Sin democracia real no hay bosque ni mar


La democracia vive horas bajas, con una clara involución global tanto en calidad como en extensión. En su acérrima defensa recordemos su valía para el bien global. En palabras de Annie Leonard: “Una democracia sana es prerrequisito de un medio ambiente sano”. Una sola vía garantiza la transición ecológica y justa de la economía: la gobernanza ciudadana o democracia directa. Analicemos sus implicaciones en la gestión de lo común (clima, biodiversidad, derechos humanos) mediante Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN), a la luz del Estándar Global de la Unión Internacional para la Conservción de la Naturaleza (UICN).

Es cosa de todos

Como en todo proyecto de envergadura, el factor de éxito clave de una SbN es conseguir un alto grado de implicación y empoderamiento de los actores implicados: la comunidad local beneficiaria y custodia (especialmente los pueblos indígenas), la sociedad civil organizada en pro de los derechos humanos, las administraciones garantes de lo público, el tejido empresarial con la llave de la economía local, el mundo académico con conocimientos científico-técnicos, o los medios de comunicación con narrativas de futuros mejores. Las SbN realmente transformadoras, de hecho, son acometidas por colaboraciones público-privadas o incluso público-civiles.

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La implicación emerge del grado de apertura del proyecto, que es mayor cuantas más opciones de participación y creación de sinergias entre las partes se posibilitan, y antes comienzan en el tiempo. Bajo dichas premisas, sumadas a la transparencia e inclusión en la toma de decisiones, puede tener lugar una verdadera gobernanza inclusiva que permita un disfrute equitativo de los beneficios creados. La ciudad de Turín es un referente transformador en este ámbito con su Reglamento para el Gobierno de los Bienes Comunes Urbanos.

Flexibilidad para el equilibrio

Vivimos en un mundo complejo, repleto de interdependencias. En multitud de ocasiones nos vemos abocados a tomar decisiones que implican compromisos y compensaciones. Así, las SbN buscan constantemente un equilibrio entre el logro de sus objetivos principales (afrontar grandes desafíos sociales como la salud o la inseguridad alimentaria), los co-beneficios adicionales que nos generan (bienestar, equidad), así como su necesaria viabilidad económica y la mejora de la biodiversidad que promueven. Las interrelaciones entre los diferentes criterios del Estándar de la UICN afloran con fuerza en el diseño y sobre todo en la implementación; resultando imprescindible la construcción de consensos justos y duraderos, desde la flexibilidad y adaptabilidad.

Del mismo modo, la dimensión temporal precisa de un equilibrio entre beneficios a corto y largo plazo; al igual que la doble escala local-global de algunas SbN que si bien contribuyen a afrontar retos globales como la crisis climática, intervienen y generan cambios directos a nivel local, en cuyo contexto deben integrarse.

Una de mis SbN favoritas, ejemplo como ninguno de gobernanza ciudadana y equilibrio, es el Bosque Urbano de Málaga (BUM). Un proyecto nacido de la vecindad, co-diseñado con la academia y con el apoyo del pequeño comercio. Pensado para regenerar un antiguo suelo industrial degradado, en el corazón de uno de los distritos más densamente poblados y con menos zonas verdes de Europa; llenándolo de biodiversidad, encuentro social, resiliencia climática y economía local.

La naturaleza se auto-regenera si se la deja, los barrios se auto-organizan si se les da la oportunidad

Seis años lleva la ciudadanía abogando por el BUM, proponiéndolo como bandera de una Málaga verde y justa de la que estar orgullosas para la Expo 2027. El bloqueo del proyecto por intereses privados pone en evidencia la imperativa necesidad de democracia, porque la ciudad es de todas. Las instituciones tienen que perder el miedo a gestionar lo público conjuntamente con las plataformas civiles, especialmente en estos casos donde ya está sucediendo y bastaría con lubricar el proceso. La naturaleza se autorregenera si se la deja, los barrios se autoorganizan si se les da la oportunidad.

Las SbN trabajan con ecosistemas, por naturaleza sistemas complejos, dinámicos, interdependientes y multi-escala. Por consiguiente, las respuestas de dichos ecosistemas ante intervenciones SbN pueden ser deseadas o no, previstas o imprevistas, debiéndose generar capacidades de adaptación desde el diseño. Igualmente, a lo largo del ciclo de vida del proyecto, la propia evolución de los ecosistemas, retos de partida, necesidades y niveles de participación de los actores involucrados, conllevan una gestión adaptativa en pro del aprendizaje y mejora continua. A este efecto, resultan imprescindibles baterías de indicadores y metodologías sencillas, eficaces y colaborativas de medición de impacto, que nos permitan evaluar el grado de consecución de los objetivos de partida, así como la aportación de los co-beneficios adicionales, y actuar en consecuencia. Destaca en este sentido la aplicación de la ciencia ciudadana que efectúa el Observatorio Ciudadano de la Sequía para una mejor gestión del agua y riesgo de sequía, a través de la participación pública activa y real, y del diálogo entre ciencia, política y sociedad.

De la excepción a la norma: naturaleza por doquier

El verdadero potencial de las SbN yace en la escala. A tal efecto, deben integrarse en marcos normativos existentes y sobre todo materializar planes estratégicos en el terreno. La tracción arranca por inspiración, al constituirse en casos paradigmáticos. Valga el comentario de Enrique Salvo Tierra sobre una bella foto del arroyo Batán que fluye ahora por Vitoria donde antes fluía asfalto: “¡Paradigma!” Lo mismo con la renaturalización del madrileño río Manzanares, espejo en el que se miran proyectos ciudadanos como el del Malagueño río Guadalmedina y otros muchos. Hablamos din duda de la potencia de las redes translocales para el intercambio y réplica de buenas prácticas.

Del mismo modo, la senda del impacto es atravesada por un desarrollo legislativo transdisciplinar y abierto, fruto del cual podamos adaptar colectivamente las herramientas jurídicas a las realidades biofísicas y sociales cambiantes. Me viene a la mente la pionera Iniciativa Legislativa Popular del Mar Menor, promovida por el propio pueblo murciano para dotar a su mar de pleno derecho y asegurar así su existencia y resiliencia, como ecosistema vivo y patrimonio de la humanidad y la Tierra que es.

Nos encontramos por ende ante una herramienta robusta (el Estándar Global de la UICN), que dota de solidez a los proyectos de Soluciones basadas en la Naturaleza; garantizando su escala, impacto en los desafíos sociales, ganancia neta en biodiversidad, gobernanza inclusiva, viabilidad económica, equilibrio de compromisos, y alineamiento con estrategias y marcos normativos. Para dar el salto de la transición, para regenerar el bosque y el mar: ¡democracia real ya!

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