Tras días de relativa calma, y cuando se cumplen tres meses del golpe de Estado que el pasado 1 de febrero interrumpió una década de transición democrática en Myanmar (antigua Birmania), miles de personas volvieron a tomar las calles de varias ciudades del país este domingo para manifestar su oposición al régimen militar. Las fuerzas de seguridad abrieron fuego contra los civiles en algunas de las protestas, matando al menos a seis personas. En total, más de 760 civiles han fallecido a manos del Ejército y la policía desde la asonada.
En algunas protestas los manifestantes urgían a una “primavera revolucionaria”, como ya había ocurrido en ocasiones anteriores, coreando consignas como “¡Nuestra vía conduce a la democracia!” o “¡Despertad al mundo con la voz de la gente unida de Myanmar!”. Miles de personas ocuparon las calles de las principales ciudades del país, con Yangón y Mandalay a la cabeza, después de semanas de manifestaciones de perfil bajo tras varios episodios de dura represión por parte de las fuerzas de seguridad. Uno de los más graves ocurrió en Bago, unos 65 kilómetros al noreste de Yangón, a comienzos de abril, cuando al menos 82 personas fueron abatidas por la policía y el Ejército.
Aunque la dura represión policial y militar ha hecho que, en ocasiones, los manifestantes busquen otras vías para protestar –a través de huelgas o de forma simbólica, con pintadas y marchas en silencio, como durante el Año Nuevo birmano, de tradición budista-, este domingo volvieron al estilo predominante de los dos primeros meses tras el golpe. En Mandalay, centenares de personas, entre ellas muchos monjes, se manifestaban este domingo portando la bandera de la Liga Nacional para la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés), el partido de la líder de facto desde 2015 Aung San Suu Kyi, depuesta por los generales.
La NLD obtuvo una holgada victoria en las elecciones de noviembre, cuyo resultado garantizaba una segunda legislatura para Suu Kyi hasta que los militares —que tacharon los comicios de fraudulentos sin presentar pruebas— dieron el golpe. La Nobel de la Paz, de 75 años, se encuentra detenida desde entonces, acusada de varios delitos que podrían suponerle más de una década de prisión. No ha vuelto a ser vista en público y, aunque sus abogados han asegurado que se encuentra bien de salud, su estado y situación son controlados por la Junta Militar con máxima opacidad.
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Pese a la oposición popular al régimen, los generales, comandados por Min Aung Hlaing, no han dado ninguna señal de querer dar marcha atrás o hacer concesiones a los manifestantes. Por el contrario, continúan dispersando las protestas con violencia; este domingo, al menos tres personas murieron por disparos con munición real en la ciudad central de Wetlet, según el medio local Myanmar Now. “Los militares empezaron disparando balas de goma por la mañana al ver que la gente empezaba a congregarse. Pero, como nadie se marchaba, entonces comenzaron a disparar con armas de fuego”, ha narrado un testigo al citado medio. Otras dos personas han fallecido en situación similar en un par de localidades del Estado nororiental de Shan. Una sexta murió en la ciudad minera de Hpakant, en el norte, mientras que al menos otras veinte resultaron heridas, apunta también Myanmar Now. Allí, las fuerzas de seguridad lanzaron una granada a la multitud y abrieron fuego contra los manifestantes.
Combates intensificados
En total, más de 760 civiles, entre ellos decenas de menores, han muerto tiroteados por las fuerzas de seguridad en los últimos tres meses, y 3.500 se encuentran detenidos, según la ONG local Asociación para la Asistencia de Presos Políticos (AAPP). Además de las protestas, las fuerzas armadas tienen otros frentes abiertos, pues desde el golpe se han intensificado los combates —algunos de décadas de antigüedad— con guerrillas formadas por minorías étnicas que se oponen a su mandato. En el norte y este del país, los enfrentamientos han provocado el desplazamiento de decenas de miles de personas, según estima la ONU.
Igualmente, grupos de civiles han acudido a entrenarse a estas zonas para aprender estrategias de defensa y ataque en las protestas que tienen lugar en las ciudades y localidades del país. Un medio estatal birmano —controlado por los militares— aseguró el sábado que una serie de explosiones en las últimas horas sobre todo en la ciudad de Yangón, que causaron daños materiales, pero no humanos, habían sido causadas por “alborotadores”.
Entretanto, el país se asoma al colapso económico; el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) advirtió la semana pasada que el impacto de la pandemia y el golpe podrían abocar a 25 millones de birmanos a la pobreza en 2022, casi la mitad de la población.
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