Esta vez no ha habido música ni abrazos ni cacerolazos ni gritos de libertad. Si en 2016 la muerte de Fidel Castro se celebró como un carnaval en la Pequeña Habana de Miami, el anuncio formal de la salida de su hermano menor Raúl del poder se vive en silencio, con menos fanfarria y más escepticismo en la capital del exilio cubano. “Mientras sigan los históricos con vida, ellos van a seguir mandando en Cuba. A los que ponen en el poder son como unas marionetas que las mueven”, dice Humberto López, de 82 años, uno de los directores de la Brigada 2506, la organización de veteranos de la fallida invasión de Bahía de Cochinos, un hecho histórico del que este sábado se cumplen 60 años.
En abril de 1961, con 22 años, López formó parte del mayor intento de derrocar por las armas a Fidel Castro, en el que participaron un millar y medio de exiliados cubanos. Aunque el desembarco se saldó con un fracaso, los sobrevivientes del grupo, que fueron capturados durante casi dos años en cárceles cubanas y después liberados, celebran estos días el aniversario de la invasión con un ojo pendiente de lo que pasa en el Congreso del Partido Comunista que se celebra en La Habana. “Yo no creo que va a haber muchos cambios. Va a seguir esta misma nomenclatura que ha mandado por 60 años hasta que el ciclo de la vida se los lleve”, apunta López en la sede del museo de la Brigada 2506, delante de una pared plagada de fotos de los caídos: los “mártires que murieron peleando por la libertad de Cuba”, en el centro; y los que fallecieron después —en otras guerras como la de Vietnam o por la edad— a los lados.
Durante mucho tiempo, los exiliados cubanos soñaron que la muerte de Fidel Castro marcaría el fin del régimen por el que tuvieron que dejar la isla. Pero la larga enfermedad del líder de la revolución cubana permitió una transición de poder paulatina hacia su hermano Raúl. Quince años después de que lo pusieran al frente del Gobierno —que dejó en 2018 en manos de Miguel Díaz-Canel— y a punto de pasar el relevo del liderazgo del partido único cubano, se está demostrando que es posible pensar en un castrismo más allá de los Castro. “El sistema y el Gobierno cubano es más que un apellido. Nos guste o no, hay un engranaje que va más allá de la personalidad de los líderes, lo cual no quiere decir que para la nueva generación de líderes no sea un desafío”, afirma Michael Bustamante, profesor de historia latinoamericana de la Universidad Internacional de Florida (FIU, por sus siglas en inglés).
Autor del libro Cuban Memory Wars (Las guerras de la memoria de los cubanos) que explora cómo los traumas del exilio moldean la percepción de la historia a ambos lados del Estrecho de Florida, Bustamante sostiene que, independientemente de los cambios que se anuncien en el Congreso del Partido Comunista, no hay mucha esperanza entre los cubanos en Estados Unidos. La isla vive su peor crisis económica en 30 años, golpeada por los efectos atroces de la pandemia en el turismo y el endurecimiento de las sanciones de Donald Trump (que Joe Biden ha mantenido vigentes hasta ahora).
“Yo creo que la salida del segundo Castro del poder va a permitir que los cubanos se imaginen una Cuba sin el dogma de lo que representó ese apellido”, dice con algo más de optimismo Guennady Rodríguez, un abogado que llegó a Miami en 2013. Tras salir de Cuba con una beca de estudios —algo que pudo hacer gracias a una de las medidas de apertura aprobadas por Raúl Castro para eliminar las visas de salida a quienes quisieran viajar—, el año pasado este cubano de 39 años creó 23 y Flagler, una plataforma independiente para ofrecer contenido de actualidad con una visión más progresista que la del núcleo duro del exilio.
“La mayoría de los que trabajamos ahí creemos en el engagement (cooperación) entre los dos países y no en una política de aislamiento que no ha dado resultados”, defiende Rodríguez, quien confía en que Biden cumpla con su promesa de un mayor acercamiento a Cuba como una vía de impulsar cambios en la isla hacia una mayor pluralidad y democratización de la sociedad. “Yo estoy bastante decepcionado con la lentitud con la que Biden ha actuado. No hay forma de justificar el prohibir a una persona mandar remesas a sus seres queridos que están necesitados”, dice por su parte Bustamante, el profesor de la FIU, en referencia a la decisión de la nueva Administración de mantener algunas medidas tomadas por Trump que dificultan a los cubanos el envío de dinero a sus familias.
“El tiempo nos dio la razón”
Sin embargo, el académico reconoce que en los últimos años, con la presidencia de Trump, se han endurecido las actitudes de los cubanos en el exilio hacia algunas cuestiones prácticas, como el envío de remesas o los viajes de los cubanoamericanos a la isla, que el expresidente Barack Obama había flexibilizado en el histórico proceso de deshielo con La Habana. Según la última encuesta de opinión pública hecha por la FIU, a finales de 2020 un 54% de los cubanos y cubanoamericanos en Miami apoyaban el embargo a Cuba frente al 31,6% que estaban a favor de esa medida en 2016.
“Los hechos han demostrado que la decisión de Obama fue un fracaso y, basado en eso, esta administración ha sido muy cautelosa en tener algún tipo de relación con Cuba”, opina Humberto López, el veterano de Bahía Cochinos. “Tal vez llegue a una cosa más suave: vuelos a Cuba, algunos cruceros, pero esta Administración no va a llegar a lo que hizo Obama”, opina.
En lo que casi todos en el exilio parecen estar de acuerdo es que hay dos grietas por las que se puede atisbar un hilo de esperanza de que las cosas cambien en Cuba: por un lado, las voces críticas surgidas en la isla en los últimos meses que piden una sociedad más abierta y, por otro, el acceso a internet que ofrece una ventana a los cubanos de lo que pasa fuera de la isla.
“El problema que tienen, que es más serio que la invasión, es la internet”, opina Rafael Montalvo, otro de los veteranos de Bahía Cochinos. “Ya hoy en día no pueden apresarle la mente a la gente. La internet se convierte en un vehículo abierto a toda la población. Todo el mundo está puesto y quieren un cambio”, afirma sorprendido por la proliferación de sitios hechos en la isla con comentarios críticos hacia el régimen.
Sentado con otros tres excombatientes en la sede el museo de la Brigada 2506 mientras comparten unas hamburguesas de McDonald’s, Montalvo sostiene que no cree que hace 60 años perdieran la batalla. Primero, porque los combatientes lograron regresar a Estados Unidos tras ser liberados en Cuba. Y segundo, dice, porque el desarrollo político en la isla les reafirma que la lucha que hicieron entonces tenía sentido.
“El tiempo nos ha dado la razón. El comunismo era un desastre. Nosotros volvimos, hicimos nuestra vida, tuvimos éxito, pero nadie se olvida de Cuba ni del propósito que sigue siendo válido hoy en día, más vigente que nunca. Y todo lo que decía Castro: a la brigada se nos pintó de mercenarios, agentes de la CIA, gusanos, asesinos… hoy en día es obvio que no éramos eso. Éramos idealistas”, se defiende.
Seis décadas después de aquel episodio, Montalvo es consciente de que el camino hacia el fin del castrismo en Cuba por el que lucharon está siendo largo, pero dice que no pierde la esperanza de un cambio en el futuro: “¿Cuánto les tomó a ustedes [los españoles] liberarse de los moros? ¿Cuánto nos tomó a nosotros zafarnos de los españoles? Nosotros llevamos 60 años nada más”.
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