Las últimas semanas están siendo una montaña rusa de emociones en toda regla para Tamara Falcó. Quedan poco menos de dos meses para que la marquesa de Griñón se dé el «sí, quiero» con Íñigo Onieva en la finca de El Rincón, razón por la que ambos ya han tenido oportunidad de ir celebrando sus primeras despedidas de solteros. En el caso de la hija de Isabel Preysler, el destino escogido tanto por ella como por sus amigas no fue otro que Fátima. Un paraje idílico a la par que religioso al que la ganadora de MasterChef Celebrity llegaba con el pie izquierdo a consecuencia de un esguince.
Como no podía ser de otra manera, Pablo Motos no ha querido dejar pasar la oportunidad de preguntar a su compañera por cómo han ido sus últimos días de escapada. Un momento en el que Tamara ha podido explayarse al enseñar una imagen en la que aparece posando en el aeropuerto desde una silla de ruedas: «Eso fueron mis amigas, porque iba muy lenta», aclaraba, admitiendo que su esguince ya forma cosa del pasado y que todo «va viento en popa» en lo que a su salud se refiere: «Salimos del avión y había tres sillas de ruedas, así que me dijeron que me subiera a una. Me querían vestir de bacalao para esconderme de los paparazzi», comenzaba explicando, provocando así las risas de todos los colaboradores presentes en plató y también del público.
Por otro lado, la hija de Carlos Falcó también señalaba que Fátima no fue el destino escogido por algunas de sus amigas: «Hubo algunas que no querían ir para nada a Fátima, pero al final tiramos más otras y fue precioso. El epicentro de la fiesta está en la capilla», revelaba, demostrando además que también tuvieron tiempo de juegos típicos de la cita que se estaba celebrando: «Me hicieron un test de compatibilidad con Íñigo y todo muy bien, excepto cuando me tocó averiguar las partes de su cuerpo y me confundía con uno que se llama Antonio, hubo un poco de mosqueo», pronunciaba, haciendo referencia al marido de una de sus amigas.
Pero las anécdotas de Tamara no quedaban ahí, ya que también hubo tiempo para alguna que otra experiencia un tanto subida de tono: «El sábado por la noche estuvimos en un restaurante rarísimo, pensaba que me había equivocado cuando entramos pero era una amiga que lo había organizado. Llegó un tío vestido de novia y se empezó a desnudar con la cara verde», confesaba entre risas, calificando la situación como «temática manicomio» y asumiendo que prefirió recorrer las calles de Fátima en sí, sin necesidad de llevar a cabo ciertas actividades que llegaron a resultarla un tanto incómoda y que sin embargo han quedado guardadas en su recuerdo de cara a una cuenta atrás hacia el altar inminente.
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