El turismo ha sido golpeado por la pandemia hasta límites desconocidos, pero parece recobrar la fuerza. A pesar de los estragos de 2020, el éxito en la campaña de vacunación y la retirada de restricciones a la movilidad han permitido que los turistas, principalmente nacionales, hayan campado a sus anchas por la Península. Aunque, según los últimos registros del Instituto Nacional de Estadística (INE), hay dos localidades que, además, han copado en julio mejores registros que en el mismo mes del año 2019, el último sin virus: Tarifa y Santiago de Compostela.
La mejor temporada de su historia
Tarifa debería andar ya de resaca, pero —para bien o para mal, según a quien se le pregunte— aún queda tiempo para la penúltima. Agosto se escurre entre los dedos, las teles ya martillean con “la vuelta al cole”, aunque en las calles de esta localidad gaditana todavía hay quien apura una pizca de playa, un poco de tapeo, otra puesta de sol más. Pilar Hernández y sus dos amigas, madrileñas veraneantes en Zahara de los Atunes, andan en esas por la calle Sancho IV El Bravo. Llevan 25 años dedicando, al menos, un día a visitar la localidad más meridional de la Península y la han visto crecer. “Está más cambiado, con más ambiente, aunque eso sí, de españoles”, avanza Hernández. Los datos del INE le dan la razón, los 34.365 viajeros que Tarifa recibió en julio superan con creces a los 22.750 del mismo mes de 2019, su mejor año hasta ahora.
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“Hay quien dice que ha sido el mejor agosto de la historia en el municipio”, asegura el alcalde, Francisco Ruiz Giráldez. Mientras la duda del mes recién terminado se despeja —los datos tardan semanas en publicarse—, Tarifa no puede quejarse de un julio que comenzó titubeante, asediado por una incidencia que llegó a superar los 1.000 casos por cada 100.000 habitantes. Pero ni eso frenó sus buenas cifras, impulsadas sobre todo por turistas patrios. De los 34.365 visitantes de ese mes, 28.045 eran españoles, frente a los 6.320 extranjeros, una cifra de foráneos más baja que en 2019, cuando visitaron el pueblo 8.244. Ese saldo negativo no empaña la diferencia de 11.615 viajeros de más, con respecto al mes de julio de 2019. Ni las 77.544 pernoctaciones registradas en ese mismo mes de 2021, 14.204 más que hace dos años. La diferencia de ambos indicadores con el último verano previo a la pandemia, sitúan al pueblo como el de mayor crecimiento de España registrado en la estadística del INE, en la que no aparecen otros municipios de gran tirón turístico en la zona, como Chiclana o Conil.
Tras ese 2020 “muy difícil económicamente”, la directora del hotel La Residencia Puerto, Jeanne Wambergue, no se puede confesar más satisfecha con el verano actual. En el establecimiento de cuatro estrellas y 55 habitaciones cierran agosto con ocupaciones del 95% con precios iguales a 2019, aunque con mayores beneficios: “Muchos clientes nos están reservando ahora directamente a nosotros y no mediante a plataformas, que cobran un 15% de comisiones”. Y para el mes de septiembre las previsiones también son buenas, según la responsable: “La primera quincena ya está reservada en un 60%, más lo que entre de última hora”. El hotel que gestiona Wambergue es uno de los establecimientos que alimenta las 19.551 plazas que ofrece la localidad entre establecimientos y viviendas de fines turísticos, según datos de la Consejería de Turismo de la Junta de Andalucía.
Los buenos datos de ocupación de Tarifa no son flor de un día, la covid interrumpió una progresión paulatina que se ha acelerado en los últimos cinco años. Parejo a ese crecimiento, los datos de paro han progresado a la baja. “Somos el municipio entre 10.000 y 40.000 de la provincia que menos paro tiene del mes de julio, 18,07%, Es una cifra que no se ha conocido nunca en esta localidad, desde 2006. La más baja fue un 26,32% en 2019”, explica el alcalde. Pero Miguel, un sindicalista jubilado que prefiere no dar más señas de su identidad, no cree que la cifra sea para celebrar: “Si no hay nada y le das a chavales un trabajo temporal por 600 euros al mes… Pregunta dentro de un mes a ver cuántos están trabajando”.
No es la única crítica que enciende a Miguel, sentado con sus amigos en un cantil cercano al puerto. Vive con molestia que su pueblo pase de los 18.160 habitantes censados a los más de 50.000 del verano: “Por las calles, la proporción es de dos turistas por cada vecino y esto no está preparado para tanto turismo. La mayoría de los tarifeños ni salimos”. María —nombre ficticio— regenta una tienda de artesanía local y también muestra su enfado por la desmesura: “Antes no había tanto salvaje y turismo sin control”. Wambergue y sus colegas de otros hoteles siguen el debate con preocupación: “Es un miedo global. Hay que apostar por el turismo de calidad”.
Ruiz-Giráldez conoce y asume las críticas: “Los datos positivos tienen cara b. Como la imposibilidad de acceder a alquileres a un precio racional. También las molestias en pisos o las colas en la carretera N340 [una de sus entradas principales]. Son problemas que tenemos que ir gestionando y en las que otras administraciones se tienen que implicar. No podemos tener las mismas infraestructuras que en los años ochenta”. Con esa duda de hasta cuánto podrá crecer el pueblo y sus afamados diseminados —como Valdevaqueros, Atlanterra y Bolonia—, nuevas promociones inmobiliarias llaman a la puerta, tanto en el núcleo urbano como en Atlanterra. “Serán espacios que den calidad”, adelanta el alcalde. En juego está que Tarifa no muera de éxito.
El verano Xacobeo batió su récord
Durante los meses de julio y agosto, en las calles de Santiago de Compostela casi todas las personas usaron mascarilla. Ya no era obligatoria en exteriores, pero la gran cantidad de gente que surca las estrechas calles de la zona vella compostelana hace que mantener una distancia segura sea una tarea casi imposible. Es el primer verano del Xacobeo que se extenderá hasta el próximo año y que, según los últimos datos del INE, supera cualquier golpe pandémico: con más de 108.000 pernoctaciones, el de 2021 ha sido el mejor julio para visitas nacionales desde que se tiene datos. Antonio, que lleva más de cinco años al frente del albergue MundoAlbergue, en los límites del casco histórico, no se lo cree: “Fue uno de los peores julios”, todo lo contrario en agosto cuando estuvieron “desbordados”.
Los datos de la Coyuntura Turística Hotelera de INE reflejan que las visitas y pernoctaciones en julio suman cantidades que no tienen mucho que envidiar a las de años prepandémicos: un total de 135.000 visitas, frente a las cerca de 160.000 de 2018 y 2019. La diferencia crucial está en el número de pernoctaciones de visitantes nacionales que triplicaron a las de los turistas extranjeros y superaron cualquier dato de años pasados, compensando mínimamente el golpe de la pandemia al turismo internacional y consolidando la tendencia de recuperación tras un 2020 con apenas 55.000 estadías en total.
Para Antonio, ahora en movimiento por toda el área común del albergue que coordina, este verano se ha demostrado la falta de infraestructura de la ciudad para recibir a todos los peregrinos que la visitan. Todos los establecimientos de este tipo mantuvieron un aforo máximo de 30%, con excepciones para los grupos burbuja. “Tengo que dejar a mucha gente fuera y se ponen muy molestos, con razón”. El encargado, de 56 años, cree que los beneficios no se reportan a los locales porque ellos siguen viendo muchas camas vacías. La Xunta solo amplió el aforo para este tipo de hostales, hasta un 50%, a finales de agosto.
El caso de los hoteles es distinto. La limitación de aglomeraciones afecta solo a los espacios comunes, por lo que han tenido que reducir los servicios que brindan, no la cantidad de habitaciones que reservan. La encargada del Hotel Pico Sacro, un negocio familiar de más de 25 años en los alrededores de la catedral, explica que la mejoría se notó en julio solo desde las fiestas del apóstol, que se celebraron entre los días 21 y 30. Esa semana, asegura, concentró la mayor cantidad de visitas. Sin embargo, chocó con el mismo problema que Antonio en este mes: no daba abasto. Natalia Ferreiro, directora del Hotel Gelmírez, de tres estrellas y en el ensanche de la capital gallega, cuenta que la segunda quincena de julio se acercó a números prepandémicos y agosto superó la ocupación de los años anteriores.
Según las estadísticas de la Oficina internacional del Peregrino, más de 33.000 caminantes llegaron a Santiago en julio. El registro responde solo a los que han solicitado un certificado o la Compostela y, según explica Antonio mientras atiende el albergue MundoAlbergue, este año obtenerla ha sido una odisea. “Muchos se van sin la Compostela, aunque hayan hecho los kilómetros”, cuenta; “tienen que elegir entre eso o llegar al tren. Las filas son muy largas”. A este problema se le suma el de encontrar un sitio para comer: con las terrazas e interiores de bares y restaurantes con aforo reducido, la ciudad no puede hacer frente a la demanda turística. “Hicimos campañas de atracción, pero no podemos asumir que se duplique la población de la ciudad”. A escasos metros de su albergue, en la plaza del Obradoiro, decenas de peregrinos siguen maravillándose con la fachada de la catedral, después de andar decenas de kilómetros.
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