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Sexo y drogas sin moralismos

Que la demanda de series televisivas ha generado una oferta universal es evidente. Ya se realizan en casi todos los países. Cuestión aparte es la calidad de las mismas pero, hasta en eso, demanda y oferta han conseguido con su universalización acabar, o cuando menos disminuir, la prepotencia de la industria audiovisual estadounidense.

Las dos temporadas de Operación Éxtasis (Netflix), una coproducción belga-holandesa, es, probablemente, de lo mejor que se ha hecho recientemente en el género policíaco. Y otra inquietante serie belga, Red Light (Sundance TV, Movistar+), ratifica lo dicho. Si en la primera de ellas las drogas de diseño y el tráfico de armas son los ejes centrales de sus dos temporadas, en la segunda lo es la prostitución, tres temas, tres problemas, sobre los que se ha escrito y discutido cíclicamente y que, al parecer, son irresolubles.

Las dos excelentes series coinciden en rehuir cualquier confortable moralismo. Muestran con rigor formal desde la ficción una realidad indiscutible. El narcotráfico produce anualmente unos 650.000 millones de dólares. 108.000 millones de dólares es lo que se estima que mueve cada año la prostitución. El tráfico ilegal de armas resulta más complejo de cuantificar, valga decir que se incautan cerca de 600.000 armas ilegales cada año, datos todos ellos de Naciones Unidas. Son cantidades que desbordan las voluntades gubernativas para tratar de resolver el problema. Demasiados intereses económicos en juego.

Cifras aparte, Operación Éxtasis y Red Light, cada uno con su tempo, son ejemplares ejercicios narrativos con un suspense in crescendo y en el que se evita la truculencia. La realidad es dura, y así se muestra sin necesidad de regodeos que anhelan aumentar la morbosidad. Es decir, nada que ver con los telediarios.

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