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Tras la pista del contagio de Macron


Es el líder europeo más activo, el que multiplica las propuestas para el futuro de la Unión Europea e impulsa los debates intelectuales para reconfigurar el club, el que sin cesar se reúne con unos y otros, el hombre de todas las salsas. Por eso, cuando este jueves por la mañana el palacio del Elíseo anunció que el presidente Emmanuel Macron había dado positivo en la prueba de la covid-19, de inmediato la alarma sanitaria saltó en muchas sedes gubernamentales del continente. Varios líderes con los que se había visto en los últimos días, entre ellos el español, Pedro Sánchez, se pusieron en cuarentena.

El positivo de Macron paralizó durante unas horas al Estado francés: del primer ministro al presidente de la Asamblea Nacional, algunas de las personalidades de mayor rango de la República habían estado en contacto con él en los últimos días. Y también buena parte de la cúpula europea: la semana pasada el presidente asistió a una cumbre en Bruselas y entre el lunes y el miércoles mantuvo en París varios encuentros con varios homólogos.

Macron se aisló en la residencia presidencial de La Lanterne, en Versalles, con síntomas de “tos, fiebre y fatiga”, según el Elíseo. Su esposa, Brigitte Macron, sin síntomas y tras dar negativo en un test el martes, se quedó en París. “De acuerdo con las consignas sanitarias en vigor y aplicables a todos, el presidente de la República se aislará durante siete días. Continuará trabajando y cumpliendo sus actividades a distancia”, dijo la presidencia de la República en un comunicado.

El texto se publicó a las 10.27. En seguida comenzó la reconstrucción de los movimientos recientes de Macron y el rastreo de sus contactos. No eran pocos.

Solo en el terreno internacional, Macron participó, los pasados días 10 y 11, en una cumbre de la UE junto a 24 de sus 26 colegas. Faltaron el primer ministro croata, Andrej Plenkovic, que días antes había dado positivo, y su homólogo estonio, Jüri Ratas, aislado por haber estado en contacto con un contagiado, aunque después él dio negativo.

El lunes 10, el presidente francés participó en París en un coloquio con ocasión del 60º aniversario de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE); y después celebró un almuerzo en el Elíseo. Estaban el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría; el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel; y Pedro Sánchez. El miércoles recibió al primer ministro portugués, António Costa. Todos los líderes con los que Macron había estado en contacto anunciaban que se aislaban y que procederían a hacerse la prueba de la covid-19. Sánchez, Costa y Michel dieron negativo. La canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro belga, Alexander de Croo, también. Su homólogo luxemburgués, Xavier Bettel, se hizo una prueba y se aisló.

La distinción que tanto el Elíseo como el Consejo de la UE hicieron para establecer quién era “caso de contacto” —es decir, quién entre los interlocutores físicos de Macron debía aislarse— depende del tipo de reuniones en las que participaron. Un encuentro como la cumbre europea, donde los líderes y sus colaboradores llevaban mascarillas y mantenían la distancia de seguridad, no se considera una situación de riesgo. La cosa cambia si el encuentro fue sin máscaras, como en el caso del almuerzo en el Elíseo. Entonces, sí son aconsejables las medidas de protección y los tests para los involucrados.

Cuando un líder enferma, es un momento pedagógico. La reacción del mandatario en cuestión puede servir para revelar rasgos de su carácter. Y puede servir para enviar un mensaje a la población. El primer ministro británico, Boris Johnson, contrajo la covid-19 la pasada primavera e ingresó en la UCI, una imagen de los estragos del virus tras los errores que cometió al inicio de la pandemia. Cuando Donald Trump se infectó, en plena campaña electoral para la reelección que perdió, lo convirtió, como todo, en un espectáculo.

No es sorprendente, en este contexto, que el contagio de Macron, un presidente que en 2017 llegó al poder con la bandera del europeísmo, sea un momento europeo. Pero su positivo también llega en un momento delicado en la gestión del virus: a la espera de las vacunas, con el temor a la tercera ola y en vísperas de las reuniones familiares de Navidad.

Toque de queda

Desde el martes, los franceses ya pueden salir de casa sin necesidad de un documento justificativo, pero se ha impuesto un toque de queda de ocho de la tarde a seis de la mañana. En Francia han muerto, desde el inicio de la pandemia hace casi un año, 59.361 personas y ha habido 2,4 millones de contagios probados. El último recuento, publicado el miércoles, registra 17.615 casos en las 24 horas precedentes.

El mismo esquema que en la UE —la detección de contactos, el aislamiento, los test— se reprodujo en Francia. El jefe del Estado se reunió el lunes con los 150 miembros de la Convención Ciudadana por el Clima y debatió con ellos durante horas. El martes, almorzó con los líderes de los grupos políticos en la Asamblea Nacional. El miércoles, reunió en el Elíseo al Consejo de Ministros. En esta reunión, los presentes mantuvieron las distancias y las medidas de precaución. Pero no fue así ni en el almuerzo del martes ni en la cena que el miércoles por la noche congregó en el palacio presidencial a varios dirigentes de la mayoría parlamentaria.

Uno de los contactos de Macron estos días es el primer ministro, Jean Castex, por lo que se aisló y se sometió a una prueba de la covid-19. Dio negativo, pero se mantendrá en cuarentena. Emmanuel Macron cumplirá 43 años el 21 de diciembre. Su esposa, Brigitte, tiene 67.


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