Un papel con el nombre y el tipo de sangre en el bolsillo para pasarle a alguien que esté cerca por si la policía las detiene y luego desaparecen. Las mujeres en Colombia salen a las calles a protestar con el miedo de no poder volver a sus casas. Laura Páez, integrante de Lazos de Dignidad, una organización de derechos humanos, repartió la semana pasada -en el inicio de las manifestaciones contra el Gobierno- el texto Cuidémonos mientras luchamos, una guía para saber qué hacer ante el acoso policial durante las protestas. La principal recomendación, además de llevar el papel en el bolsillo, es no caminar solas. Si a plena luz del día, en una jornada normal, las mujeres en Colombia están desprotegidas -158 feminicidios en los tres primeros meses del año- el riesgo es mayor si es de noche y la calle está llena de policías.
Hasta este martes, según la organización Temblores, que documenta el abuso de autoridad, se habían registrado 10 hechos de violencia sexual por parte de la fuerza pública durante las protestas en Colombia. “Yo iba caminando sola hacia a mi casa y unos 10 o 15 policías me acorralaron, comenzaron a morbosearme (decir palabras obscenas), uno de ellos me dijo: ‘Si así son las marchantes, qué rico echarles gases”, cuenta Sofía, de 18 años, desde Bogotá. Había salido con sus amigas, como miles de colombianos, a manifestarse el pasado 28 de abril y cuando iba de regreso y se vio rodeada de policías, de noche y sola, dice que tuvo miedo de no poder volver a su casa. “Yo estaba muy paniqueada (asustada), tenía miedo de lo que me pasara. Uno de esos policías se descuidó y abrió un poquito el círculo en el que me tenían y yo logré coger fuerzas y correr. Corrí como 10 minutos, estaba muy asustada”, escribe en un mensaje a este diario.
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Sofía, que prefiere no decir su apellido, alcanzó a correr; no pudo hacer lo mismo Diana Díaz. El 30 de abril marchaba en Cali (la ciudad que más ha sufrido la represión policial durante estas protestas) cuando el grupo con el que iba quedó dividido tras un brutal disparo de gases lacrimógenos. Las mujeres, según su relato publicado en Facebook, fueron separadas de los hombres por la policía. “En ese momento se acercó uno del Esmad (un policía del Escuadrón Móvil Antidisturbios) y abusó de mí en presencia de todos sus compañeros, incluida una mujer”.
Diana cuenta que tenía los brazos en alto, como muestra de que estaba desarmada, cuando fue abusada. “En contra de mi voluntad me manoseó y metió su mano en mi zona íntima”, escribió. Su reacción fue gritar, agarrar su teléfono y empezar a grabar. “Si no quiere que nada le pase por qué no se queda en su casa”, “si no le gusta para que viene a las marchas”, cuenta en su relato que le decía el agente.
“Seguimos siendo trincheras para la guerra. Como mujeres, nos ven como un botín, como un cuerpo al que no apuntan a matar, que apuntan a dejar una marca”, dice Páez, que, con frustración, asegura que durante las marchas ante la policía, armada y en gavilla, se sienten indefensas. “Pedimos que entre los grupos de mujeres envíen a algún contacto que no esté en las marchas la ubicación real, pero no siempre funciona. Entonces la recomendación es qué hacer después y esto es denunciar, buscar alguna organización de derechos humanos, no quedarse calladas”, dice y recuerda las palabras de un agente del Esmad que quedaron grabadas en un vídeo.
“Ayer lo escuchamos, todos lo pueden ver, un policía diciéndole a otro ‘hágale lo que quiera’ refiriéndose a una mujer que marchaba”, recuerda Laura Páez este martes por teléfono mientras camina hacia una concentración contra el Gobierno en Bogotá.
El vídeo al que se refiere fue publicado en redes sociales y se escucha a un agente de policía decir “¡Déjela pasar y hágale lo que quiera!”, tras el reclamo de una testigo, el uniformado continúa y le dice a la mujer: “Usted no debe estar acá”. Las imágenes se registraron el domingo en una protesta en Acacías, un municipio en el departamento del Meta, a unas tres horas de Bogotá.
La mayoría de hechos de abuso policial contra las mujeres ha ocurrido de noche y cerca a estaciones de la policía, que en Colombia se conocen como CAI (Comando de Atención Inmediata). Comisarías que deberían brindar protección, pero que se han convertido en lugares a los que ninguna mujer quiere entrar. La Fiscalía investiga desde el año pasado una denuncia por el abuso sexual de tres jóvenes que fueron llevadas a uno de estos sitios en el centro de Bogotá con la excusa de hacerles una requisa. Según Temblores, con base en datos de Medicina Legal, durante 2017, 2018 y 2019, se registraron 241 casos de violencia sexual cometidos por la fuerza pública.
“La policía no me cuida, me cuidan mis amigas”, se escucha en los grupos de mujeres cuando salen a marchar. En Colombia, ese grito no deja de sonar.
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