Convertido en una prueba para velocistas, facturado en poco más de un mes este final de Liga que siempre se idealizó como una carrera de fondo, hay ya demasiados momentos en los que la fatiga nubla la vista. Estamos en la quinta semana de competición de este desenlace exprés y cuesta ver. Todo parece tan cerca, todo parece tan lejos.
En busca de ese oasis en el que definitivamente reparten los premios a una temporada, se mire por donde se mire magnífica en el caso de la Real, los txuri urdin creyeron alcanzar por momentos su particular El Dorado frente al Sevilla. Avistaron la tierra prometida cuando su versión más pragmática, la que exige el momento, la dificultad del adversario y la propia decadencia de su musculatura, cazó a un conjunto hispalense más solvente y protagonista con el esférico. Tan lejos, tan cerca. Portu, al larguero. Willian
José, contra el cuerpo de Bono. Merino, obligando al meta del Sevilla a lucirse. Cuestión de centímetros.
La cercanía de la línea de meta confunde a la Real. Cuanto más se acerca el desenlace, más fuerte se siente. Mejor compite. La contradicción es tan evidente que no se podría creer si no pareciera real. Los músculos están a punto de reventar y el equipo se agiganta cuando más contra las cuerdas estaba, ha renacido la Real. Sólo ha perdido uno de los cinco últimos partidos -y de aquella manera contra el Granada- y suma dos victorias y dos empates en los otros cuatro encuentros. Los últimos cuatro puntos frente a Villarreal y Sevilla, dos de los mejores equipos tras el confinamiento. En la línea de meta espera el Atlético, el mejor después del ya campeón Real Madrid. La gran prueba, le hace falta un punto más. Al menos. Tan cerca, tan lejos.
A la Real le sobró el inicio de esta Liga exprés. Seguramente porque creyó que todo se retomaría donde lo abandonamos. Ese fue su mayor error de cálculo. Era otro torneo, otro campeonato, una Liga en la que el equipo no iba a disponer del tiempo suficiente para alcanzar la excelencia a la que llegó en marzo. Pocos planteamientos similares al de ayer de Imanol se vieron antes de que el fútbol se detuviera. No le hacía falta a la Real. Derribaba todas las barreras con un fútbol que ahora no ha terminado de encontrar.
Pero ahora, cuando ya no llega la sangre al oxígeno, ha encontrado una cualidad mucho más decisiva en ocasiones, el orgullo. Y entendiendo que los caminos hacia el éxito se trazaban por una senda antagónica a la que se transitó en los primeros siete meses de competición, se ha revelado contra un destino que le condenaba a un final sin el premio que merece esta gran temporada. Y así conquistó Villarreal. Y así se quedó a centímetros de ganar ayer al Sevilla. Tan cerca, tan lejos. Pero con el rearme sustancial que supone saberse un equipo competitivo cuando llega la batalla final, ésa en la que, a estas alturas, harán falta todos los argumentos a los que uno sea capaz de recurrir.