KIEV, Ucrania — ¿Cómo es posible que personas que han crecido con un sentido del bien y del mal acaben implicadas en actos terribles de violencia contra otros?
Ese es el misterio humano en el corazón de unas 2,000 llamadas telefónicas interceptadas de los soldados rusos en Ucrania. Las escuchas, obtenidas por The Associated Press, revelan una perspectiva nueva y desgarradora de la guerra que libra desde hace un año el presidente ruso Vladimir Putin, vista a través de los ojos de los propios soldados rusos.
La AP verificó las llamadas, realizadas en marzo de 2022 por soldados de una división militar que, según los fiscales ucranianos, cometieron crímenes de guerra en Bucha, una ciudad en las afueras de Kiev que se convirtió en un símbolo temprano de las atrocidades rusas.
Muestran lo poco preparados que estaban los jóvenes soldados —y su país— para la guerra que se avecinaba. Muchos se unieron al ejército porque necesitaban dinero y se les informó de su despliegue en el último minuto. Les dijeron que serían bienvenidos como héroes por liberar a Ucrania de sus opresores nazis y sus patrocinadores occidentales, y que Kiev caería sin derramamiento de sangre en una semana.
Las escuchas muestran que, a medida que los soldados se daban cuenta de lo mucho que los habían engañado, aumentaba su miedo. La violencia, antes impensable, se convirtió en algo normal. Los saqueos y el consumo de alcohol ofrecían momentos de un raro respiro. Algunos dicen que cumplían órdenes de matar a civiles o prisioneros de guerra.
Les cuentan a sus madres cómo es esta guerra en realidad: sobre el adolescente ucraniano al que le cortaron las orejas. Cómo el ruido más aterrador no es el silbido de un cohete que pasa volando, sino el silencio que significa que viene directamente hacia ti. Cómo las armas modernas pueden destruir de tal manera un cuerpo humano que no queda nada que devolver a casa.
Escuchamos cómo sus madres se esfuerzan por conciliar su orgullo y su horror, y cómo sus esposas y padres les ruegan que no beban demasiado y que por favor llamen a casa.
Estas son las historias de tres de esos hombres: Leonid, Ivan y Maxim. La AP no está usando sus nombres completos para proteger a sus familias en Rusia. La AP confirmó que estuvieron en las zonas donde se cometieron las atrocidades, pero no tiene pruebas de sus acciones individuales más allá de lo que ellos mismos admiten.
La AP habló con las madres de Ivan y Leonid, pero no pudo comunicarse con Maxim o su familia. AP verificó estas llamadas con la ayuda del Dossier Center, un grupo de investigación en Londres financiado por el disidente ruso Mikhail Khodorkovsky. Las conversaciones han sido editadas para efectos de extensión y claridad.
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En una producción conjunta el sábado 25 de febrero, The Associated Press y Reveal —el sitio web, programa de radio público y podcast del Center for Investigative Reporting— transmitirán un audio nunca escuchado de soldados rusos mientras enfrentan la brutalidad de la guerra de Rusia en Ucrania y la perpetran.
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LEONID
Leonid se convirtió en soldado porque necesitaba dinero. Estaba endeudado y no quería depender de sus padres.
“Yo simplemente no estaba preparada emocionalmente para que mi hijo fuera a la guerra a la edad de 19 años”, declaró su madre a la AP en enero. “Ninguno de nosotros había experimentado algo así, que su hijo viviría en un momento en el que tiene que ir a luchar”.
La madre de Leonid alega que Rusia necesita protegerse de sus enemigos, pero, como muchos otros rusos, esperaba que su país se apoderara rápidamente de zonas en el este de Ucrania. En cambio, la unidad de Leonid se quedó atrapada en Bucha.
“Nadie pensó que esto sería tan terrible”, manifestó su madre. “Mi hijo sólo dijo una cosa: ‘Mi conciencia está tranquila. Ellos abrieron fuego primero’. Eso es todo”.
En las llamadas, hay una evidente disonancia moral entre la forma en que la madre de Leonid lo crio y lo que está viendo y haciendo en Ucrania. Aun así, defendió a su hijo, insistiendo en que él nunca estuvo en contacto con civiles en Ucrania.
Aseguró que todo era tranquilo y civilizado, que no hubo problemas en los retenes y que no ha pasado nada malo. Sostiene que la guerra no cambió a su hijo.
Ella se negó a escuchar cualquiera de las grabaciones: “Esto es absurdo”, alegó. “Simplemente, no intentes hacer que parezca que mi hijo mató a personas inocentes”.
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UNO: Mata si no quieres que te maten.
La introducción de Leonid a la guerra se produjo el 24 de febrero, cuando su unidad cruzó a Ucrania desde Bielorrusia y diezmó un destacamento de ucranianos en la zona fronteriza. Después de su primera pelea, Leonid parece tener compasión por los jóvenes soldados ucranianos que acababan de matar.
Madre: “¿Cuándo te asustaste?”.
Leonid: “Cuando nuestro comandante nos advirtió que nos dispararían, al 100%. Nos advirtió que, aunque nos bombardearan y nos dispararan, nuestro objetivo era pasar”.
Madre: “¿Te dispararon?”.
Leonid: “Por supuesto, pero los derrotamos”.
Madre: “Mmm. ¿Ustedes dispararon desde sus tanques?”.
Leonid: “Sí, lo hicimos. Disparamos desde los tanques, con ametralladoras y rifles. No tuvimos pérdidas. Destruimos sus cuatro tanques. Había cadáveres tirados y ardiendo. Entonces, ganamos”.
Madre: “¡Oh, qué pesadilla! Lyonka, querías vivir en ese momento, ¿verdad, cariño?”.
Leonid: “¡Más que nunca!”.
Madre: “Más que nunca, ¿verdad cariño?”.
Leonid: “Por supuesto”.
Madre: “Es totalmente horrible”.
Leonid: “Estaban tirados allí, sólo tenían 18 o 19 años. ¿Soy diferente a ellos? No, no lo soy”.
Un año de guerra en Ucrania y Rusia no cede
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DOS: Las reglas de la vida normal ya no se aplican.
Leonid le dice a su madre que el plan era que se apoderaran de Kiev en una semana, sin disparar una sola bala. En cambio, su unidad comenzó a recibir disparos cerca de Chernóbil. No tenían mapas y los ucranianos habían quitado todas las señales de tránsito.
“Fue tan confuso”, dice. “Estaban bien preparados”.
Sin haberse esperado un ataque prolongado, los soldados rusos se quedaron sin suministros básicos. Una forma de obtener lo que necesitaban —o querían— era robar.
Muchos soldados, entre ellos Leonid, hablan de dinero con la cautelosa precisión que surge de no tener suficiente. Algunos reciben pedidos de amigos y familiares de conseguir zapatos de ciertas tallas y repuestos para autos específicos, orgullosos de volver a casa con algo para dar.
Cuando Leonid le cuenta casualmente a su madre sobre el saqueo, al principio no puede creer que esté robando, pero se ha vuelto normal para él.
Mientras habla, ve arder una ciudad en el horizonte.
“Qué belleza”, expresa.
Leonid: “Mira, mamá, estoy viendo toneladas de casas —no sé, decenas, cientos— y todas están vacías. Todos huyeron”.
Madre: “Entonces toda la gente se fue, ¿verdad? Ustedes no las están saqueando, ¿verdad? ¿No vas a entrar en las casas de otras personas?”.
Leonid: “Por supuesto que lo vamos a hacer, mamá. ¿Estás loca?”.
Madre: “Oh, sí lo haces. ¿Y qué te llevas de ahí?”.
Leonid: “Nos llevamos comida, ropa de cama, almohadas, mantas, tenedores, cucharas, sartenes”.
Madre: (riendo) “Tienes que estar bromeando”.
Leonid: “Quien no los tenga, se lleva calcetines, ropa interior limpia, camisetas y suéteres”.
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TRES: El enemigo es todo el mundo.
Leonid le cuenta a su madre sobre el terror de salir de patrulla y no saber con qué o con quién se van a encontrar. Describe cómo usa fuerza letal a la menor provocación contra casi cualquier persona.
Al principio, ella parece no creer que los soldados rusos puedan estar matando civiles.
Leonid le dice que a los civiles se les ordenó que huyeran o que se refugiaran en sótanos, por lo que cualquiera que esté afuera no debía ser un verdadero civil. Putin y otros les habían dicho a los soldados rusos que serían recibidos como libertadores y que cualquiera que se resistiera era un fascista o un insurgente, no un civil verdadero.
Se trataba de una guerra de toda la sociedad. La misericordia era para los tontos.
Madre: “¡Ay, Lyonka, has visto tantas cosas allí!”
Leonid: “Bueno… hay civiles tirados allí, en la calle, con el cerebro de fuera”.
Madre: “Oh Dios, ¿te refieres a los residentes?”
Leonid: “Sí, bueno, claro, sí”.
Madre: “¿Son a los que les dispararon o a los que…”
Leonid: “Los que mató nuestro ejército”.
Madre: “Lyonya, puede que sean gente pacífica”.
Leonid: “Mamá, hubo una batalla y entonces un tipo simplemente aparecía, ¿sabes? Quizá sacaría un lanzagranadas… O hubo un caso, detuvieron a un joven y le quitaron el celular. Tenía toda información sobre nosotros en sus mensajes de Telegram: dónde atacar, cuántos éramos, cuántos tanques tenemos. Y eso es”.
Madre: “¿Entonces sabían todo?”.
Leonid: “Le dispararon allí mismo, en el acto”.
Madre: “Mm”.
Leonid: “Tenía 17 años. Y eso es todo, ahí mismo”.
Madre: “Mm”.
Leonid: “Había un prisionero. Era un chico de 18 años. Primero, le dispararon en la pierna. Luego le cortaron las orejas. Después de eso, admitió todo y lo mataron”.
Madre: “¿Él lo admitió?”.
Leonid: “Nosotros no los encarcelamos. O sea, los matamos a todos”.
Madre: “Mm”.
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CUATRO: Lo que se necesita para llegar vivo a casa.
Leonid le dice a su madre que en cinco ocasiones casi lo matan. Todo está tan desorganizado, dice, que no es raro que los rusos disparen contra sus propios soldados, algo que incluso le pasó a él. Algunos soldados se pegan un tiro sólo para obtener una licencia médica, asegura.
En otra llamada, le dice a su novia que envidia a sus amigos a quienes les dispararon en los pies y que pudieron irse a casa. “Una bala en el pie es como cuatro meses en casa con muletas”, expresa. “Sería genial”.
Luego cuelga debido a disparos en su dirección.
Madre: “Hola, Lyonechka”.
Leonid: “Sólo quería llamarte de nuevo. Puedo hablar ahora”.
Madre: “Oh, eso es bueno”.
Leonid: “Aquí hay gente que se pega un tiro”.
Madre: “Mm”.
Leonid: “Lo hacen por el dinero del seguro. ¿Sabes dónde se pegan un tiro?”.
Madre: “Eso es una tontería, Lyonya”.
Leonid: “En la parte inferior del muslo izquierdo”.
Madre: “Es una torntería, Lyonya. Están locos, lo sabes, ¿verdad?”.
Leonid: “Algunas personas están tan asustadas que están listas para hacerse daño, sólo para irse”.
Madre: “Sí, es miedo, qué puedes hacer aquí, es miedo humano. Todo el mundo quiere vivir. No discuto eso, pero por favor no lo hagas. Todos rezamos por ti. Deberías persignarte en cualquier oportunidad que tengas, simplemente aléjate de todos y hazlo. Todos rezamos por ti. Todos estamos preocupados”.
Leonid: “Estoy parado aquí, ¿y sabes cuál es la situación? Ahora estoy a 30 metros (100 pies) de un cementerio enorme” (ríe).
Madre: “Ay, eso es horrible… que se acabe pronto”.
Leonid le dice a su novia que tuvo que aprender una forma de despejar su mente.
“Imagínate, es de noche. Estás sentado en la oscuridad y todo está tranquilo. A solas con tus pensamientos. Y día tras día, te sientas solo, con esos pensamientos”, le dice a su novia. “Ya aprendí a no pensar en nada mientras estaba sentado afuera.
Leonid promete llevar a casa una colección de balas para los niños. “Trofeos de Ucrania”, los llama.
Su madre dice que lo estará esperando.
“Por supuesto que regresaré, ¿por qué no?”, responde Leonid.
“Por supuesto que vendrás”, dice su madre. “No hay dudas. Te quiero Por supuesto que regresarás. Tú eres mi felicidad”.
Leonid regresó a Rusia en mayo, herido de gravedad, pero vivo. Le dijo a su madre que Rusia ganará esta guerra.
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IVAN
Ivan soñaba con ser paracaidista desde niño, mientras crecía en un pueblo al borde de Siberia. Se vestía de uniforme y jugaba al paintball con sus amigos en el bosque. En una foto aparece a los 12 años, sonriendo con un gran rifle de aire comprimido y una mancha verde cerca del corazón: señal de muerte segura cuando se juega paintball.
El sueño de Ivan se hizo realidad. Ingresó a una unidad de élite de paracaidistas rusos, que cruzaron a Ucrania el primer día de la invasión ordenada por Putin el 24 de febrero, hace un año.
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UNO: El camino de Ivan hacia la guerra.
Ivan estaba entrenando en Bielorrusia cuando recibió un mensaje de Telegram: “Mañana te vas a Ucrania. Hay un genocidio contra la población rusa y tenemos que pararlo”.
Cuando su madre se enteró de que él estaba en Ucrania, dijo, perdió el habla durante días y tomó sedantes. Su cabello se puso gris. Aun así, estaba orgullosa de él.
Ivan terminó en Bucha.
Ivan: “Hola mamá”.
Madre: “¡Hola, hijo! Cómo…”.
Ivan: “¿Cómo estás?”.
Madre: “Vanya, entiendo que podrían estarnos escuchando, así que tengo miedo…”.
Ivan: “No importa”.
Madre: “… para preguntar dónde estás, qué pasa. ¿Dónde estás?”.
Ivan: “En Bucha”.
Madre: “¿En Bucha?”.
Ivan: “En Bucha”.
Madre: “Hijo, sé lo más cuidadoso que puedas, ¿de acuerdo? ¡No vayas atacando por ahí! Mantén siempre la cabeza fría”.
Ivan: “Oh, vamos. No estoy atacando”.
Madre: “¡Sí, claro! Y ayer me dijiste cómo vas a matar a todos por ahí” (risas).
Ivan: “Mataremos si es necesario”.
Madre: “¿Eh?”.
Ivan: “Si tenemos que hacerlo, tenemos que hacerlo”.
Madre: “Te entiendo ¡Estoy tan orgullosa de ti, hijo mío! Ni siquiera sé cómo decirlo. Te amo mucho ¡Y te bendigo por todo, por todo! Te deseo éxito en todo y te esperaré pase lo que pase.
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DOS: Amor y miedo.
Putin y otros le dijeron a los soldados rusos que sus hermanos y hermanas en Ucrania los recibirían como libertadores. En cambio, Ivan descubre que la mayoría de los ucranianos lo quieren muerto o desaparecido. Su estado de ánimo cae.
Llama a su novia, Olya, y le cuenta que soñó con ella.
Ivan: “Me estoy volviendo loco aquí. Es sólo que… Tú estabas… Te sentí, te toqué con la mano. No entiendo cómo es posible, por qué, dónde… Pero realmente te sentí. No sé, sentí algo cálido, algo querido. Es como si algo ardiera en mis manos, tan cálido… Y eso es todo. No lo sé. Estaba durmiendo y luego me desperté con todos estos pensamientos. La guerra… sabes, primero estás durmiendo y luego estás como… en la guerra… ¿Dónde, dónde está? Estaba oscuro en la casa, muy oscuro. Y salí, caminé por las calles, y pensé: maldita sea, al diablo. Y ya. Realmente quiero ir a verte”.
Olya: “Te estoy esperando”.
Ivan: “¿Esperando? ¡Perfecto! Yo estoy esperando también. Esperando el momento en que pueda ir a verte… Hagamos un trato: cuando nos veamos, pasemos todo el día juntos. Acostados, sentados juntos, comiendo, mirándonos, sólo nosotros, juntos”.
Olya: (Risas) “De acuerdo”.
Ivan: “Juntos todo el tiempo. Abrazarnos, mimarnos, besarnos… Juntos todo el tiempo, sin soltarnos”.
Olya: ”¡Bueno, sí!”.
Ivan: “Puedes volverte jodidamente loco aquí. Lo que está pasando es tan jodido. Realmente pensé que sería fácil estar aquí, para serte sincero. Que iba a ser fácil hablar, piénsalo, pero resultó ser difícil, necesitas pensar con la cabeza todo el tiempo. Así es todo”.
Ivan: “Realmente estamos en el frente. Tan adelante como es posible. Kiev está a 15 kilómetros (unas 10 millas) de nosotros. Da miedo, Olya. Realmente da miedo”.
Olia: ”¿Hola?”.
Ivan: ”¿Me escuchas?”.
Se corta la comunicación.
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TRES: El fin.
A medida que empeoran las cosas para Ivan en Ucrania, se profundiza el patriotismo de su madre y crece su ira. La familia tiene parientes en Kiev y parece creer que esta es una guerra justa contra la opresión nazi en Ucrania y la mano oscura de Estados Unidos que ven detrás de la dura resistencia de Kiev. Dice que ella misma irá a Ucrania para pelear.
Madre: ”¿Tienes alguna predicción sobre cuándo terminará…?”.
Ivan: “Por el momento estamos aquí. Probablemente nos quedemos hasta que limpien toda Ucrania. Tal vez nos saquen. Tal vez no. Vamos por Kiev”.
Madre: “¿Qué van a hacer?”.
Ivan: “No iremos a ninguna parte hasta que limpien todas estas plagas”.
Madre: ”¿Se están deshaciendo de esos bastardos?”.
Ivan: “Sí que lo son, pero nos han estado esperando y se han estado preparando, ¿entiendes? Preparándose adecuadamente. Y los malditos americanos los ha estado ayudando”.
Madre: ” A la mierda. A la mierda, mátalos a todos. Tienes mi bendición”.
La muerte le llegó a Ivan una década después de ese juego de paintball de la infancia.
En julio, un periódico local publicó un aviso de su funeral con una foto de él, nuevamente en uniforme y sosteniendo un rifle grande. El anuncio decía que Ivan murió heroicamente en la “operación militar especial” de Rusia. Agregaba: Nunca te olvidaremos. Toda Rusia comparte este dolor.
Contactada por la AP en enero, la madre de Ivan negó al principio haber hablado con su hijo cuando él estaba en el frente, pero accedió a escuchar parte del audio interceptado y confirmó que fue ella quien hablaba con Ivan.
“Él no estuvo involucrado en asesinatos, y mucho menos en saqueos”, dijo a la AP antes de colgar el teléfono.
Ivan era su único hijo.
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MAXIM
En algunas de las llamadas se escucha a Maxim estando borracho, arrastrando las palabras, porque la vida en el frente es más de lo que puede soportar sobrio.
No está claro en qué unidad militar está Maxim, pero hace llamadas desde el mismo teléfono que Ivan, en los mismos días.
Él dice que se sienten solos y expuestos. Las comunicaciones son tan malas que reciben más ataques de sus propios compañeros de armas que de los ucranianos.
Tiene un dolor de muelas fuerte y sus pies están helados. Es constante la tarea de buscar lugareños (hombres, mujeres y niños) que puedan estar brindando información sobre ellos al ejército ucraniano.
El estado de ánimo de Maxim oscila entre el aburrimiento y el horror, no sólo por lo que ha visto, sino también por lo que ha hecho.
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UNO: ¡Oro!
La única razón por la que Maxim puede hablar con su familia en Rusia es porque han estado robando teléfonos de los residentes. Dice que incluso le han robado cosas a los niños.
“Les quitamos todo”, le explica a su esposa. “Porque también pueden ser unos jodidos delatores”.
Atrapados en las afueras de Kiev, aburridos e inseguros de por qué están en Ucrania en primer lugar, Maxim y media decena de otros soldados abrieron fuego en un centro comercial y se llevaron todo el oro que pudieron.
En casa, Maxim tenía problemas de dinero, pero aquí sus manos están llenas de tesoros. Calcula y recalcula alegremente lo que podría valer su montón de oro. Dice que ofreció un fajo de dinero del tamaño de su puño a mujeres y niños ucranianos.
“Quería dárselo a familias normales con niños, pero las personas que estaban allí eran unas borrachos”, le dice a su esposa.
Al final, asegura que le entregó el dinero en efectivo a un hombre al azar, bien afeitado, que pensó que se veía decente. “Le dije: ‘Mira, tómalo, dáselo a las familias con niños y llévate algo para ti. Lo resolverás, hazlo justo’”.
En las llamadas a su casa, la dulce y aguda voz del hijo pequeño de Maxim resuena de fondo mientras habla con su esposa.
Maxim: ”¿Sabes cuánto cuesta un gramo de oro aquí?”.
Esposa: “No”.
Maxim: “¿Más o menos? Unos dos o tres mil rublos, ¿No?”.
Esposa: “Bueno, sí…”.
Maxim: “Bueno, tengo un kilogramo y medio (más de tres libras). Incluso con las etiquetas puestas”.
Esposa: ”¿Somos unos saqueadores?”.
Maxim: “Con todo y etiquetas, sí. Lo que pasa es que… Estábamos disparando en un centro comercial desde un tanque. Entonces entramos y había una jodida joyería. Nos llevamos todo, pero había una caja fuerte. La abrimos y adentro… ¡Carajo! Así que los siete nos llenamos de cosas”.
Esposa: “Ya veo”.
Maxim: “Tenían unos jodidos collares ¿Sabes? En nuestra moneda, son como 30-40,000 (rublos) por pieza, 60,000 por pieza”.
Esposa: ” Santo cielo”.
Maxim: “He conseguido como kilo y medio de collares, dijes, pulseras… estos… pendientes… pendientes con anillos…”.
Esposa: “Es suficiente, ya no me digas”.
Maxim: “De todos modos, conté y si son 3.000 rublos el gramo, entonces tengo alrededor de 3,5 millones. Si lo sacamos.
Esposa: “Entiendo ¿Cómo está la situación allí?”.
Maxim: “Está jodidamente bien”.
Esposa: “¿Está bien? Entiendo”.
Maxim: “No teníamos nada que hacer, así que dimos una vuelta y saqueamos el maldito centro comercial”.
Esposa: “Sólo ten cuidado, en el nombre de Cristo”.
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DOS: Propaganda.
Maxim y su madre discuten acerca de las historias opuestas sobre la guerra que se muestran en la televisión ucraniana y en la rusa. Culpan a Estados Unidos y recitan teorías de conspiración impulsadas por los medios estatales rusos.
Pero Maxim y su madre creen que son los ucranianos los que se han dejado engañar por las noticias falsas y la propaganda, no ellos. La mejor manera de terminar la guerra, dice su madre, es matar a los presidentes de Ucrania y Estados Unidos.
Más tarde, Maxim le dice a su madre que miles de soldados rusos murieron en las primeras semanas de la guerra, tantos que no hay tiempo para hacer nada más que sacar los cadáveres. Eso no es lo que dicen en la televisión rusa, explica su madre.
Maxim: “Aquí, todo es estadounidense. Todas las armas”.
Madre: “¡Son los americanos los que manejan esto, por supuesto! Mira sus laboratorios. Están desarrollando armas biológicas. El coronavirus comenzó literalmente allí”.
Maxim: “Sí, también vi en alguna parte que usaban murciélagos”.
Madre: “Todo. Los murciélagos, las aves migratorias e incluso el coronavirus podría ser su arma biológica. Incluso encontraron todos estos papeles con firmas de Estados Unidos por toda Ucrania. El hijo de Biden es el cerebro detrás de todo esto. ¿Cuándo terminará? Cuando dejen de dar armas”.
Maxim: “Mm”.
Madre: “Hasta que atrapen a (el presidente ucraniano Volodymyr) Zelenskyy y lo ejecuten, todo terminará ¡Es un tonto, un tonto! Es un títere de Estados Unidos y realmente no lo necesitan, al tonto. Ves la televisión y te sientes mal por la gente, los civiles, algunos viajando con niños pequeños”.
Madre: “Si me dieran un arma, iría y le dispararía a Biden” (Risas).
Maxim: (Risas).
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TRES: La guerra y la paz.
El gobierno ucraniano ha estado interceptando llamadas rusas cuando sus teléfonos se enlazan con las torres de telefonía celular ucranianas, proporcionando a los militares una importante información de inteligencia en tiempo real. Ahora, las llamadas también son evidencia potencial de crímenes de guerra.
Sin embargo, los celulares han sido un peligro para los soldados en otro sentido más personal. El móvil actúa como puente en tiempo real entre dos realidades incompatibles: la guerra en Ucrania y el hogar.
En las llamadas de Maxim con su esposa, chocan la guerra y la paz. Incluso mientras su esposa le enseña a su hija las reglas de la sociedad, por ejemplo, regañando al niño por tirar cosas, Maxim habla sobre lo que ha estado robando. El mundo de su esposa está lleno de manualidades escolares y los sonidos de niños jugando afuera. En el suyo, las ráfagas de los disparos rasgan el aire.
Una noche de marzo del año pasado, Maxim pasaba problemas para mantener la compostura en una llamada con su esposa. Él había estado bebiendo, como todas las noches.
Él le dijo que había matado a tantos civiles que creía que se está volviendo loco. Agregó que tal vez no llegaría vivo a casa. Estaba sentado allí, borracho entre la oscuridad, esperando que comenzaran los ataques de la artillería ucraniana.
Esposa: “¿Por qué? ¿Por qué estás bebiendo?”.
Maxim: “Todo el mundo está así aquí. Es imposible sin esto aquí”.
Esposa: ”¿Cómo carajo te vas a proteger si estás tomado?”.
Maxim: “Es totalmente normal. Al contrario, es más fácil dispararle… a los civiles. No hablemos de esto ¡Volveré y te diré cómo es aquí y por qué bebemos!”.
Esposa: “¡Por favor, solo ten cuidado!”.
Maxim: “Todo estará bien. Honestamente, tengo miedo de mí mismo. Nunca vi un infierno así. Estoy jodidamente impactado”.
Esposa: ”¿Por qué diablos fuiste allí?”.
Minutos después, Maxim habla por teléfono con su hijo. ”¿Vas a volver?” pregunta el niño. “Por supuesto”, responde Maxim.
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CUATRO: ¿El final?
En su última llamada interceptada, la esposa de Maxim parece tener una premonición.
Esposa: “¿Todo bien?”.
Maxim: “Sí, ¿por qué?”.
Esposa: “Sé honesto conmigo ¿Todo está bien?”.
Maxim: “¿Eh? ¿Por qué preguntas?”.
Esposa: “No es nada, simplemente no puedo dormir por las noches”.
Maxim respira un poco entrecortado. Él y su unidad se preparan para partir. Su mujer le pregunta a dónde van.
“Hacia adelante”, le dice. “No podré llamar durante un tiempo”.
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