Cada legumbre tiene sus superpoderes en la cocina, y para mí, el de los garbanzos es la capacidad para protagonizar sopas imbatibles. Estas bolitas color crema son generosas a la hora de dar al agua de cocción un sabor inconfundible, suave pero reconfortante, que yo asocio de inmediato a un lugar (casa) y una sensación (estar a gusto).
Al caldo de los garbanzos no le hacen falta demasiados aderezos para dar placer y bienestar. De hecho, yo diría que su sutileza brilla más si usas sólo unos pocos ingredientes igual de humildes que la propia legumbre. La sopa de hoy va en esa dirección, y es una apuesta rotunda por el minimalismo culinario: cebolla, ajo, laurel y poco más. ¿Quieres más intensidad? Pon caldo de pollo en vez de agua. ¿Tienes por ahí la parte verde de un puerro y no sabes qué hacer con ella? Añádela y retírala después. ¿Crees que una sopa de garbanzos sin fideos no es una sopa de garbanzos? Pues aumenta la cantidad de líquido y añade fideos. Pero ninguno de estos tres elementos será imprescindible para que el plato salga bien.
Lo que sí considero innegociable, en este caso, es partir de garbanzos secos, a poder ser de origen español (no es que me haya dado un ataque de nacionalismo, es que suelen ser mucho mejores). Antes de ponerte a gritar por la ventana “¡¡¡no sé cocer legumbres, pasadme el cianuro que me quiero suicidar por no poder preparar esta receta!!!”, abandona por un momento tu papel de reina del drama y alégrate porque sólo tendrás que hacer dos cosas: poner los garbanzos a remojo y, al día siguiente, mantenerlos al fuego el tiempo suficiente para que se ablanden. Fin de la tragedia.
Por último, hay otro paso que recomiendo con todas mis fuerzas no saltarse: el chorrazo final de zumo de limón, muy adecuado para equilibrar el dulzor de la abundante y cremosa cebolla. No es ninguna modernidad que se me haya ocurrido a mí, sino una práctica habitual en una sopa de garbanzos griega llamada revizada. Aligera el plato, le da brillo y, si te paras a pensarlo, no es algo muy diferente a lo que se ha hecho toda la vida de Dios en España con las lentejas: revitalizarlas con un chorrillo de vinagre.
Dificultad
Para cerebros del tamaño de la pepitilla de un garbanzo.
Ingredientes
Para 4-6 personas
- 250 gramos de garbanzos secos
- 2 cebollas grandes (500 g aproximadamente)
- 2 dientes de ajo
- 3 hojas de laurel
- 1 limón
- 1/4 de cucharadita de bicarbonato
- 1 litro de agua o de caldo de pollo
- La parte verde de un puerro (opcional)
- Aceite de oliva virgen extra
- Sal y pimienta negra
Preparación
- Poner a remojo los garbanzos con agua y poco de sal el día anterior. Desechar el agua y enjuagarlos bien.
- Picar fina la cebolla.
- Poner un chorro de aceite a calentar a fuego medio en una cazuela grande u olla rápida. Cuando esté caliente, añadir la cebolla y rehogar unos 3 minutos.
- Mientras la cebolla se va haciendo, picar fino el ajo. Incorporarlo a la cazuela y remover. Cocinar unos 5 minutos, sumar el laurel, y dejar unos 20 minutos más, removiendo de vez en cuando. Tiene que quedar blanda y ligeramente dorada.
- Sumar el caldo o agua y la parte verde del puerro si se tiene. Cuando el líquido se haya calentado, incorporar los garbanzos, el bicarbonato, sal y pimienta negra.
- A partir de aquí, si se usa una cazuela normal, dejar medio tapado y cocer a fuego suave hasta que los garbanzos estén muy tiernos y casi se deshagan (dependiendo de la clase, pueden tardar unas dos horas). Hay que vigilar que no se queden secos, y si eso sucede, añadir agua o caldo caliente. Si se usa una olla rápida, cocer a presión entre 50 minutos y una hora (dependiendo de la olla), apagar el fuego y, sin despresurizar, dejar que se temple hasta que la tapa se pueda abrir.
- Una vez los garbanzos estén hechos, añadir el zumo de limón a la sopa, dar un hervor corto y corregir de sal y pimienta. Si se quiere que el caldo esté algo más ligado, se recomienda triturar un par de cucharones de garbanzos con la batidora y devolverlos a la cazuela. La sopa se puede tomar recién hecha, pero está mejor si se deja reposar unas horas.
- Servir con un chorrito de aceite de oliva virgen extra y más limón y pimienta negra para que se ponga quien quiera.
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