estas son las principales siete diferencias (y la gran incógnita) que traza la actual salida de la crisis respecto a la de la crisis financiera de 2008.
Empleo. España tardó hasta 2017 para que su economía recuperara el tamaño previo a la recesión. Sin embargo, el mercado laboral nunca logró reponerse por completo. La tasa de paro, que había llegado al 7,93% en plena burbuja inmobiliaria, nunca bajó de los dos dígitos en la década pasada, de modo que a finales de 2019 seguía en el 13,78%. Ese era (y sigue siendo) el principal legado de la Gran Recesión. La pandemia hizo que se disparara hasta el 16,23%, pero los vaticinios del FMI nunca se cumplieron: al término de 2021 estaba ya en el 13,33%. “Es el gran indicador en el que fijarse porque en situación de crisis ha resultado siempre ser un drama. Esa recuperación ha sido un éxito sin precedentes”, afirma el analista de Oxford Economics Ángel Talavera. Visto desde otra perspectiva, fue precisamente en 2021 cuando España volvió a superar los 20 millones de ocupados por primera vez desde 2008. Y lo hace sin los sectores de la construcción y el turismo, sus dos tradicionales puntales, a pleno rendimiento. La protección del empleo fue posible en gran medida gracias a los ERTE, que llegaron a refugir a 3,5 millones de trabajadores, y a los avales a empresas. Bruselas pide ahora a España un salto más mediante reformas que ya se han iniciado para reducir el paro estructural y la temporalidad, todavía instalada en el 25,38%.
Inflación. La recuperación de la crisis financiera avanzó con alzas de precios raquíticas e incluso negativas en 2014 y 2015. Y en junio de 2020 se temía por otra depresión de precios que cronificara esa atonía. Así lo reflejaban las actas del Consejo de Gobierno del BCE de ese mes. “La deflación no es por ahora lo más probable. Pero ya no es un escenario de baja probabilidad”, coincidieron sus miembros. El frenazo en el consumo que impusieron los confinamientos hizo que los precios retrocedieran un 0,5% en 2020. Pero la situación cambió por completo en verano de 2021. La combinación de unos precios de la energía elevados, los cuellos de botella en la producción y un exceso de demanda insatisfecha (aliñada con nuevas tensiones geopolíticas) ha acabado por disparar la inflación hasta el 6,1% en enero. No es una mala noticia para unos gobiernos con unas deudas abultadas, pero sí para unos ciudadanos que acusan una desbocada subida de los alquileres o de la factura de la luz. Los precios de la energía dan margen para más subida, pero el Gobierno espera que esta vaya perdiendo intensidad a lo largo del año.
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Turismo. La pandemia arrancó con un gran mazazo: tras largas deliberaciones, la organización del Mobile World Congress decidía cancelar la edición de un evento de alcance mundial que se celebra cada año en Barcelona. Era solo el comienzo de un golpe que dejó tocado al sector turístico, que aporta el 15% del PIB español. Tras el derrumbe de 2020, el año pasado apenas llegaron 31,1 millones de viajeros extranjeros. Es decir, ni el 40% de todos los turistas foráneos que llegaron en 2019. En cambio, en la anterior crisis el motor turístico solo aflojó un año. Posteriormente, la válvula exterior permitió que la economía continuara avanzando. De hecho, el volumen de turistas extranjeros que llegó a España en una década creció un 60%, de 51,1 millones de viajeros en 2009 a 83,5 millones en 2019. El Gobierno prevé ahora que España recupere este año entre el 85% y el 90% de ese volumen. Rafael Doménech afirma que la brecha que aún debe cerrar el sector explica en gran medida por qué el PIB no ha alcanzado aún niveles anteriores a la pandemia. “En 2021 se ha recuperado por completo el turismo nacional, pero no el extranjero. Prevemos la plana normalización del sector en 2023 si no hay nuevas variantes”, pronostica. El economista y profesor en la Universidad de Alcalá de Henares Daniel Fuentes, no obstante, habla de “histéresis” del sector turístico y apunta a que España fue muy optimista en cuanto con los pronósticos sobre su plena recuperación.
Morosidad. La gran burbuja de crédito, concentrada en el ladrillo, fue el origen de la Gran Recesión. La crisis se tradujo entonces en una oleada de concursos de acreedores que tuvo como máximos protagonistas a los reyes del ladrillo, con Martinsa Fadesa como gran emblema. España salió de esa crisis con una elevada tasa de morosidad que obligó a crear un banco malo que canalizara todos los activos tóxicos de las entidades financieras y que este año el Estado pasará a controlar. En 2013, los créditos morosos representaban el 13,6% del total, según el Banco de España. La recuperación económica arrancó cuando ese volumen de créditos pudo irse drenando hasta un 4,79% en 2019. Bruselas, que había sacado a España del radar, volvió a temer que la retirada de las ayudas financieras a empresas desencadenase una oleada de quiebras en países como España. Sin embargo, la tasa de morosidad siguió cayendo hasta el 4,29% en noviembre de 2021. Fuentes financieras aseguran que alguna empresa podría verse en apuros, pero descartan una cascada de concursos. Según el Ministerio de Economía, el 75% de los préstamos avalados ya están amortizando de préstamos.
Ahorro. Las instituciones internacionales han avanzado a finales de año el momento en el que España podrá recuperar el PIB que tenía antes de la pandemia. El FMI acaba de reafirmarse en el pronóstico apoyándonse en la “continuada normalización de la tasa de ahorro”. Esta llegó a máximos históricos del 22% en el segundo trimestre de 2020 debido al Gran Reclusión. Con la gente confinada y los negocios con horarios de apertura restringidos (o directamente cerrados, en muchos casos) no había posibilidad de consumir. Más tarde, los cuellos de botella en la producción y los problemas de suministros limitaron el gasto en algunos productos como automóviles. La incertidumbre sobre la marcha de la economía hizo el resto. En el tercer trimestre de 2021, la tasa de ahorro de los hogares sobre su renta disponible era del 10,9%. En la anterior crisis, el colchón era mucho más fino, de solo entre el 4% y el 5%.
Ingresos públicos. La burbuja inmobiliaria hinchó a toda mecha los ingresos tributarios, que en apenas una década llegaron a duplicarse, hasta los 200.000 millones en 2007. La crisis hundió de inmediato la entrada de recursos en las arcas públicas. La recaudación se hundió hasta los 144.000 millones en 2009 y luego fue remontando muy lentamente. Ni las subidas de impuestos de los gobiernos de los gobiernos de Rodríguez Zapatero y Rajoy lograron aupar con fuerza los ingresos tributarios a causa de la enorme depresión de una economía a la que se estaba aplicando una terapia de choque a base de austeridad. Las arcas públicas necesitaron más de una década, hasta 2018, para regresar al listón de los 200.000 millones de euros. La pandemia no salió gratis y los ingresos volvieron a caer un 9%. Sin embargo, Hacienda batió récords en 2021 al lograr 223.382 millones de euros gracias al rebote económico y a los beneficios récord que lucieron las grandes empresas.
Financiación. El coste financiación se erige hoy como un gran interrogante por los pasos que pueda dar el BCE, aunque a lo largo de la pandemia España se ha financiado a tipos históricamente bajos. La vicepresidenta primera, Nadia Calviño, lo resumió recientemente: la pandemia obligó al Estado a endeudarse por 150.000 millones de euros de forma “excepcional”. Sin embargo, cerca de la mitad de la deuda emitida en 2021 se colocó a tipos negativos gracias al arsenal desplegado por el BCE con su programa vinculado a la pandemia. Es justo lo contrario ocurrió en la salida de la anterior crisis, cuando los mercados castigaron la deuda de los países del sur de Europa. La prima de riesgo de España llegó a rozar los 650 puntos básicos en julio de 2012. Esa situación se resolvió cuando Mario Draghi pronunció su celebrado “whatever it takes” [”haré cuanto sea necesario”]. El BCE dice que quiere ir retirando los estímulos de forma gradual. Está por ver si también protegiendo las primas de riesgo a cualquier precio.
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