Stefan Löfven recupera el apoyo parlamentario y es reelegido primer ministro de Suecia


Cambiar todo para que nada cambie. Suecia zanja este miércoles tres semanas de crisis política inédita en la que por primera vez ha triunfado una moción de censura contra un primer ministro, el socialdemócrata Stefan Löfven; ha habido un intento fallido de formar Gobierno de la oposición conservadora con un leve coqueteo con la extrema derecha; y ha sobrevolado la constante amenaza de elecciones anticipadas, algo que no ocurría en el país escandinavo desde 1958. Hoy, a las tres de la tarde en punto, Löfven ha vuelto a recuperar la confianza de la Cámara y coge las riendas del país hasta septiembre de 2022, cuando están programadas los próximos comicios parlamentarios. Suecia regresa al mismo escenario en el que estaba hace justo 18 días.

Löfven ha recibido el apoyo de 116 diputados, 60 abstenciones y 173 votos en contra en el Riksdag (Parlamento de 349 escaños). El sistema sueco estipula que un primer ministro puede ser investido siempre y cuando no tenga una mayoría en contra con lo que, por la mínima, el antiguo sindicalista, de 63 años, vuelve a los mandos del país de diez millones de habitantes. Löfven hará público este viernes su Gabinete de ministros, aunque la expectación y el interés ha bajado considerablemente: se esperan las mismas caras, según los medios suecos.

Todo empezó el 21 de junio, cuando una moción de censura tumbó, por primera vez en la historia, a un político en Suecia. La iniciativa había sido presentada por la extrema derecha de los Demócratas Suecos, pero fue apoyada, además de por la oposición conservadora, por sus socios externos de investidura del partido La Izquierda. La espita fue un intento de reforma del mercado del alquiler para liberalizar los precios en las viviendas de nueva construcción, línea roja insalvable para La Izquierda, un partido con raíces comunistas. Löfven perdió la moción y durante una semana estuvo valorando si dimitir, pasando así la bola al tejado del Riksdag para que encontrase un nuevo primer ministro, o convocar elecciones anticipadas.

Löfven, que está considerado como un gran estratega y negociador por los analistas, presentó su dimisión para evitar elecciones -”no es lo mejor para Suecia” en este momento, dijo- y para mantenerse en el candelero. Sabía ya de antemano que la aritmética parlamentaria jugaba a su favor y que las encuestas no se habían movido ni un ápice: todas le seguían dando como favorito. El presidente del Riksdag, el conservador Andreas Norlén, dio paso inmediatamente al talmansrunda, un proceso de rondas de contacto con los líderes de los grupos con representación parlamentaria para intentar que alguno formase un Gobierno alternativo hasta las elecciones de septiembre de 2022.

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El líder de la oposición conservadora, Ulf Kristersson (Moderados), fue el primero en intentar sacar adelante una alternativa a Löfven, pero la semana pasada no consiguió los apoyos suficientes en el Riksdag. Norlén encargó después a Löfven volver a intentarlo. Este, en el segundo intento (la Constitución otorga hasta un máximo de cuatro votaciones antes de ir a elecciones anticipadas obligatoriamente), ha conseguido recuperar la confianza necesaria para volver a coger los mandos del país y evitar unos comicios. Nada cambia, salvo que durante todo este proceso La Izquierda se apuntó una gran victoria al forzar a Löfven y sus socios liberales de investidura (Centro) a retirar su propuesta de liberalizar el mercado del alquiler de vivienda de nueva construcción.

El socialdemócrata -único primer ministro varón en la región nórdica-, pese a que después de dos elecciones (2014 y 2018), una perdida de confianza (2018) y una moción de censura (2021) sigue inamovible al frente del país, aún camina por arenas movedizas hasta las elecciones del año que viene. Y es que ha asegurado -o más bien amenazado- que si no consigue pasar los presupuestos en otoño, volverá a dimitir.


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