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Tailandia declara el estado de emergencia ante el desafío de las protestas pro democracia


El pulso entre los manifestantes tailandeses y las autoridades se tensa a marchas forzadas. El primer ministro, el general Prayut Chan-ocha, ha declarado este jueves el estado de emergencia en el país para frenar las protestas que piden la dimisión del dirigente y reformas en la monarquía desde hace meses, y que el miércoles transcurrieron por primera vez durante una visita a Bangkok del rey, Maha Vajiralongkorn. Aunque el decreto prohíbe los encuentros de más de cuatro personas a causa de las restricciones por la covid-19, los jóvenes que las protagonizan mantienen convocada la marcha de hoy.

“Es extremadamente necesario introducir medidas urgentes para poner fin a la situación de manera efectiva e inmediata para mantener la paz y el orden”, apunta la orden que entró en vigor de manera inmediata, que además prohíbe la publicación de noticias que puedan dañar la seguridad nacional. La orden llegó esta madrugada, casi 24 horas después de que unos 20.000 manifestantes, según algunas estimaciones, llenaran las calles de Bangkok desde la víspera. Aunque el objetivo de los participantes, muchos jóvenes estudiantes, era acampar hasta que Prayut dimitiera, tras la declaración del estado de emergencia la policía antidisturbios y los soldados desalojaron a los que aún permanecían en las inmediaciones de la sede del Gobierno.

Si bien el operativo se desarrolló de forma pacífica, al menos 20 personas fueron detenidas, entre ellas dos de los líderes de las protestas, Anon Nampa y Parit Chiwarak, alias Penguin, según la ONG Human Rights Watch (HRW). Vídeos publicados en redes sociales muestran a otra de las líderes más prominentes, la joven estudiante Panusaya Sithijirawattanakul, alias Rung, siendo evacuada en silla de ruedas mientras hacía el saludo de tres dedos, convertido en símbolo de las protestas en este país del sureste asiático.

En un anuncio publicado en la gaceta real, el Gobierno aseguró que declaraba el estado de emergencia, que también prohíbe los comentarios online que supongan una amenaza a la seguridad nacional, en parte por “los hechos que habían impactado al convoy real”. Se refería a la escena insólita vivida cuando la caravana que transportaba a miembros de la familia real en Bangkok quedaba prácticamente paralizada por los manifestantes, entre gritos de protesta. Un desafío a la tradición y leyes tailandesas hasta hace poco impensable. En Tailandia el rey es considerado un semidiós, y consecuentemente la normativa urge a evacuar la vía por donde pase el convoy y a los presentes postrarse a su paso. La ley de lesa majestad, por su parte, contempla penas de hasta 15 años de prisión para quien insulte al rey.

Esta veneración, sin embargo, ha quedado progresivamente atrás con las protestas. Aunque cuando arrancaron en enero se centraban en la dimisión de Prayut –detrás del golpe de Estado de 2014 y quien ganó unas controvertidas elecciones en 2019- y en la redacción de una nueva Constitución, con el paso del tiempo incluyeron entre sus exigencias reformas en la sacrosanta monarquía. La institución ha perdido mucho prestigio desde que ocupa el trono el rey Vajiralongkorn, quien sucedió a su popular padre, Bhumibol, a la muerte de este en 2016.

Es precisamente la inusual presencia de Vajiralongkorn en Bangkok lo que ha caldeado aún más el ambiente. El rey vive la mayor parte del tiempo en Alemania, en un hotel junto a una veintena de concubinas, y mantiene una actitud distante hacia su país, a diferencia del cercano Bhumibol. Sus ausencias y la acumulación de poder del soberano, convertido oficialmente en uno de los más ricos del planeta al decidir, en contra de la tradición, gestionar de forma directa las multimillonarias propiedades reales, han colmado la paciencia de muchos ciudadanos tailandeses.

Así, ni siquiera la declaración del estado de emergencia, justificado también por los efectos negativos de las protestas en las medidas de control de la pandemia de coronavirus, parece disuadir a sus participantes. La joven Rung, una de las caras más reconocibles del movimiento desde que en agosto leyó en público un manifiesto exigiendo reformas en la monarquía, ha urgido a continuar este jueves con los planes de celebrar una nueva protesta a las 16.00 hora local (las 21.00 en la España peninsular).

Unos 2.000 policías permanecen desplegados en el lugar donde se ha convocado el encuentro, en una popular zona comercial de Bangkok. El estado de emergencia permite arrestar a cualquiera que participe o publicite la convocatoria. Tailandia lleva décadas siendo escenario de periódicas protestas callejeras, aunque es la primera vez que se ataca directamente a la monarquía. Algunas, como las previas al golpe de Estado de 2014, han acabado con decenas de muertos y heridos por los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. “No hemos podido restaurar aún la democracia”, anticipó Sun Pathong, uno de los manifestantes. “Volveré. Tenemos que continuar con la lucha aunque arriesguemos nuestra vida”, concluye.


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