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Tom Jones, 80 años del hortera más elegante

Esos primeros 30 segundos en los que Tom Jones se contonea nervioso e inseguro mientras el animal más salvaje e intenso que conocieron el rock y el blues estadounidenses, Janis Joplin, comienza a cantar Raise Your Hand fueron la antesala a la gloria para “el tigre de Gales”, que este domingo cumple 80 años.

Era 1969. Jones tenía 29 y un vozarrón de cuenca minera. Había alcanzado la cima, en el Reino Unido y en EEUU, con la canción It´s not unusual y no era nada extraño que las mujeres le lanzaran su ropa interior al escenario cuando movía las caderas como Elvis. Para los críticos, liga menor. Su programa televisivo, This is Tom Jones, era el cebo de la cadena ABC para atraer una audiencia adolescente. Joplin, con 27 años, era ya una leyenda viva que había capturado para siempre el corazón y los bajos del público en los festivales de Monterey y Woodstock. Cantar junto a ella era flirtear con el suicidio. El último grito en el duelo de bestias que fue esa interpretación lo dio Jones. Y lo remató con un yeahh y una risotada que se entendieron claramente: prueba superada.

La BBC, y de modo mucho más extenso su emisora en Gales, ha preparado una programación especial para conmemorar los 55 años de carrera musical del hortera más elegante, con permiso de sir Elton John, y el cantante más versátil que ha producido el Reino Unido en las últimas décadas. Lo de hortera lo admite Jones implícitamente en su autobiografía, Over the Top and Back (En la cima y de vuelta) cuando relata lo que vio frente al espejo del camerino una noche de 1983, en la sala para bodas, bautizos y convenciones Château de Ville Dinner Theatre, en Framingham, Massachusetts. 10 años seguidos sin un éxito que echarse a la boca y cada noche en garitos de segunda. “Chaqueta bolero de lentejuelas, camisa blanca abierta, cadenón de plata al cuello. Pantalones negros ceñidos hasta la cadera. Hebilla de cinturón del tamaño de una tapa de alcantarilla. Tacones cubanos”, describe Jones. Solo cabía hacerse dos preguntas en ese momento, concluye. “¿Cómo he llegado hasta aquí? Y una vez aquí, ¿cómo salgo de esta?”.

Salió. Por supuesto que salió. No solo porque el público nunca dejó de reclamar Delilah, What´s new Pussycat o Sex Bomb, sino porque Jones se reinventó en 1987 con A Boy From Nowhere y cautivó a las nuevas generaciones con su versión recargada de testosterona del Kiss de Prince. A partir de ahí, sir Tom Jones (nacido Thomas John Woodward en Glamorgan, Gales) se permitió el lujo de cantar lo que le dio la gana, en el estilo que le dio la gana. De actuar para el presidente Bill Clinton en la Casa Blanca en 2000, para conmemorar la llegada del nuevo milenio, de recibir la Orden del Imperio Británico de manos de Isabel II o de hacer de juez en la versión británica de La Voz.

El coronavirus ha obligado a Jones a reprogramar para 2021 las fechas de más de una docena de conciertos por todo el Reino Unido —el primero en Irlanda del Norte— con los que pensaba celebrar su 80º cumpleaños. “Es importante aliviar la presión que sufren los que se hallan en primera línea en la lucha contra este virus”, escribió en su página de Facebook. “Ya sabéis cómo amo cantar en directo, pero la seguridad de las personas es lo primero”.

Tom Jones estuvo casado durante 59 años con su amor de juventud, Linda Rose Trenchard, que murió de cáncer en 2016. Ha contado el cantante que en su época de mayor éxito llegó a acostarse con 250 mujeres al año. Y que la primera vez que su esposa supo de sus infidelidades, le pegó tal paliza que le llenó de moratones. Fanfarronerías y mitos de una vida en la que la pareja, realmente, apenas compartió techo 10 de los casi sesenta años que duró su matrimonio. “La verdad es que las únicas que se fijan hoy en mí son las abuelas”, contó el año pasado a la revista Sunday People. “Y algunas de ellas tienen mi nombre tatuado en su pecho”. Alguna habrá, pero todo indica que el primero en creerse la fantasía del hombretón que abandonó las minas del sur de Gales (no pisó una en su vida) para conquistar al mundo con su chorro de barítono fue el propio sir Tom. Su mundo pertenece ya la nostalgia del siglo XX, cuando James Bond era un escocés al que el pelo le subía del pecho hasta la garganta y la canción de la película Operación Trueno la cantaba un galés del tamaño de una montaña.


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