En el nombre de Rocío está dando mucho de qué hablar. Después de 20 años de silencio, Rocío Carrasco no solo está sacando los trapos sucios de su familia mediática, sino que también está contando su versión sobre lo que pudo vivir junto a su madre antes de que esta falleciera. Una verdad que no ha dejado de levantar ampollas. En los últimos episodios de la docuserie, la hija de ‘la más grande’ se ha centrado en el nombre de su padre, Pedro Carrasco, ahondando en temas tan polémicos como su herencia o la relación que mantuvo con Raquel Mosquera.
Documento particional de Pedro Carrasco
El espacio televisivo conducido por Emma García ha accedido al cuaderno particional de Pedro Carrasco, un documento en exclusiva que es clave en la historia de Rocío y Raquel. Tras la muerte del boxeador en 2001, comienza una guerra entre la hija del fallecido y su viuda que perdura hasta día de hoy. ¿El motivo? El cuaderno particional de la herencia. Pedro Carrasco contaba con un piso en el Paseo de la Habana, una parcela en Valdemorillo, múltiples acciones, fondos de inversión, cuentas corrientes, un coche y el ajuar doméstico, todo valorado en 300.000 euros. Al tratarse de una muerte inesperada, el boxeador no hizo testamento, por lo que, según la Ley, Carrasco debía ser la heredera universal y su viuda se quedaba con un tercio del legado. Sin embargo, se decidió poner un valor económico al usufructo de Raquel, valorado en 82.000 euros aproximadamente, de la misma forma que se concedió, entre 2001 y 2007, el uso y disfrute de la casa del Paseo de la Habana, con dos cláusulas muy claras: no contraer matrimonio y no convivir con otra pareja en esa propiedad.
Mientras, el legado de Rocío fueron 233.500 euros, incluida la mencionada casa y la parcela, renunciando así al dinero en efectivo y al ajuar doméstico de su padre. Dos años más tarde, Raquel Mosquera decide comprar una casa en Galapagar y dejar de vivir en el piso del Paseo de la Habana. En ese momento, la peluquera comienza una relación con otra persona, por lo que ya no podía seguir conviviendo en el piso. En 2005, Raquel vuelve a casarse y Rocío Carrasco le reclama la vivienda, por lo que la peluquera interpone una demanda contra ella al considerar que ese documento particional atentaba contra sus derechos, lo que supuso la ruptura total entre ellas. “Yo estaba bastante mal. Yo no hubiese firmado ese documento”, ha sentenciado. Tras eso, ambas firman un acuerdo extrajudicial para que el conflicto no llegue a los tribunales, en el que la hija de ‘la más grande’ le paga 24.000 euros y se queda el piso. Las conclusiones, por tanto son: en un principio, que Raquel no le negó los enseres de Pedro; para continuar, que la peluquera no solo recibió el legado del boxeador, sino dinero también; y, por último, que Rocío se quedó con el patrimonio inmobiliario.
Raquel Mosquera pierde las formas
Estas últimas semanas, la peluquera ha estado en el centro de la polémica, al desmentir las palabras de la hija de su difunto esposo y cargar duramente contra ella. Una guerra mediática que se ha ido de manos, llegando a provocar incluso que Mosquera haya pasado el límite insultando públicamente a Carrasco. “Llega un momento en el que ya explotas”, ha justificado sus palabras. Para la mujer del boxeador, esta batalla pública ha surgido tras haber escuchado infinidad de descalificativos hacia ella, por lo que ha querido dar un paso al frente y contestar a través de sus redes sociales. “No se puede ser más tonta, cortita y mala persona para insinuar que yo ejercí la prostitución en Alemania”, ha comenzado diciendo.
Pero no todo ha quedado ahí, pues Raquel ha expresado que el documental de Rocío está “estudiado, manipulado y meditado”, grabado con la única intención de hacer año, pues considera que la hija de ‘la más grande’ solo tiene odio y rencor en su corazón. Para finalizar, la peluquera ha lanzado un dardo envenenado a la mujer de Fidel Albiac, a la que considera que no tiene ni humildad ni honestidad: “No tienes ni profesión, no has trabajado nunca en tu vida. No sabes lo que es ir todos los días a trabajar, madrugar y sacrificarte en todos los sentidos, especialmente aún estando enferma como tú me dices a mí que estoy yo”.
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