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Sergio Massa presenta en Argentina un plan de ajuste acorde a las exigencias del FMI

Sergio Massa presenta en Argentina un plan de ajuste acorde a las exigencias del FMI


El presidente de Argentina, Alberto Fernández, felicita a Sergio Massa luego de la toma de juramento como nuevo ministro de Economía, el 3 de agosto.Juan Ignacio Roncoroni (EFE)

Argentina ya tiene un “superministro” de Economía. Se llama Sergio Massa y tiene por delante una tarea muy complicada: sacar al país sudamericano del descalabro en el que se encuentra. Massa fue convocado la semana pasada por el presidente, Alberto Fernández, como la última bala del peronismo para neutralizar la crisis. Durante el fin de semana, el ministro eligió a sus asesores y este miércoles juró en el cargo ante 500 invitados, en una ceremonia a tono con el clima refundacional que la Casa Rosada busca para la gestión. Tras el “sí, juro”, Massa caminó los 50 metros que separan la sede del Gobierno del ministerio de Economía y presentó un paquete de medidas. El eje del plan es sostener el peso, acumular reservas y reducir drásticamente el déficit fiscal No hay grandes novedades en la lista: es lo que exige a Argentina el Fondo Monetario Internacional desde enero, cuando se firmó un acuerdo para refinanciar una deuda de 44.000 millones de dólares.

“Leí que soy salvador, bala de plata o superministro. No soy un mago o un salvador, vine a trabajar”, dijo Massa en el inicio de la rueda de prensa. Luego enumeró una a una las medidas, que serán “las primeras” de una larga lista que irá completando durante las próximas semanas. En términos generales, el nuevo ministro fijó como principios de su gestión “el orden fiscal, el fortalecimiento de reservas y el superávit comercial”. Como “motores” de esas metas apuntó “la inversión, la producción, las exportaciones y la defensa del mercado interno”.

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“Vamos a cumplir con la meta de 2,5% del déficit fiscal [acordada con el FMI y que figura actualmente en el presupuesto]”, dijo Massa. “Vamos a hacer todo lo necesario para honrar la palabra empeñada”. Para ello prometió que no se utilizará en lo que resta del año el saldo de adelantos del Banco Central al Tesoro, que el acuerdo con el Fondo limitó al 1% del PIB. “No vamos a pedir más emisión para financiarnos, nos vamos a arreglar con lo que tengamos y el financiamiento privado”, dijo, en una de las definiciones centrales del paquete de medidas.

Reducir la emisión es la espada que utilizará para controlar la inflación, que se ha disparado por encima del 80% anual en las proyecciones más optimistas. Para fortalecer las reservas internacionales, clave para sostener el valor de peso, el ministro anunció el ingreso de 7.000 millones de dólares al Banco Central, producto de un acuerdo por 5.000 millones de dólares con exportadores industriales que tenían retenida la liquidación de sus ventas. El resto vendrá de créditos con organismo internacionales. Habrá, al mismo tiempo, un canje voluntario de la deuda pública en pesos que vence durante los próximos tres meses. El ministro adelantó que ya tiene el compromiso de adhesión del 60% de los tenedores de bonos.

La reducción del déficit es la principal batalla que deberá librar Massa. El plan prevé mantener congelada la planta de trabajadores del Estado. Pero la principal apuesta está en la reducción de los subsidios que el Estado paga hoy a las empresas generadoras de gas y electricidad, lo que supondrá un aumento de las tarifas de los hogares. El Gobierno ya había implementado un sistema de segmentación por ingresos que quitaba las ayudas a las familias ricas. “Casi cuatro millones de hogares no solicitaron usarlos; esa es una base. Entre los nueve millones que los pidieron vamos a promover el ahorro por consumo, porque no podemos seguir con un esquema donde el que más gasta es el que más subsidios recibe”, dijo el ministro. De esta forma, aquellos que consuman más de 400 kilovatios perderán el beneficio, cualquiera sea su nivel de ingresos.

Relanzamiento

El Gobierno de Fernández organizó la jura del nuevo ministro de Economía como una gran fiesta. Entre los 500 invitados convocados en el Museo del Bicentenario, ubicado en un bajo del ala este de la Casa Rosada, estuvieron todos los ministros del Gabinete, además de empresarios, sindicalistas y militantes peronistas de todas las corrientes internas del Frente de Todos. Fueron mayoría los del Frente Renovador, la agrupación de Massa. “Estamos empezando una etapa del Gobierno que estoy convencido, porque lo conozco a Sergio hace muchos años, vamos a transitar exitosamente. Para eso lo convoque a Sergio”, dijo Alberto Fernández durante la asunción. No estuvieron entre los invitados ni Cristina Kirchner ni el diputado Máximo Kirchner, su hijo. Ambos apoyaron a Massa, pero a distancia. Si el ministro fracasa, es mejor estar a salvo de la onda expansiva.

Massa es el socio minoritario del Frente de Todos, la coalición peronista que sucedió a Mauricio Macri en diciembre de 2019. Hasta este martes, cuando renunció a su banca, era el presidente de la Cámara de Diputados. Desde allí observó a buena distancia la pelea fratricida entre Alberto Fernández, y su vice, Cristina Kirchner. Su hora llegó el 2 de julio pasado, cuando el ministro de Economía Martín Guzmán presentó su renuncia harto del fuego amigo del kirchnerismo.

El diputado se ofreció entonces para tomar la brasa. Pidió a cambio el respaldo político del kirchnerismo y el control total de la política económica. Fernández y Kirchner le dijeron que no. El primero, porque sabía que con Massa en el Gabinete su poder sería solo testimonial; la segunda, porque ve en Massa a un político con ambiciones presidenciales que construyó su carrera política asegurando que la metería presa por corrupción. El binomio presidencial eligió entonces a Silvina Batakis, que poco pudo hacer para detener la debacle. La semana pasada, Batakis fue despedida y Massa tuvo una segunda oportunidad.

Fernández se ha entregado a Massa a un costo altísimo. Desde hoy, será solo un presidente a cargo de cuestiones burocráticas, mientras toda la atención se mudará desde la Casa Rosada hacia el ministerio de Economía. Kirchner, en tanto, dejó de lado viejos rencores, atenta a que estaba en juego la supervivencia del Gobierno. Las medidas que anunció este miércoles Massa van en contra del ADN del kirchnerismo. Por mucho menos se fue Guzmán, tras soportar el escarnio público de la expresidenta.

Massa, con todo, no obtuvo todo lo que pedía, esto es, el poder total sobre los resortes de la gestión económica. La Secretaría de Energía quedó, al menos por ahora, en manos de un hombre de Kirchner, lo mismo que la AFIP, la oficina de recaudación pública. El Banco Central seguirá a cargo de Miguel Pesce, que responde a Fernández. La agenda de energía es clave: el año pasado, el Estado destinó 11.000 millones de dólares al subsidio de las tarifas hogareñas de gas y electricidad. Los intentos de Guzmán por subir esas tarifas y reducir los subsidios, una exigencia del FMI, chocaron una y otra vez contra los funcionarios de Kirchner, al punto que el ministro renunció con un portazo. Que Massa pueda superar ese obstáculo será clave para el éxito de su gestión.

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