“Le vieron la cara al presidente para que diga que sí lo va a hacer. Para nosotros es que no y no”, dice el meen (chaman) Miguel Can, uno de los pocos que quedan en Calcehtok, Yucatán.
Por Gloria Muñoz Ramírez/ Desinformémonos
“¿Que si el presidente pidió permiso a la Madre Tierra y que le dijo que sí para su tren? Puede ser que sí hizo lo de pedir permiso, pero lo que no creo es que la Madre Tierra haya hablado”, dice Sebastián Chan, del Colectivo de Semillas Muuch Kanan l’inaj, en medio de su milpa en Buena Esperanza, Bacalar. Sebastián se refiere a la ceremonia en la que el 16 de diciembre de 2018, a dos semanas de haber asumido la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador acompañó a un grupo de indígenas a pedir permiso a la Madre Tierra para construir uno de los principales proyectos de su administración: el Tren Maya.
Sobre la antigua pista aérea de Palenque, los organizadores rompieron el concreto y excavaron un hoyo para llegar a la tierra y realizar ahí lo que se denominó “Ritual de los pueblos originarios a la Madre Tierra para anuencia del Tren Maya”. Y para tal fin le hicieron una ofrenda de aguardiente, pollos y tortillas.
“Fue una ceremonia falsa, porque debe cubrirse con el polvo del viento. Pero le vieron la cara al presidente para que diga que sí lo va a hacer. Para nosotros es que no y no. Ahora hay muchos que hacen ceremonias y cobran mucho, pero solamente hacen ritual. Y no es así”, dice, categórico, el meen (chaman) Miguel Can, uno de los pocos que quedan en Calcehtok, Yucatán.
“Con la llegada del turismo a estos lugares sagrados se va a echar a perder todo, y todos los dioses se van a esconder en otros lugares. Por esa razón no lo queremos. No puede hacer esas cosas el presidente”, explica, mientras se acomoda a un costado de una gruta sagrada en Calcetok, uno de los lugares en los que, en absoluta intimidad, los mayas siguen realizando sus ceremonias.
Sebastián y Miguel lamentan la “ceremonia que se hizo el presidente”, pero más el motivo de la misma: la puesta en marcha de un tren de mil 500 kilómetros que tendrá 15 estaciones a lo largo de los estados de Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas. Un proyecto que es presentado por el gobierno federal como un plan “integral de ordenamiento territorial, infraestructura, crecimiento socioeconómico y turismo sostenible”, y que, se argumenta, tiene como principal objetivo “el bienestar social de los habitantes de la zona maya”, con la conexión de “las principales ciudades y circuitos turísticos de la región para integrar territorios de gran riqueza natural y cultural al desarrollo turístico, ambiental y social en la región”.
Lo que está en disputa son dos proyectos de país. El que propone el gobierno federal a través de Rogelio Jiménez Pons, director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) y encargado del gobierno federal para el Tren Maya, en una entrevista con Claudia Ramos publicada en Animal Político: “No se vale hacer ningún desarrollo si no tiene su zona de la gente más modesta ubicada dignamente en las cercanías de las áreas de producción. ¿Para qué? para que puedan ir a trabajar a pie. Hasta pedir limosna si hace falta, pero a pie”. Y, por otro lado, el que quiere preservar “lo poco que nos queda, el monte, nuestra forma de vivir, nuestra organización, nuestra lengua y nuestra cultura”, como dice el poeta y activista maya Pedro Uc, de la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíinbal.
El tren proyectado tendrá una velocidad media de 160 kilómetros por hora y un uso para pasajeros, turismo y carga, con estaciones en Palenque, Tenosique, Escárcega, Campeche, Mérida, Izamal, Chichén Itzá, Valladolid, Cancún, Puerto Morelos, Playa del Carmen, Tulum, Felipe Carrillo Puerto, Bacalar y Calakmul.
Con una inversión inicial de 6 mil millones de pesos, se pretende construir en cuatro años para que inicie su operación en el quinto año del sexenio. Las promesas gubernamentales son: generar empleos, detonar la economía de la región y desarrollar infraestructura con servicios básicos para mejorar la calidad de vida de los habitantes.
Sin estudios de impacto ambiental y sin la realización de una consulta indígena a los pueblos afectados como la mandata el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el proyecto denominado Tren Maya es cuestionado por organizaciones indígenas, empezando por el nombre: “¿quién les prestó lo maya? Puede ser el tren rápido, el tren ligero, el tren chulo, el tren pinto, ¿por qué el Tren Maya?, ¿por qué juegan con nuestra identidad? Los mayas son únicos, son sagrados, seres muy inteligentes y muy valiosos como para ponerle a un canijo tren ‘maya’”, reclama María del Carmen Salgado Vázquez, del colectivo Las Florecitas de Xcanan, de la comunidad Nueva Vida, Calakmul.
“Otras personas podrían decir que excelente. Quizá yo podría ir a Chiapas y me saldría más barato, pero el viaje que yo haga en el tren me va a costar matar la vida y la paz de mi territorio y las costumbres de mi pueblo. Si la gente estuviera bien informada, no estaría aceptando el proyecto”, remata la defensora del territorio.
En “Su riel, nuestra tierra”, presentamos un compendio de testimonios ofrecidos por mayas de los cinco estados contemplados en la ruta del tren. Se dividen por entidad porque la problemática, aunque similar, tiene afectaciones específicas en cada región. Los temas que se abordan en todo el trayecto son: afectaciones al territorio por otros megaproyectos, las consultas oficiales, la cultura e identidad maya, organización interna, divisiones por programas asistenciales, jóvenes y resistencia.
Heber Uc, del Consejo Indígena de Bacalar, advierte que el Tren Maya “es el inicio de una conexión de diferentes proyectos que se llevan a cabo desde hace algunos años en la península”, como las celdas fotovoltaicas, los parques eólicos, la agroindustria, las megagranjas porcícolas y el llamado turismo “verde”, entre otros. Todo esto, explica, será unido por el tren. La especulación de la tierra ya empezó y “desde el anuncio del proyecto mucha gente está llegando a la zona para apropiarse de la tierra, y en las orillas de la carretera del tramo de Bacalar a Cancún se está dando una serie de despojos mediante violencia”.
Quedarse en las comunidades, dice por su parte Álika Santiago, de la Colectiva de Mujeres K-luumit X’ko olelo’o, es la opción, pero “no para estar tristes, sino para vivir una vida buena, con dignididad y en libertad”. En el grupo de mujeres al que pertenece hicieron un mapa “sobre las amenazas que miramos en el territorio peninsular. No solamente del Tren Maya, sino también de los proyectos agroindustriales que están devastando la selva y que finalmente serán unidos por el tren. Entre las amenazas están los feminicidios, que en nuestro estado han aumentado, con alrededor de 25 en lo que va del año”. “¡Qué diferencia sería si las mujeres fuéramos las dueñas de estas tierras!”, exclaman las mujeres de la colectiva, pues, dicen, ellas no venderían nunca su patrimonio.
Las voces de los y las jóvenes se diversifican. Hay quienes ven en el proyecto su salvación para salir de las comunidades y “estudiar robótica”. Y hay quienes vislumbran la amenaza de convertirse en “esclavos, como en Cancún”.
Por los caminos rurales de Quintana Roo, Yucatán y Campeche se observan miles de hectáreas devastadas por la agroindustria que llegó con los menonitas que siembran semillas transgénicas y derriban grandes extensiones de selva. “Esto es el vacío y el dolor, el asesinato de la naturaleza”, dice Pedro Uc, quien junto con Carmen Flores, acompañó todo el trayecto.
La deforestación, la agroindustria y el uso de plaguicidas provocan la muerte de las abejas, cuya producción de miel en esta zona es famosa por su calidad en todo el mundo. Y a esto se suma la fumigación con agrotóxicos, que aquí se realiza hasta con avionetas, lo que contamina mantos freáticos y el aire que se respira.
“Si ya tenemos experiencia en todos estos megaproyectos, por qué vamos a decir que sí al tren”, se preguntan en Hopelchén, Campeche. “No es válido, no se vale. Antes de meter los megaproyectos se tiene que hablar con la gente. Tendrían que preguntarnos tal vez qué es vivir para mí, qué es vivir bien. Si me lo preguntaran, yo diría que no me estén fumigando, que no me estén tirando mis bosques, que se conserve, que ya no se siga deforestando”, responde Leydy Aracely Pech, de la comunidad Ich-Ex.
Los apicultores tienen que lidiar con el precio de la miel y, al no haber lluvias, enfrentan también el problema de que no hay suficiente producción. “Y ahora se nos viene otra amenaza: el tren”, lamenta Anastacio Oliveros, del ejido Conhuas, en Calakmul, donde, dice, “está el trazo sobre el que va a pasar el tren y donde se pretende hacer la ciudad de apoyo. Aquí hay pura selva, es hábitat de los animales, y también área de producción de miel”.
La inóspita entrada a la ciudad de Tenosique, en Tabasco, invita a no quedarse. Aquí, dicen en el albergue de migrantes La 72, “el proyecto del llamado Tren Maya disparará o profundizará los problemas sociales”, y la oferta para que los migrantes trabajen en la obra “es una estrategia, por lo menos mediática, para inhibir la migración”. Los migrantes están de paso y no todos quieren quedarse a trabajar en el sur de México. “Yo no me quedo aquí”, confirma Verónica, procedente de Tegucigalpa, Honduras.
La unica estación prevista en Chiapas está en Palenque, donde los zapatistas han hecho público su rechazo, al igual que organizaciones como Xi’Nich y el Pueblo Creyente. El tren, dicen Emilio Jiménez y Antonia Hernández, “es para ellos, para los que vienen a ver lo que hay aquí, agua, la pirámide. Eso es lo que está en la mira de los otros países, eso es para ellos, porque ellos van a venir a construir otro nuevo Cancún. Chiapas tiene de todo todavía. Hay viento, hay agua, tierra, árboles, oxígeno, muchas cosas. Ellos eso es lo que quieren”.
“Esperamos que esta voz viva de los pueblos mayas no se atrape para ponerla en los museos y sea comercializada”, dice Pedro Uc. Y Ángel Sulub Santos, del Centro Comunitario U kúuchil k Ch’i’ibalo’on -Raxalaj Mayab’, resume: “El debate no es tren sí o tren no, sino cómo miramos nuestra vida”.
“El Tren Maya será el primer circuito turístico regionalmente planeado para responder a las nuevas expectativas de un turista cada vez más exigente”, escribió en su cuenta de Twitter Andrés Manuel López Obrador tras la entrega del Primer Informe de Gobierno, el pasado primero de septiembre. De los argumentos de los mayas que no están de acuerdo no se dijo nada.
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