El riesgo de un impacto negativo en la economía global de la guerra en Ucrania ha estado sobre la mesa incluso antes de que Vladímir Putin ordenase la invasión del país, el 24 de febrero, cuando había acumulado a cerca de 200.000 soldados en la frontera. Un día después de la invasión rusa, la Comisión Europea calculó el golpe al crecimiento en un 1%, con un incremento de la inflación de un punto en el peor de los casos (cuando la previsión de crecimiento del PIB era del 4%). Pero podrían ser cálculos obsoletos si la guerra se prolonga durante varios meses. Los precios del gas y el petróleo se han disparado de forma desbocada, y en el caso del segundo, más allá de los 130 dólares el barril. El aumento de la inflación está entre los efectos más inmediatos, con un encarecimiento de los precios que afecta directamente al bolsillo de los ciudadanos.
Los precios seguirán creciendo debido a que Rusia es uno de los grandes productores de gas y petróleo. Las sanciones económicas de la UE a Rusia habían excluido deliberadamente a la energía, pero ha empezado a abrirse paso el escenario contrario y no es descartable ya la limitación de la compra de gas y petróleo rusos. En el caso de Europa, Rusia supone un 40% de sus importaciones de gas y más de un tercio de las de petróleo, lo que añadiría presión a un mercado de la energía tan tensionado que llevó el lunes el precio mayorista de la electricidad a pulverizar todos los récords y situarse en los 545 euros por megavatio hora (en cifras parecidas a Francia e Italia). También los precios del trigo se sitúan en máximos de 14 años porque Rusia y Ucrania están entre los mayores exportadores mundiales y los aumentos afectan también al maíz y otros cereales, así como a metales como el aluminio y el níquel. El sector agrícola español ha advertido ya de las dificultades a medio plazo ante la interrupción del suministro de grano mientras la brusca caída del turismo de origen ruso es otro de los efectos inmediatos y directamente achacables a la guerra. En todo caso, la gravedad del frenazo económico dependerá de la duración misma de la guerra, y es Rusia el país que puede padecer de forma más directa sus consecuencias derivadas de las medidas adoptadas por la UE.
Hasta la invasión rusa de Ucrania, el PIB español no había alcanzado todavía los niveles anteriores a la pandemia. La inflación actual, situada en el 7,4%, hace prever que el aumento de precios de la alimentación, o una subida de los tipos de interés por los bancos centrales, afecten al crecimiento. Todo ello explica seguramente el realismo de Pedro Sánchez al calificar el domingo de “duros y difíciles” los tiempos actuales, más allá de la tragedia de la guerra misma. La ola de solidaridad que la ciudadanía española ha desplegado en esta última semana quizá deba asumir también la ralentización económica motivada por la misma causa que estimuló generosamente sus donaciones de alimentos, material sanitario y aportaciones económicas a Ucrania.
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