Googlea “Bar Bodega Chiqui, Sant Antoni, Barcelona”. Te saldrá el perfil de su Facebook y leerás “bar familiar de barrio de tota la vida, desde 1959. Se trata de una vermutería con 58 años de historia. Vermut casero y sifón. Conservas, encurtidos. Solera”. Pues resulta que ya no es solo eso: pasa por delante; verás la terraza y un rótulo marrón que anuncia su nombre, tapas y bocadillos. Pero si te fijas bien, en el lateral derecho de la fachada hay una luz roja de LED que te da una pista de la transformación del Chiqui post-confinamiento; “Sushi”. No pases de largo. Entra.
Lo más probable es que detrás de la barra estén Núria o Enric, los propietarios. Sonrisa amplia y una única pregunta; “¿Qué carta quieres; la de siempre o la japonesa?”. Digas lo que digas, acertarás. La primera es la de la bodega: a la hora del vermut puedes pedir cualquier cosa que venga en una lata de conserva; desde berberechos, navajas o langostillos hasta calamares en aceite, pasando por mejillones en escabeche; si lo tuyo no es tomar decisiones, pide el variado de la casa que lleva un poco de todo. También encurtidos, boquerones en vinagre, gambas cocidas o salazones. Cuando el hambre aprieta, bocadillos colosales -y no solo por su tamaño- y platos combinados donde nunca faltan los huevos fritos con puntilla (acompañados de derivados del cerdo).
Pero empecemos por el principio de la historia reciente de este bar de barrio de toda la vida. En mayo del 2020, la hija de los dueños, Sònia Riasol, y su pareja, Douglas Alves, tomaron las riendas de la cocina del Chiqui en plena primera desescalada del confinamiento. “Como en ese momento parecía que el mundo se iba a acabar y el bar ya llevaba cerrado dos meses, fue fácil convencer a mi padre para que nos cediera su cocina y empezar a vender sushi a domicilio”, nos cuenta ella. ¿Miedo a emprender en tiempos pandémicos? “En absoluto. Queríamos salir de casa, hacer algo, probar”. Así fue cómo de la cocina donde antes solo salían bocadillos calientes y platos combinados, empezaron a salir cajas de sushi, sashimi, nigiri y urakami. Y en cuanto se pudo servir a los clientes en el local, porrones, sifones, botas de vino y latas de conserva empezaron a convivir en total armonía con palillos japoneses y botellas de Kas rellenas de salsa de soja.
Douglas, sushi master de origen brasileño, se inició en el gremio un poco por casualidad. “Cuando empezamos a salir juntos le ofrecieron la oportunidad de trabajar en un hotel o haciendo sushi. Eligió dedicarse al sushi porque a mí me encanta. Siempre decimos que se metió en este mundillo por amor”. ¡Bendita elección! ¡Viva el amor! Ha trabajado en varios restaurantes barceloneses tan conocidos como Ikibana, Doble Zer00 y Tunateca Balfegó Espai Gastronòmic. En este último coincidió con Hideki Matsuhisa, el chef y propietario del afamadísimo Koy Shunka (que habrás visto por aquí probando sushi de supermercado o contando cómo comerlo canónicamente). Con él aprendió todo lo que se debe saber más allá de la técnica de montar las piezas, como la calidad y temperatura adecuada que debe tener el arroz y el pescado o la presión exacta que deben ejercer los dedos encima del arroz. Después de la Tunateca estuvo un tiempo en el restaurante Mishima y finalmente fue contratado por el prestigioso Nobu Barcelona. “Quince días después de empezar a trabajar allí, llegó la pandemia y, hala, todos encerrados en casa. Fue muy duro para él. Por eso creo que empezamos Grado Sushi con tantas ganas”, recuerda Sònia.
Volvamos al presente y vamos con la segunda oferta: si entras al Chiqui un mediodía de martes a viernes, te ofrecerán un estupendo menú del día por 11,5€ (no incluye bebida y algunos platos van con suplemento). De primero, te puedes encontrar con sopa de miso, ensalada de algas, tempura de langostinos o gyozas de carne. De segundos; yakisoba, piezas de sushi variado, uramaki crazy salmón (aguacate, negui cubierto con tartar de salmón y mayonesa picante) o uramaki cramb (con cangrejo de cáscara blanda en tempura, aguacate y mayonesa cubierto con salmón). De postre coulant de chocolate, trufas de té verde o helado de pistacho o mango: más completo, imposible. “Las trufas también las hacemos nosotros y son nuestro postre número uno”. No nos sorprende; son una delicia.
Si entras a la hora de cenar, te ofrecerán la carta. Piezas que huelen a mar, hechas con pescado que sabe cómo si lo acabaran de descargar de la barca, con su arrocito del Delta bien suelto y la cantidad justa de vinagre para realzar el sabor. La gloria, vamos. “Para Douglas la calidad del arroz es tan importante como la del pescado, y la del Delta es excelente. Cada día vamos a comprar los ingredientes que luego cocinamos. Le damos muchísima importancia a la frescura”. Los platos más populares entre la clientela; gyozas al vapor de vieiras y langostinos, usuzukuri de otoro -finos cortes de ventresca de atún con ikura, jengibre y wasabi kizami-, nigiri de pez mantequilla con tartar de trufa negra, nigiri de anguila y foie. Menú de mediodía o carta. Tanto monta, monta tanto: cuando acabes de comer te entrarán ganas de colarte en la cocina para chocarle los cinco a Douglas y Sònia.
Te preguntarás cómo se han adaptado los parroquianos del trifásico y el periódico en la barra al giro nipón del Chiqui. Te responde ella; “Muy bien porque el sushi no ha desbancado el lomo con huevos fritos, las anchoas del Cantábrico ni el vermut. De hecho, nuestra primera intención era solo hacer domicilio. Si empezamos a servir sushi en las mesas del bar fue porque algunos clientes nos lo pidieron”. A pesar de la buena acogida de Grado Sushi, el tándem Alves-Riasòl no se plantea dejar el Chiqui para instalarse en un local propio; “Nos preocupa más ofrecer un producto de máxima calidad que el espacio donde estamos. Toda nuestra ilusión está puesta en la comida que servimos. Queremos que la gente se vaya de aquí muy feliz”. Lo consiguieron con nosotros. No cabíamos de felicidad al salir.
La web de Grado Sushi tampoco nos da una definición del todo exacta de lo que hacen ahora en el bar que fundaron los abuelos de Sònia hace sesenta y dos años. “Somos una pareja joven realizando nuestro sueño, servir sushi hecho con cariño”. Desconocemos los ingredientes que lleva su cariño. Sin embargo, no dudamos de la cantidad: mucha.
Bar Bodega Chiqui. C/ Vilamarí, 29. Tel. 933 250 833. Mapa.
Grado Sushi. Web: www.grado-sushi.com.
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