Erden Atiq, alcalde de Mitrovica Norte, duerme desde el 26 de mayo en un camastro dentro del Ayuntamiento de este municipio de 25.000 habitantes, en su mayoría de origen serbio. Una flamante bandera de Kosovo ha sustituido desde ese día a la de Serbia en la fachada del edificio, algo inédito desde que terminó la guerra de Kosovo (1998-1999). Las sábanas y las mantas están por recoger a las cuatro de la tarde del pasado jueves. Atiq (pronúnciese Atitch) prefiere que no se publiquen imágenes de la habitación donde duerme. En la estancia no hay más que estanterías vacías y dos botellas de agua. La casa y la familia del edil están al otro lado de un puente, en Mitrovica Sur, donde viven 78.000 personas, la mayoría de origen albanés, como Atiq. Entre las dos orillas se interponen varios furgones de la misión de paz de la OTAN y décadas de agravios y violencia étnica.
Para muchos habitantes de Mitrovica Norte, que son en su mayoría de origen serbio, lengua serbia y religión cristiana, Atiq, de origen albanés, lengua albanesa y religión musulmana, es un usurpador, alguien impuesto a la fuerza por las autoridades de Prístina, capital de Kosovo, un país reconocido por poco más de la mitad de los miembros de la ONU.
El 90% de la población en este país del tamaño de la región de Murcia y con 1,8 millones de habitantes es de origen albanés. Pero en el norte, fronterizo con Serbia, la mayoría es serbia, vive repartida entre cuatro municipios —Mitrovica Norte, Zvecan, Zubin Potok y Leposavic— y suma un total de 40.000 habitantes. La tensión que se vive en esos cuatro pueblos desde hace varias semanas trae de cabeza a los embajadores de las principales potencias occidentales asignados a los Balcanes.
El pasado noviembre se registró un pequeño terremoto político cuando dimitieron los alcaldes y concejales serbios de esos pueblos, junto con la policía, jueces, fiscales y personal de Administración, hasta sumar más de 500 funcionarios. Todos ellos reclamaban la creación de una asociación de municipios serbios, tal como habían acordado en 2013 el Gobierno kosovar y el de Serbia ante la Unión Europea. Ese organismo municipal les otorgaría un mayor margen de autonomía dentro de Kosovo. Prístina accedió en su día porque era la única manera de encauzar su anhelado camino hacia el ingreso en la Unión Europea. Pero el primer ministro albanokosovar, Albin Kurti, que accedió al poder en 2021 con un fuerte ideario nacionalista, se opone a la asociación de municipios serbios. Y aprovechó la dimisión de los cargos locales para convocar elecciones el pasado abril en las cuatro localidades del norte.
Los comicios fueron boicoteados por los serbokosovares de forma tan rotunda que solo participó el 3,5% de los electores. Los embajadores occidentales aconsejaron a Kurti convocar otras elecciones. Pero el primer ministro esgrimió que los comicios se habían desarrollado de forma legal y el 26 de mayo envió a los cuatro alcaldes a tomar posesión de sus cargos, con un gran despliegue policial. Tres días después se produjeron enfrentamientos entre los habitantes serbios y las fuerzas de paz de la OTAN destacadas en la zona (Kfor) que causaron decenas de heridos. La Alianza ha tenido que sumar otros 700 soldados a los 4.000 con que cuenta en la zona.
Desde aquel 26 de mayo, Erden Atiq, de 40 años, apenas ha salido del Ayuntamiento de Mitrovica Norte, fuertemente custodiado por la policía albanokosovar. Su esposa y tres hijos vinieron el 28 de junio a celebrar con él el día del Sacrificio o del Cordero, uno de los más importantes en el islam. Algo parecido sucede en los otros pueblos. El alcalde albanokosovar de Zvecan, Ilir Peci, gobierna desde la oficina de una pedanía a 15 minutos del pueblo. El regidor de Zubin Potok, Izmir Zeqiri, también evita acudir al edificio municipal y trabaja desde una oficina de su aldea. Lulzim Hetemi, el alcalde de Leposavic, sin embargo, no ha salido de su despacho desde el 26 de mayo. No atiende a la prensa ni siquiera por teléfono.
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Frente a ellos, una mayoría serbokosovar que rechaza su presencia y vive en tensión ante el aumento de las fuerzas de seguridad. Martin, un serbokosovar de Leposavic que no da su apellido, dice que lo primero que tiene que hacer Prístina es retirar a la policía especial de Kosovo. “No tenemos nada en contra de la policía regular. Pero estos agentes especiales vienen con coches blindados y armas de cañón largo. Y no estamos en Irlanda del Norte”.
El alcalde de origen albanés Erden Atiq, en su despacho del Ayuntamiento de Mitrovica Norte, el 29 de junio.Bojan Slavkovic
A Atiq le votaron solo 550 personas de las 12.000 registradas en Mitrovica Norte. Igual que el alcalde de Leposavic, pertenece al partido socialista Autodeterminación, del primer ministro Kurti. Y ambos regidores mantienen la estrategia de encerrarse en el edificio. ¿Se puede gobernar así un pueblo, encerrado en el Ayuntamiento, sin el respaldo de más del 95% de la población? “Por supuesto que sí. Yo atiendo en mi oficina a quien quiera verme”, afirma Atiq. “Hay mucho trabajo. La mayoría de los trabajadores [de origen serbio] dimitieron hace meses y estamos reclutando a gente nueva”.
Este alcalde no tiene duda sobre la legitimidad de su cargo, a pesar del escaso número de votantes. “Yo me siento muy orgulloso del porcentaje que me votó a mí. Tres candidatos tuvieron el coraje de presentarse. Y yo quedé el primero. A los otros los votaron 300 personas”. Su mandato es de dos años. Pero Estados Unidos y la Unión Europea —principales aliados de Kosovo que se están mostrando muy críticos con Kurti a causa de esta crisis— piden que se repitan las elecciones. Bruselas, que ha intentado mediar entre Serbia y su antigua provincia —que declaró unilateralmente su independencia en 2008— para evitar una escalada de la tensión, presiona a Kurti con la suspensión del trabajo de los órganos del acuerdo de asociación con la UE, ha congelado fondos y visitas de alto nivel. Kurti se quejó este domingo de estas “medidas temporales”, que espera que sean “muy breves”, informó la agencia EFE.
El alcalde de Mitrovica Norte sostiene que dormirá en el Ayuntamiento el tiempo que haga falta. “Es un lugar muy bueno, moderno, construido con el dinero de la Unión Europea. No es nada duro. Durante 10 años en la oposición he dormido muchas veces en las casas de mis compañeros. Yo soy un activista político. Tengo coraje, fe y vengo de un partido de izquierda que cree en la igualdad. Hice un juramento para servir a todos los ciudadanos”.
El pueblo de Zvecan (7.300 habitantes), donde se registraron los mayores disturbios el 26 de mayo, se encuentra a menos de cinco minutos en coche desde Mitrovica Norte. Desde entonces, unos 100 vecinos se concentran cada mañana frente al edificio municipal, custodiado por fuerzas de la OTAN y por la policía especial de Kosovo. Las mujeres, sentadas bajo sombrillas, y los hombres, apostados en las esquinas. Nadie quiere hablar. El partido mayoritario y único entre los serbios, Lista Serbia, ha dado orden de que nadie hable. Solo una mujer se atreve a romper la cadena de mando, sin revelar su identidad, para decir: “Estamos viviendo en Kosovo unos días muy tristes para los serbios”.
El alcalde de Zvecan, Ilir Peci, de origen albanés, en su oficina de la pedanía de Lipa, el 29 de junio.Bojan Slavkovic
El alcalde de Zvecan, Ilir Peci, afirma que no quiere aparecer por el Ayuntamiento “para evitar provocaciones”. Su despacho se encuentra en las oficinas de Lipa, una pedanía situada a 15 minutos en coche. Peci tiene 47 años, es administrativo en un colegio y pertenece al opositor Partido Democrático de Kosovo. Fue votado por 118 personas, el 2% de los electores. Dice que está dispuesto a seguir gobernando así hasta el fin de su mandato, durante dos años, aunque asume: “No me siento cómodo como ciudadano, pero cumplo con mi deber. Trato de servir aquí a toda la comunidad”.
Zoran Todic, exalcalde de origen serbio de la localidad de Leposavic, ante el Ayuntamiento de su municipio, el 29 de junio.Bojan Slavkovic
En el pueblo de Leposavic, el más poblado de la comarca después de Mitrovica Norte, también se registraron sucesos violentos a finales de mayo. El coche del ministro kosovar de Administración de Gobiernos Locales, Elbert Krasniqi, fue apedreado cuando visitó al alcalde electo, Lulzim Hetemi. Y varios periodistas albanokosovares fueron agredidos mientras filmaban la escena. Aquel acto fue condenado por el serbokosovar Zoran Todic, el que fue alcalde del municipio hasta su dimisión el pasado noviembre. Todic es economista, tiene 48 años y mantiene buena relación con los periodistas de etnia albanesa apostados frente al Ayuntamiento. “Yo quiero que ellos vean lo que está pasando aquí”, afirma.
Un alcalde al que solo votaron 100 personas
Todic nunca cruzó una palabra con el actual alcalde, no se conocían. En las elecciones de abril se presentaron dos candidatos. Hetemi cosechó 100 votos y el segundo, 34. “No fueron unas elecciones legales”, explica Todic. “Se celebraron en contenedores, dentro de las estaciones de policía. Cuando yo fui elegido a mí me votaron 9.000 personas. A este hombre, solo 100. Y de ellos, solo siete eran serbios. Y de esos siete, dos estaban borrachos. Yo dimití en su día por los derechos colectivos, para luchar por una Asociación de Municipios Serbios. Todos los problemas que hay ahora se arreglarían con esa asociación. No dimití para que nos gobierne un alcalde con 100 votos”, critica.
Todic explica que desde que dimitieron de sus cargos el pasado noviembre los salarios de todo los funcionarios en el norte de Kosovo, incluido el suyo, los paga el Gobierno de Serbia. ¿No les hace eso demasiado dependientes del Ejecutivo de Aleksandar Vucic? Todic gesticula con las palmas de las manos hacia arriba y contesta: “Todos los que vivimos aquí creemos que esto es Serbia. En la Constitución serbia esta región aparece como parte de Serbia y así la vemos nosotros”.
La bandera de Kosovo sigue ondeando en los cuatro Ayuntamientos del norte del país. Pero frente a ella, las principales calles de esos pueblos están engalanadas con cientos de insignias serbias.
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