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Socorro Venegas: “El cuento es solo una cuestión de tiempo”


En la nueva novela que está armando Socorro Venegas nadie se muere. Eso, se ríe, es lo más cerca que ha estado nunca de la ficción absoluta, de una invención plena que no haya atravesado su cuerpo, su alma ni su mente. “Porque escribir siempre es una autoexploración, no te puedes alejar nunca de tu propia mirada, de lo contrario la literatura dejaría de ser auténtica. La autoficción no es más que un artificio, la mera necesidad de hablar de un género nuevo”. La escritora mexicana (San Luis Potosí, 1972) quiere volver al mundo de los vivos. Pero estos días anda presentando aún su último libro en la FIL (viernes, 19.30), en el que la muerte salta de un relato a otro. Mejor dicho, el principio y el fin de la vida se dan la mano entre las páginas en una extraña atmósfera que ella define como “la de los supervivientes”.

En estos cuentos, es verdad, ya no está el “aullido puro” del dolor pero sí el estado de ánimo que dejan las cicatrices. Y gran parte de esas historias han atravesado su cuerpo y su alma en el pasado: el padre alcohólico, el hermano muerto apenas en el alba de su existencia, un primer marido también enterrado… Ese es el pasado que aún le quema a Venegas y que da título, pidiendo un pequeño préstamo a Quevedo, a este libro editado por Páginas de Espuma: La memoria donde ardía.

Como buena mexicana, al lado de los que ya moran bajo nuestros pies sitúa a los que apenas acaban de nacer y los deja compartiendo la misma niebla que no acaba de despejarse, apenas deshilachada, al final del cuento. La maternidad es recurrente en estas breves historias impregnadas de experiencia, pero una maternidad tan estudiada como sentida. Un ejercicio liberador, alejado de los grilletes que impone la sociedad: maternidades fuera del canon, lejos del umbral de la dicha, nacimientos no asumidos, convivencias corporales enrarecidas. “Muchas mujeres sienten todavía ese desacomodo del alma cuando hablan de la maternidad. Si les preguntan qué fue lo mejor de sus vidas algunas se ven obligadas a decir que sus hijos, cuando es su trabajo, por ejemplo. Así me lo han contado. Mostramos esas cautelas porque sabemos que no nos perdonan que no podamos con todo. Yo misma llegué a un acuerdo con mi pareja para que él llevara al niño al colegio y todos sabían que yo era la madre, pero si alguna vez me acerqué a recogerlo me preguntaban: ¿Y tú quién eres, por qué niño vienes? Era su forma de reprocharme mi supuesta falta de dedicación”. Los hijos, el trabajo, los cuidados, la felicidad obligada de los roles femeninos.

¿Es quizá esa falta de tiempo lo que hermana a tantas escritoras con el relato corto? “Desde luego es una de las razones. Los cuentos no son más fáciles que las novelas, pero permiten ciertas interrupciones y un ejercicio más a salto de mata: grabas en el teléfono móvil una imagen o una idea que te asalta en el metro como el que caza una liebre y puedes dejarlo sin desarrollarlo mucho más”. Como en una receta de cocina, se deja sazonar y finalmente se busca que todo se dore por igual, es decir, que los relatos guarden una relación, que compartan una unidad. Tiempo: “Pueden pasar años hasta que el libro esté listo”. Dificultad: “La misma que una novela, pero la novela requiere continuidad, si la abandonas ella puede abandonarte a ti”. “Escribir cuentos es solo una cuestión de tiempo”, insiste Venegas.

Ha de admitirse entonces que muchas mujeres no han alcanzado todavía esa habitación propia que mencionaba Virginia Woolf en la que refugiarse a pensar y completar una novela, un ensayo.  Venegas asiente y lo hace de nuevo cuando se le pregunta si acaso ese cuarto propio no es, en ocasiones, la propia mente femenina, vagando entre tantas obligaciones o pasiones. Muchos intereses y deberes —impuestos o soñados— que no dejan espacio a la concentración que se necesita para armar una novela. Asiente Venegas. “Escribir sigue siendo un privilegio”. “Creo que la gran aportación de la editorial Páginas de Espuma ha sido esta dedicación al cuento, lo han colocado como un género apetecible, junto con la novela”.

En este pequeño libro para leer aunque no se disponga de mucho tiempo, deja Venegas su sello en un género no siempre bien valorado. Quizá leer también se ha convertido en un privilegio en estos días tan estrechos. Venegas propone caminar junto a la memoria del superviviente que aún se duele de su miembro amputado. No es autoficción. “Mi única aspiración, como decía Lowry, es contar algo nuevo sobre el fuego del infierno”.


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